1.- Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada (Edmund Burke)

2.- Hay un límite a partir del cual la tolerancia deja de ser virtud (Edmund Burke)

viernes, 16 de diciembre de 2022

DE TRIPAS Y CORAZONES

   Últimamente, cada vez que entro en esta casa, y más ahora que empiezan las fiestas de Navidad, me sorprendo con la paz y el silencio que se respira entre estas cuatro paredes, como si todo lo que contiene estuviese suspendido en el tiempo formando parte de un sueño irreal dentro de un mundo paralelo del que tengo serias dudas que hubiese existido alguna vez. La tranquilidad del blog me recuerda al día siguiente de un fiestón montado en tu propio hogar, cuando por fin te sientas en el sofá relajado después de recoger, limpiar y ordenar todo para mirar despacio a tu alrededor con una pizca de nostalgia, y con la sensación de que detrás de cada puerta resuenan todavía los ecos de lo que se vivió en todos esos momentos de exaltación y pasión siguiendo las diferentes ediciones de Gran Hermano, con sus dosis de locura y acaloramiento, de serenidad y reflexión. El testimonio y el reflejo de todos esos días, que permanecen de alguna manera en su espíritu, comentando y debatiendo la evolución del programa entre risas, alegrías y frustraciones de acuerdo a nuestras preferencias y favoritismos, y en función de nuestro estado de ánimo. 

   También me recuerda a uno de esos juguetes “vintage” guardados primorosamente en un cajón, al que apetece regresar de vez en cuando para recuperar la sonrisa y revivir algo del entusiasmo que te aportaba en la infancia; y aunque ahora esté totalmente pasado de moda, fuera de tiempo y lugar, lo sigues viendo y valorando con mucho cariño y fidelidad.

    No sé, en cualquier caso resulta extraño pero gratificante a la vez la posibilidad perderse en sus tripas releyendo los comentarios de alguna entrada escrita hace ocho, nueve o diez años atrás; algo que me emociona y me conmueve al constatar lo apasionante que me parecía entonces acompañar el concurso como espectador privilegiado desde ésta y otras atalayas. Y lo más importante es que era algo que ocurría en comunión con un grupo de personas “virtuales”, y desconocidas al principio, que lo vivían con la misma pasión e implicación que tú, llegando a formar después de un tiempo una especie de familia paralela unida por fuertes vínculos de complicidad y afecto, muy semejantes a los que se forjan en la vida real.  Una sensación sorprendente, la verdad, teniendo en cuenta que se trata de un mundo virtual al que accedemos con la idea equivocada de que no afectará en absoluto a nuestra vida real, pensando que podremos prescindir de este universo cibernético en cualquier momento, cuando nos apetezca, y darnos de baja sin más.

   Aunque en los comienzos de la aventura bloguera padecía con cierta frecuencia remordimientos por lo que entendía como una pérdida de tiempo, debo reconocer que a día de hoy no me arrepiento de haber creado y administrado este espacio salvo por algún que otro detalle que ahora mismo y pasado el tiempo me parece secundario o poco relevante. Un pequeño rincón extraviado en el infinito e inagotable universo de internet que he intentado convertir en mi refugio, un lugar secreto al que retirarme esporádicamente sin ningún tipo de exigencias ni compromiso. Un espacio personal, sin fecha de caducidad, donde buscar el entretenimiento, la diversión y también el desahogo de la reflexión sobre algo aparentemente tan superficial como un concurso de televisión, aunque parezca contradictorio. Un territorio para reconciliarme conmigo mismo huyendo como alma que lleva el diablo de la selva agresiva e insufrible en que se han convertido las redes sociales, y que con el tiempo he intentado diversificar en cuanto a temáticas y asuntos tratados. En cualquier caso, una aventura que no tenía sentido ninguno sin compartirla. Y eso es lo mejor sin duda de esta experiencia: las personas que me acompañaron.

   A veces imagino que sufro de un proceso amnésico, o que simplemente desaparezco por ley de vida y estas Crónicas, sin embargo, seguirán suspendidas en una especie de limbo o estado de hibernación durante muchos años dentro de este universo de red de redes; y en el futuro, alguien que a lo mejor no ha nacido todavía, un nieto nuestro quizás, llegará hasta este lugar por casualidad navegando por las catacumbas de internet interesándose por lo que aquí se encuentre, como quien descubre un diario olvidado en un viejo arcón que no se había abierto en décadas, y buceando con curiosidad leerá los comentarios de las entradas publicadas preguntándose quiénes eran las personas con esos nicks, o alias, tan llamativos y curiosos que dieron vida a este lugar de forma tan vehemente con sus opiniones y debates sobre un programa tan antiguo que le sonará tan sólo vagamente por escucharlo alguna vez en boca de sus abuelos. Probablemente ahora mismo habrá miles de blogs vagando sin rumbo como planetas errantes por este mundo etéreo, olvidados o abandonados, que esconden con toda seguridad muchos tesoros para quien se atreva a buscarlos y disfrutarlos.

   Para ir terminando esta soflama nostálgica en la que me he enredado, tengo que confesar que no es más que una excusa para tener la oportunidad de desear unas felices fiestas a todos los que se acercan por el blog; y especialmente a todas las que habéis contribuido y colaborado en algún momento para que estas crónicas se convirtiesen en lo que fueron.  Un lugar en el que yo intenté poner siempre las tripas y vosotras el corazón para que tuviese alma y vida.

Gracias infinitas y un fuerte abrazo allá donde estéis.

Forastero, vuestro marulo