EL LADO OSCURO DE LA FUERZA

    Siempre pienso que para entrar en Gran Hermano los aspirantes a participar en este concurso deberían saber de antemano el tremendo lío en el que se van a meter, y sobre todo ser conscientes de las consecuencias que pueda acarrear para su vida personal o profesional, algunas probablemente muy desagradables. De manera que sólo hay dos opciones: entrar asumiendo los riesgos y avisados de que ya nada será igual después de vivir en Guadalix, o ser un completo inconsciente, o simplemente un ingenuo, algo imposible a estas alturas del invento cuando ya no existen mirlos blancos.

    Únicamente un concursante alcanza el premio final y la victoria, no pocas veces conseguida a un alto precio personal. Algunos, muy pocos, logran su objetivo de ser admitidos en la farándula televisiva al acabar el concurso, y para otros su vida se convierte en un despropósito desde entonces y el calificativo de haber sido concursante de GH se transforma en un estigma, un lastre negativo que esconder, como un tatuaje inapropiado imposible de borrar que en vez de ayudar cierra puertas.

    Todos los años hay uno o varios concursantes que envueltos en una dinámica diabólica se convierten en el chivo expiatorio de nuestra sed de justicia, incluso de nuestras frustraciones. Personas en las que reflejamos, normalmente gracias a su torpeza dentro de la casa, todos los males imaginables. Concursantes que de una manera consciente o no se pasan al lado oscuro y todo lo que dicen o hacen sólo ayuda a cimentar su condena desde nuestra percepción subjetiva y a veces maniquea.

    Uno de los rasgos fundamentales del personaje siniestro que crece en el imaginario de los espectadores del concurso, es su incapacidad de leer y entender las reglas de oro del programa, cometiendo errores, uno tras otro, a medida que sabe que el asunto se le va de las manos hasta el punto de hundirse cada vez más en un pozo sin salida.

    Normalmente son personas que por su edad, profesión, origen social y sobre todo por la escasa empatía que transmiten desde la pantalla con sus actuaciones no logran conectar con la audiencia. Son concursantes con una percepción mayoritaria por parte del público de falta de autenticidad, de cálculo interesado y falta de entrega al verdadero espíritu del programa, que no sólo se trata de una ofrecer convivencia formal, hipócrita, sino de mostrar una convivencia real sin contradicciones aunque esté repleta de defectos.

    Fran, el apoderado, es este año el paradigma de este tipo de concursante. Una persona que se contradice constantemente, y cada paso que da constituye un nuevo error superando al anterior. Al principio logró ganarse a una gran parte de la casa e incluso una parte de la audiencia que estimaba acertado su concurso.  Todo empezó a cambiar cuando fuimos conscientes de que regalaba la oreja a unos y después a sus contrarios sin ofrecer contrapartidas que ilusionasen o justificasen su modo de actuar. Shaima, con una conducta parecida asumía este defecto, pero nos regaló un sinfín de facetas que lo compensaban.

   El cambio de tercio definitivo se produjo cuando todos en la casa oyeron los gritos del público durante la despedida que le dedicó Alfredo desde el plató el día su expulsión, y también por aquella pelota de tenis con información exterior que envió a Azahara su novio acusando a Fran de falso. A partir de entonces comenzó su deriva, perdió las riendas del concurso y se lanzó a un ataque sin sentido en todas las direcciones perdiendo la partida en cada escaramuza que buscaba y provocaba de forma deliberada. La última, está madrugada, en qué se lanzó a degüello contra Alejandra y salió trasquilado por la albaceteña, dejando además a Luis, su acompañante, todavía más tocado de lo que ya estaba y al pie de los caballos en su primera semana nominado, y tal vez la última.

    Y ésa es otra. Al contrario que el resto de parejas que quedan, él está cada vez más alejado del torero y no se observa una actitud constructiva de ayuda y apoyo a Luis, optando por un distanciamiento calculado, que justifica con la idea de que no es quién para coartar su libertad; pero lo que se refleja de cara al exterior es que ha decidido mirar por sí mismo, por su propio concurso, y si interviene como ayer noche sólo sirve para echar más leña al fuego.  Probablemente mañana, Luis reciba en su saco no sólo los votos negativos que él mismo se ganó a pulso, sino también los que tocan a su apoderado.  Una situación difícil que tal vez le cueste demasiado caro.

    Aunque no me gusta nada su concurso, y espero que se vaya lo más pronto posible no todo es negativo en Fran.  El apoderado afirmó en varias ocasiones que ellos están en un concurso, que esto es un juego y todos van a lo que van, por eso siempre se ha mostrado desconfiado con las intenciones de los demás y veía montajes a diestro y siniestro. Pero también, a pesar de que su objetivo está claro, estoy convencido de que son verdaderos los afectos que ha logrado establecer con algunos compañeros, y no he dudado de sus lágrimas cuando se han producido.

    Desgraciadamente para sus intereses, en el juego grandioso de Gran Hermano y dentro de esa casa, Fran se ha dejado arrastrar por el lado oscuro de la fuerza, convirtiéndose para muchos de nosotros en una especie de Dart Vader en "la guerra de Guadalix", hasta el punto de contribuir incluso, con su inestimable ayuda, a poner a su propio pupilo en peligro de expulsión.  Que la fuerza lo acompañe, porque su salida del concurso es tan sólo cuestión de tiempo y se producirá en cuanto suba a la palestra. Y él lo sabe.

Forastero marulo