1.- Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada (Edmund Burke)

2.- Hay un límite a partir del cual la tolerancia deja de ser virtud (Edmund Burke)

martes, 21 de septiembre de 2021

INSIDERS: ¡YA ESTÁN DENTRO SIN SABERLO!

     ¡Ya están dentro sin saberlo! - Ésa es la frase que define y subraya la premisa fundamental de Insiders, un reality de Netflix que Najwa Ninri nos presenta con todas las armas y buen hacer de esta magnífica actriz en un vídeo de promoción sobre el nuevo y misterioso concurso.  Desde luego están consiguiendo captar la atención de muchos espectadores ávidos de GH gracias a las expectativas que genera esta novedosa y original propuesta bajo el paraguas de la popular y exitosa plataforma de streaming. Un soplo de aire fresco, o eso parece, dentro de un terreno tan trillado y sembrado de minas como es el universo de Gran Hermano con la aparición en los últimos años de múltiples sucedáneos del formato original y que no han aportado nada interesante, desde mi punto de vista,  a pesar del éxito incuestionable de audiencia de muchos de ellos.  

     Esperemos que no se quede todo en agua de borrajas y cumpla con lo prometido. De momento han logrado captar el interés, creo, porque se trata de doce concursantes anónimos - por fin - que no saben que en realidad ya están concursando desde el mismísimo casting. Los elegidos, además, ya han estado en la casa sin saber tampoco que los estaban grabando y el concurso había empezado. El objetivo de esta fórmula, confesado por la misma Nawja, es pillarlos desprevenidos y conseguir una verdadera espontaneidad que sólo puede ser auténtica si ellos creen que las cámaras están apagadas.

     En fin, ya veremos en qué acaba todo. En principio parece que ya tenemos fecha de estreno: el 21 de octubre.

Forastero marulo

martes, 24 de agosto de 2021

ESTOY EN EL CIELO (CHEEK TO CHEEK)


     En estos días confusos y volátiles, que parece que estamos a las puertas del final de los tiempos y una tras o otra suenan por todas partes las trompetas de los ángeles del Apocalipsis, me da por echar la vista atrás para hacer un análisis precipitado y poco riguroso de algunos aspectos de mi vida, todo muy superficial pero intenso y paradójicamente tan fugaz que sólo se queda en un ejercicio de mera nostalgia que me lleva siempre irremisiblemente a la adolescencia y primera juventud.

    Un proceso en que suelo quedarme con lo esencial y huyo de complejidades buscando el sentimiento y la pura emoción olvidada en el desván de la memoria, la magia inconfundible de todas las primeras veces para reconfortar el espíritu y recuperar mi natural optimismo en medio de tanto desatino.  Como formo parte de los primeros compases de la generación de los "baby boomers" de este país, la que aprendió a amar el cine desde muy niño sin entender casi nada en aquellos televisores en blanco y negro de finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado, siempre vuelvo a aquellas películas que ya entonces eran antiguas y clásicas, repletas de decorados artificiosos y acartonados pero tan magníficos que rezumaban verdad, elegancia y se agarraban con ansia a nuestras primeras emociones gracias a sus guiones redondos y antológicos diálogos.

   Como el código de calificación por rombos de contenidos televisivos de la única TVE oficial que se podía ver en el país, y que se continuó usando hasta las postrimerías de la dictadura, nos hurtaba a los chavales la posibilidad de ver algunas obras maestras del cine clásico con la connivencia educativa de nuestros padres, sólo nos quedaban las películas aptas para menores de 14 años entre las que siempre estaban, gracias a Dios, los maravillosos musicales de Hollywood de los años treinta, cuarenta y cincuenta.

    La educación sentimental de nuestra generación, magistralmente plasmada a través de Carlitos y sus colegas en las primeras temporadas de la serie Cuéntame, modeló en nosotros una visión del mundo que se forjó a caballo entre una España rancia que moría con el último aliento del dictador y otra ilusionante y esperanzadora que nos lanzó en brazos de la Transición política a la democracia de aquellos primeros años, en especial entre 1975 y 1980. Los ochenta y los noventa ya fueron otra cosa y las generaciones siguientes, entremezcladas con la nuestra, lidiaron con otros desafíos y oportunidades que arrancaron para todos aquel veinte de noviembre de 1975 en que Arias Navarro anunció compungido que Franco había muerto; un día que recuerdo en toda su textura y emotividad como si fuera ahora mismo.

    Desde el punto personal sería muy complejo explicar qué significó todo aquello en la persona que soy hoy en día, asomado como todos con asombro a un mundo actual casi de ciencia ficción, metidos de lleno en una pandemia global con el cambio climático desatado y amenazante, absorbidos por las redes y un mundo virtual compitiendo con el real, y con la perplejidad de comprobar que no aprendemos nada y la historia se repite una y otra vez al comprobar lo que está pasando en Afganistán estos días, por ejemplo, y tantas y tantas cosas. 

    No me voy a poner a ello, por supuesto, no es el lugar ni tengo ganas de sesudas reflexiones, pero aquí, en este blog, dedicado fundamentalmente a algo tan banal y fuera de lugar con la que está cayendo como el concurso de televisión de Gran Hermano, necesito plasmar y compartir la sensación de paz y maravilla, de emoción y ensoñación al recordar algunas de esas escenas, entre otras muchas, de los musicales que me encandilaron en su momento y hoy, quizás todavía más, consiguen recuperar mi ánimo y que siga contemplando la vida con una sonrisa. Algo que no tiene precio y que sólo me ocurrió después de tanto tiempo hace cuatro años con el musical  “La la land, la ciudad de las estrellas”.

    Cheek to cheek (mejilla contra mejilla), la escena del famoso baile de Fred Astaire y Ginger Rogers en la película "Sombrero de Copa" (1935) es el ejemplo perfecto de lo que digo; puede resultar melosa y almibarada, pero yo siempre la encuentro enérgica, glamurosa, elegante y sensual. Es magia pura, la magia intemporal del baile, tan necesaria en tiempos como éste. Al menos lo es para mí y supongo que también lo era para los contemporáneos de los años treinta, en este caso, que intentaban evadirse en las salas oscuras de los cines de la realidad cruel y difícil que vivían entonces y todavía más la que se avecinaba.

 "Heaven, i'm in heaven" (Cielo, estoy en el cielo)

Forastero Marulo

sábado, 10 de abril de 2021

LA ISLA DEL AMOR Y OTROS ASUNTOS

    Parece que se ha liado la de San Quintín con el vídeo de la presentación  del nuevo reality “La isla del amor”, en el que nos mostraron imágenes insinuantes del torso y el muslamen de algunos de los concursantes, todos muy macizos y macizas para promocionar el producto. El Love Iland éste, una nueva fórmula que ha triunfado y está haciendo furor en varios países, en el fondo que no es más que un refrito de otros muchos realitys y programas (gran hermano, supervivientes, first dates, etc) al que le han añadido algunos toques originales. Parte del mundo mediático ha puesto el grito en el cielo, y no sólo porque nos hayan enseñado la zona del cuerpo tan próxima a la entrepierna, algo ya muy visto en las presentaciones de otros programas, sino por cómo nos tientan en el texto publicitario buscando agarrar al personal por lo de siempre con descaro indisimulado. Y claro, los más puristas y todos los que se la cogen con papel de fumar están que echan humo fumando en pipa y muy cabreados, acusando al programa de “cosificación”, ese "palabro" que suena últimamente en todos los lados. Según la R.A.E. en su segunda acepción, cosificar es la acción de reducir a la condición de cosa a una persona; un término que se viene aplicando en la lucha por la igualdad de género referido fundamentalmente a la cosificación de la mujer, y en muchos casos, la mayoría, con toda la razón.  El problema es que aquí pinchan en hueso, porque probablemente han entrado al juego publicitario del programa como pardillos. 

    Aunque en teoría no se pueda probar nada, conociendo el percal es evidente que la misma cadena utiliza el vídeo de presentación como señuelo buscando la provocación interesada muy consciente de su repercusión teniendo en cuenta la susceptibilidad con estos temas en la sociedad actual. Un objetivo que parece conseguido observando a toda esa gente en las redes sociales que entra al trapo con un desconocimiento aparente de cómo se juega la partida para atraer al público en estos asuntos de los realitys y contribuyendo, como efecto contrario al supuestamente buscado con la denuncia y la crítica, a levantar todavía más la expectación y el morbo entre los probables espectadores.  Está claro que no han tirado de hemeroteca para comprobar que esto viene de lejos y está más que estudiado. Pronto pasará la efervescencia de la indignación espontánea y en NEOX, la cadena que emitirá el concurso, encantados con el personal atrapado desde el minuto uno al producto.

    Los de la cadena estarán que baten palmas y la Pedroche, como presentadora del programa, sonriendo pillina en medio de todo el sarao adivinando la que se avecina, porque saben muy bien que no hay nada mejor que una escandalera para que los telespectadores acudan en tropel como abejas a un panal de rica miel para comprobar de qué va en realidad el invento. Porque pica la curiosidad y luego ya veremos, que una vez dentro siempre hay un porcentaje importante de curiosos que se engancha seguro al cotarro. En resumen, cuantos más vayamos a la inauguración de la isla del folleteo, perdón del amor, más audiencia para la casa. Una maniobra de libro mientras los biempensantes, bienintencionados varios y defensores de todo lo defendible contra la cosificación haciéndoles el juego.  Lo que nos vamos a reír, o a llorar, claro.

     El concurso, que aún no sé muy bien de qué va ni cómo se desenvuelve, viene con el aval del éxito en otros lares. Un primer punto a su favor porque juegan sobre seguro. Si estoy bien informado creo que son diez concursantes anónimos que se irán renovando según la mecánica del concurso. Un segundo punto a sumar, sobre todo porque puede enganchar a una parte importante de los nostálgicos del gran hermano original que renegamos de los realitys de famosos y nos sentimos huérfanos y abandonados en este sentido.  Aunque sea algo descafeinado y diferente puede servir de sustituto para calmar la sed y el mono de algunos seguidores del GH de siempre mientras esperan que vuelva alguna vez su añorado programa. Aunque la cosa pinta muy cruda la verdad.

     Y Cristina Pedroche es el broche del invento, valga la redundancia. Todo un acierto fichar a la reina de la expectación y la provocación morbosa en las despedidas de fin año en Antena 3; cuando lo más comentado cada año nuevo, rajando luego el personal a destajo, son las excelencias del vestido, por llamarlo de alguna manera, con el que en realidad, gracias a lo escaso de la tela y la magnitud de las transparencias, la chica nos regala la vista con la plenitud de sus curvas y turgencias varias perfectamente distribuidas para regocijo y entusiasmo tontorrón del personal masculino, sobre todo, que pasmado ante tanta exhuberancia hacen lo que pueden para no atragantarse con las uvas ni derramar el champán mientras suenan las campanadas disfrutando del espectáculo. Y todos ganan. Eso sí, a la Pedroche, siempre pizpireta, asertiva y simpática a rabiar, a valiente y “echá palante” no le gana nadie teniendo en cuenta el frío gélido que suele hacer en la Puerta del Sol de Madrid el 31 de diciembre a las doce de la noche.

    En fin, ya veremos como resulta el invento a punto de comenzar su andadura este domingo pero independientemente de lo que ocurra con el programa debo reconocer que de principio la elección de la presentadora me parece un acierto, y no por lo comentado anteriormente sobre el revuelo que se monta todos los años a cuenta de su indumentaria en las despedidas de fin de año, sino porque considero que es un fichaje excelente como profesional y porque su personalidad y carácter se adapta como anillo al dedo, creo, a un programa de estas características. Espero no equivocarme.

Forastero marulo

viernes, 22 de enero de 2021

MÁS SOMBRAS QUE LUCES: UN AÑO DESPUÉS

 

    Si alguien nos hubiese dicho el treinta y uno de diciembre del 2019, cuando despedíamos el año con las doce uvas de la suerte y nos deseábamos lo mejor para el año nuevo envueltos en confeti y con la alegría desbocada, abrazando y besando sin restricción alguna a nuestros amigos y seres queridos, que un año después estaríamos todos con mascarilla en medio de una pandemia global con el mundo postrado y de rodillas, contando muertos y contagiados por culpa de un extraño virus procedente de China y sin poder abrazarnos a todos nuestros familiares y amigos para celebrar juntos y revueltos la despedida del 2020, pensaríamos que se trataba de un chalado con una cogorza monumental, o que se le habría ido la pinza de tanto esnifar “fariña”, o que se trataba tal vez de uno de esos tipos frikis y fuera de la realidad que se toman demasiado en serio determinadas pelis y series de ciencia ficción apocalípticas tan de moda donde se va todo a la mierda y el personal entra en modo “sálvese quien pueda” con todas las consecuencias.

     El caso es que es verdad, lo hemos vivido y lo estamos viviendo, y estoy seguro de que quién más y quién menos en algún momento pensó que todo se trataba de una  horrible pesadilla después de una cena pesada, una de esas tan real y tan vívida de la que nos despertamos sobresaltados pero con un inmenso alivio al darnos cuenta de que todo ha sido un mal sueño. Incluso puede que a veces nos hayamos pellizcado, por si acaso, como queriendo despertar negando los hechos, y aunque las consecuencias del virus no nos afecten o tan sólo nos hayan rozado tangencialmente, tanto en la salud y como en la economía, toda esta locura y desgracia no es más que la constatación de que al final la realidad siempre supera con creces a la ficción. Todo un axioma.

   Primero con el confinamiento total de marzo, abril y mayo, cuando hicimos de tripas corazón aprendiendo a teletrabajar desde casa o a sobrellevar un ERTE temporal los más afortunados que mantuvieron su trabajo, o todos aquellos que pertenecen a sectores y tareas esenciales que tuvieron que superar la angustia de afrontar algo desconocido con el miedo de contagiarse y traerlo a sus casas con la posibilidad de contagiar a sus familias. En cualquier caso fue el comienzo de este largo periodo en que aprendimos a vivir con miedo y a perder nuestra libertad personal, cuando nos asomábamos todos los días a las ocho de la tarde a los balcones para aplaudir y animar a nuestros sanitarios, los nuevos héroes de la sociedad que libraron y libran todavía una lucha sorda y titánica, con medios escasos y a ciegas, contra un enemigo implacable que robaba y sigue robando vidas, sobre todo las de nuestros mayores, como un vampiro insaciable. Un tiempo que nos cambió y nos está cambiando por completo la vida y las prioridades, mostrando nuestra fragilidad como seres humanos individuales, como sociedad e incluso como especie dominante e inconscientemente segura de si misma desde la cúspide de la pirámide del ecosistema. Una sensación de seguridad suicida ante un ser diminuto e insignificante en apariencia, que como tantas otras veces a lo largo de la historia en casos similares, acabó atropellando nuestra arrogancia y humillando la supuesta superioridad tecnológica y científica de la que tanto presumimos, al menos en los países desarrollados.   

    Durante aquellos primeros meses todo se convirtió en un delirio de proporciones funestas en la que todo eran especulaciones y aprendíamos día a día la verdadera naturaleza de un bicho invisible que nos atacaba sin piedad, mientras tanto las batallas políticas, como siempre, y el juego sucio de verdades y mentiras, lo emponzoñaba todo.  Una vez acabado el confinamiento y aplanada la famosa curva, poco a poco, se produjo la anhelada desescalada que desembocó en un verano extraño lleno de esperanza contenida y deseos de que todo volviese a una nueva normalidad de la que todos hablaban sin saber muy bien en qué consistiría exactamente; pero todo se fue torciendo de manera implacable y triste, y como casi siempre, aunque en todas partes se cometieron errores de bulto por parte de la mayoría de los gobernantes del mundo, en nuestro país las cosas se torcieron aún más, adquiriendo los tintes de una tormenta perfecta con el daño económico que continuamos sufriendo, especialmente con la puntilla que supuso la pérdida de un turismo extranjero en desbandada por los rebrotes inesperados en un sector estratégico de nuestra economía. Y por supuesto por la panda impresentable de políticos y gobernantes de todos los colores, tanto a nivel de estado como en los diversos putiferios autonómimos, con escasas excepciones, donde sólo importa el tú más y la pelea bajuna, partidista y radical repleta de contradicciones y oportunismos cortos de miras.  Para más desgracia, como guinda del pastel, la movida del rey emérito con fuga del país incluida y los carroñeros de siempre, de uno y otro pelaje, aprovechando la coyuntura para lo suyo en medio de tanto desbarajuste.

    En fin, menos mal que la ciudadanía en general, a pesar del desgate y el cansancio, se ha comportado de forma sensata manteniendo este país nuestro en pie con sentido y responsabilidad; aunque ahora mismo una parte importante del personal esté pasándolas canutas y con la soga en cuello teniendo en cuenta la que se avecina, cansados ya de tantas renuncias y prohibiciones, sobre todo en lo que se refiere a la esfera afectiva y la económica, y con los contagios de nuevo desbocados.   Porque después de la segunda ola del otoño con todo a medio gas, una vez pasadas las fiestas navideñas y metidos ya de lleno en el 2021, cabalgamos a lomos de una tercera ola brutal e imparable, con nuevas cepas del bicho como la británica complicando la cosa, y sin tener muy claro si el comienzo a trompicones de la aplicación de las vacunas, en medio de nuevas confrontaciones políticas y disparidad de criterios, otra vez, supondrá por fin la solución a corto y medio plazo. Un rayo de esperanza al que todos nos agarramos como a un clavo ardiendo esperando recuperar un poco de la normalidad que perdimos pero con la duda de si alguna vez podremos recuperarla del todo cuando todo esto acabe.

     Teniendo en cuenta las circunstancias y tal como están las cosas, podría seguir perfectamente con la entrada anterior del 20 de marzo del 2019 - El día que volvamos a besarnos sin miedo -  hasta que esta pandemia pase definitivamente. Por supuesto siempre que las vacunas que empiezan a administrarse tan lentamente nos inmunicen de verdad, o que el propio virus se normalice y desaparezca por un tiempo aunque vuelva por sus fueros de forma cíclica disfrazado con nuevos ropajes pero siempre al acecho, es decir como la gripe de toda la vida, vamos.

     De lo que no queda duda son las consecuencias que traerá la pandemia a todos los niveles, que serán muchas y de calado, como ya lo estamos comprobando en nuestras propias carnes. También está claro que el mundo ya no volverá a ser el mismo de antes. Eso seguro. Además de la irreparable desgracia que supone la pérdida de seres queridos para tanta gente, que es lo principal y más doloroso, y del descalabro económico que se está llevando por delante los frutos del trabajo y esfuerzo de muchos años de una parte importante de la población española y mundial, está el hachazo inmisericorde que el coronavirus ha asestado de forma certera a nuestra forma de vida y de relacionarnos; un estilo relajado y un tanto inconsciente, sobre todo en el occidente rico y opulento, con afectación en particular a las relaciones afectivas y al contacto social. El coronavirus ataca directamente nuestra necesidad de buscar la “piel con piel” con el otro, algo consustancial e imprescindible en países y culturas como la nuestra que necesita del contacto físico y el abrazo para lograr la felicidad de la gente.

     Vivimos días extraños y complicados de peste y pandemia universal que nos ha obligado a renunciar a cosas tan importantes para el equilibrio mental y emocional como es el contacto con las personas que queremos o a las relaciones sociales tal como las entendemos, sobre todo en un país como el nuestro. Una situación que nos impide salir de nuestras casas con libertad y mezclarnos con los demás como dicta nuestro espíritu gregario, algo que sólo deben aplaudir los anacoretas apartados del mundo por decisión propia o los misántropos de libro que odian a sus semejantes y creen de verdad que "el infierno son los otros", como aseguraba el filósofo francés J.P. Sartre en una de sus obras. No digamos ya la catástrofe económica, como decía antes, que todo esto supone para tanta y tanta gente con la difícil disyuntiva de elegir entre salud y economía.

    Es curioso pero a principios de enero del año pasado, una vez pasadas las fiestas, cuando el 2020 prometía lo mejor y de lo que vendría después sólo nos llegaba un eco lejano de China y apenas aventurábamos nada de la peste nefasta que ahora nos trae por la calle de la amargura, publiqué en el blog una entrada que titulé "Más luces que sombras" a cuento del lucerío con que el alcalde de Vigo nos había engalanado la ciudad convirtiendo nuestras navidades en un éxito económico y de público y en trending topic del mundo mundial. Aprovechando el tema y que nuestro GH seguía entonces y sigue ahora parado, desde mí óptica normalmente optimista saludaba aquel nuevo tiempo con ilusión e intentando resaltar las luces sobre las sombras. No podía imaginar entonces todo lo que nos esperaba.  Más de un año después, sigo sin perderle la cara a las cosas, aunque vengan torcidas, pero para ser justos y ecuánimes con la que esta cayendo el título más apropiado para esta entrada a día de hoy es “Más sombras que luces”. 

     Aún así, como todo en la vida, a pesar del año horroroso que nos ha tocado vivir, y que el 2021 parece seguir la misma pauta, siempre podemos encontrar destellos de luz, un rayo de esperanza en medio de la tormenta, momentos especiales y maravillosos que ni siquiera la pandemia puede desdibujar ni destruir atestiguando que la vida al final acaba floreciendo y sigue su curso. Momentos, emociones y pequeñas ilusiones que espero, cuando pase el tiempo, sean los que prevalezcan también en mi memoria cuando recuerde el año en que no pudimos besarnos ni abrazarnos sin miedo.

Forastero marulo

P.D: Para finalizar esta entrada ajena a la temática habitual del blog quiero hacer un pequeño homenaje con un breve poema de cosecha propia a todas esas personas, fundamentalmente mayores, que esta pandemia se ha llevado dejando un vacío en nuestro corazón y en nuestras vidas.

NO PUDE ESTAR CONTIGO

La desolación se apoderó de mi esperanza

cuando tus ojos se cerraron 

y dejaste de buscarme

a través de la mirada de unos ángeles 

de la guarda, con bata y sin alas,

que cuidaron de ti en mi ausencia

superando la impotencia y el miedo.

Mi corazón se rompió en mil pedazos

por no tener tu mano entre las mías 

acompañando tu último suspiro

con todo el cariño que merecías.

El mal invisible y cruel 

se cobró tu ánimo y tu aliento

apagando tu luz y tu vida,

y alimenta un dolor inconsolable

aprisionado en el alma

porque no pude estar contigo

para despedirme

y decirte cuanto te quería

cuando más me necesitabas.