LOS UNOS Y LOS OTROS

    Teniendo en cuenta el tiempo que nos queda de aquí a la gran final es el momento de valorar las cosas que consideramos verdaderamente relevantes a la hora de premiar a las personas que queremos ver los últimos días en la casa hasta que esta edición de las parejas baje definitivamente el telón.  En cualquier caso entiendo que deberíamos prescindir de aquellos que quedan en la casa por vivir la experiencia sólo lo justo y sin meterse en el fango hasta el cuello, de los que han intentado pasar desapercibidos y esquivar el mayor número de conflictos posibles con el único objetivo de resistir para acercarse a la final intactos, ver si cuela y por descarte logran llevarse el maletín como quien no quiere la cosa delante de las narices de los demás, sobre todo de los que se han dejado el alma, y a veces la dignidad, en esa hoguera cruel y devoradora de concursantes que es Guadalix. 

    Un último esfuerzo para evitar la victoria injusta de los que se han pasado los meses viendo los toros desde la barrera aprovechándose de los conflictos de los otros, de los que se implican hasta cansarse y perder sus fuerzas, y cuando éstos ya no pueden más, destrozados y debilitados por la convivencia, salen de su cueva y aparecen frescos y sin mancha para robarles la cartera y de paso el premio. Una actitud que se resume con comportamientos y actitudes vitales como acostarse a la hora de las gallinas, salvo obligación de hacer fiesta por parte de la organización con algo de alcohol por medio para superar el hastío; o con la costumbre de esfumarse cuando se monta la gresca, escurriendo el bulto sin mojarse, y una vez acabado el pifostio aparecer de nuevo, sin que se note mucho para dar palmaditas a unos y otros, o besitos hipócritas si hace falta.

  Menos mal, eso espero, que perdidos en el juego anodino de reservarse y esconder siempre las cartas, la imagen de algunos comience a perjudicarse seriamente de cara a la audiencia y lo que puede ser una ventaja para no salir en las votaciones para expulsar, algo que ocurre con demasiada frecuencia, cuando toquen votaciones en positivo para pasar a la final, o en la jugada definitiva si logran colarse de rondón, semejante actitud conservadora no les sirva de nada excepto carambolas retorcidas y poco probables. En este juego de estrategia tangencial, donde algunos concursantes viven y sienten de refilón, adoptando la postura vital de la ameba insignificante pero incombustible en su simplicidad, están los primos, Azahara y sobre todo el dueño de la cabra. Hugo se ha erigido en el campeón del estilo avestruz, y en cuanto ve problemas o atisba la mínima señal de follón se escurre a lo Mortadelo y desaparece de la escena para reaparecer después, cuando amaina la tormenta, para dar palmaditas en la espalda a unos y a otros de forma hipócrita, y luego ya en privado con una de las partes se dedica a despotricar y a criticar a la otra - normalmente a las primas -, prometiendo lleno de indignación que un día de estos acabarán con su paciencia y les dirá cuatro cosas, algo que al final nunca dice ni hace.  

   En contraposición tenemos los cuatro restantes: las primas, Luis y Paula. Cada uno a su manera sí que se mojan en el concurso, e independientemente de que me gusten más o menos y se equivoquen o no en lo que hacen y dicen, apuestan y arriesgan fuerte dentro de la casa.  Es algo que percibí claramente la noche del picnic y que se confirma a medida que se acerca la final. Puede que en algún caso como Paula todo forme parte de una estrategia premeditada y artificiosa en muchos aspectos de su concurso, al menos así me lo parece, pero con todos ellos tengo la sensación aquella que tenía con Patricia de GH 12, que seguirían instalados en la burbuja de Guadalix el tiempo que hiciese falta renunciando a la realidad exterior, algo que por el contrario no me ocurre con los otros, que parecen contar los días que faltan para que el concurso acabe de una puñetera vez y volver a lo suyo.

    Yoli es el paradigma de ese espíritu, hasta el punto de caer una y otra vez en la misma trampa emocional que supone su nociva relación con Joni, ciega y sorda a los múltiples avisos que le llegan de todas partes para evitarla, porque sabe perfectamente que fuera de esos muros en los que vive encerrada ya nunca podrá tener al primo y lo perderá para siempre. Y sobre todo porque en lo más profundo de su fuero interno, por encima de su orgullo pisoteado y la dignidad perdida, le queda todavía un rayo de esperanza.  Ella se agarra desesperadamente a una ilusión y cree adivinar todavía, como terca e ilusa enamorada, que tras la mirada insustancial y egoísta de Jonathan hay una pequeña llama, un rastro de luz para llegar directa a su corazón. Y cuando la realidad es tozuda, y comprueba que no hay respuesta detrás de la puerta acorazada del pecho del primo decide contra toda lógica, y en su perjuicio, que prefiere vivir en su mentira y estar feliz con él hasta que la echen o él se vaya.

    Y Jonathan, que está nominado esta semana, no lo olvidemos, todavía ayer volvía a reclamar el cariño de la prima invitándola a su cama, alimentando el bucle infinito del que no saben o no quieren salir después de asistir a las lágrimas de los dos a ambos lados de la puerta del confesionario por la imposibilidad de cuadrar su relación en ese punto de intersección y equilibrio tan difícil de conseguir y que satisfaga a los dos. Un muro simbólico que separa dos formas tan diferentes de vivir y sentir Gran Hermano. La de Yolanda dando la cara, decidida, valiente y arriesgando hasta equivocarse gravemente incluso contra sus propios intereses; en contraposición con la actitud cobarde de Jonathan, siempre indeciso, oportunista e incapaz de dar un paso de forma independiente sin la muleta de Juanma marcando el paso y dando sus bendiciones.

    Por su parte el primo mayor sigue enrocado en otro bucle irresoluble con la reina elfa, esperando que esa tensión autocontenida en la que viven instalados tan cómodamente se disuelva de forma productiva el día de la final para uno de los dos. A ser posible a su favor. En el caso de Aza, por las noticias que ha recibido del exterior, ese idilio tan peculiar, por denominarlo de alguna forma, que mantiene con el primo ha torpedeado de forma clara la relación con su novio. Esa noticia, que no sabemos muy bien si le duele o le alivia, viene a sumarse a la colección de agobios y neuras que atenazan la vida diaria de esta mujer que lo que tiene de guapa lo tiene de complicada.  Con lo celosa que parece - no soporta que le roben la exclusividad de Juanma sacando las uñas si es necesario - me pregunto si realmente se creía de veras que su novio podía tener otra actitud más comprensiva en relación al asunto que se trae con el primo. La respuesta en su caso es muy sencilla, simplemente imaginando qué haría si estuviese en el lugar de su novio ante la misma situación, con ella fuera y él dentro de la casa.

    Hablando de otra cosa, recuerdo que en la universidad tenía un colega simpático y algo gañán que en plena efervescencia de testosterona, y con un par de copas encima, entre las muchas gracietas que soltaba repetía a menudo que "el roce hace el cariño, pero si el roce es mucho, cuidado que viene el niño". Últimamente me acuerdo mucho de Omar, y de paso del colega aquél y de sus ripios, cuando criticaba y no entendía, con cierta razón, la naturaleza inocente del roce fraternal entre Luis y Paula. Era cuestión de tiempo que tanto roce acabase en los preliminares del goce, y más después de ver y escuchar el vídeo de apoyo del torero durante el debate del domingo, con un "morimos de amor" escrito en una pancarta y que todos sus familiares y amigos de Ronda coreaban al unísono.  Me pregunto si esta cosa entre "hermanos" que ocurrió bajo las sábanas - desahogo, favor de amiga, calentón o lo que sea - pasará a ser asunto de carpeteras paulistas al modo que lo fue el asunto que tuvo con Omar, o estaremos hablando de algo novedoso en la historia de Gran hermano: la pancarta en vez de la carpeta.  Un concepto más a lo grande, con su ejército de pancarteras, para digerir esta historia tan disparatada entre el torero andaluz repeinado y la hawaiana tatuada. Un nuevo melodrama en la que muchos pasarán de morir de asco - usando las propias palabras de Paula cuando según ella besó por equivocación dentro de la cama a su hermanito Luis - a morir de amor.   

     Por cierto, y para acabar, la idea de quitar en estos momentos a Alejandra del juego siguiendo las delirantes y disparatadas consignas frigentianas de un tipo que se vanagloria en público de ser amigo del Gato como si de un mérito de su curriculum se tratara es para llorar. No sé si de risa o de pena. Sólo a él en su ceguera paulista se le ocurre argumentar sin venir a cuento, se hable de lo que se hable, que "la prima es la culpable". Culpable de qué, me pregunto. El personal se quedó tan alucinado durante el debate que a punto estuvo de abuchearlo y Jordi harto de tanta incongruencia lo mandó callar sin contemplaciones.  En fin, que no sólo me parece una injusticia de libro con una concursante que cumple una las reglas de oro de este programa, que es mantenerme pendiente de la pantalla cada vez que sale con su magnetismo, un efecto que se multiplica al lado de Yoli, su prima, y que mejora la visión de cualquiera de sus compañeros que se le arrime; sino que además su expulsión sería un error que no se merece el programa.   También es verdad, y tengo que darle la razón a Prudent en sus comentarios, que precisamente por esa luminosidad y esa energía indomable que no mide a veces le cuesta pensar en los demás y hace daño gratuito, sobre todo a los que más quiere. A Yoli la primera. Algo que casa perfectamente con lo que ella cuenta de su problemática relación con su madre.

Forastero marulo