Recuerdo perfectamente el momento en
que fui consciente de que GH 13 sin duda alguna, con vueltas o sin vueltas, se lo iba a
llevar Pepe Flores de calle salvo que cometiese uno de esos fallos
imperdonables que no tienen remedio. Fue hace casi cuatro meses, el
jueves nueve de febrero, cuando se jugó por primera vez la
expulsión con Marijoy y Aristides. Ese mismo día publiqué una entrada por la
mañana en el blog dedicada en exclusiva al bailaor que titulé: “No habrá paz para los malvados: Pepe Flores”. Aquello fue una excepción ya que normalmente suelo publicar sólo dos
entradas a la semana, una el martes y otra el viernes.
Cuento esto ahora porque aquel día decidí escribir una entrada a mayores enrabietado y preocupado ante la convicción de
que estaba a punto de asistir, con todas sus consecuencias, al nacimiento del mito Pepe Flores si
superaba aquella nominación. Por eso necesitaba, como siempre hago
en los momentos importantes del concurso, dejar claro mi parecer para
que nadie se llevase a engaño, y porque tenía el oscuro presentimiento de
que aquella gala supondría el pistoletazo de salida para una carrera cuya meta final se decidió ayer con la victoria del bailaor. Un largo recorrido con el corazón en una mano y el látigo de su autenticidad en la otra que culminó en el momento en que Laura, la "globulosa" ganadora de GH 12, le entregó
el ansiado maletín. Y no me equivoqué.
A pesar de que ya entonces el bailaor no me convencía demasiado deseaba sin embargo que saliese expulsado Aris como así fue. Una expulsión merecida después de unos días de lamentable concurso tras el agrio enfrentamiento que protagonizó con Pepe y por otras razones que no vienen ahora al caso. Como origen de aquella disputa la presencia ayer noche en el plató de la perrita Torso, tan preciosa
y crecida, fue un símbolo que me hizo recordar, en plena
vorágine de la final, la premonición que me angustió aquel día ya lejano de febrero. También se cumplió en aquella gala mi deseo de que el bailaor volviese a la casa tras pasar previamente por el plató después de Marijoy, porque temía, en caso de que se librase él en primer lugar, un regreso a Guadalix cargado de argumentos para seguir en sus trece.
Aquella noche tenía el corazón dividido y Pepe
me resultaba todavía simpático e ingenioso en ocasiones, aunque ya sabía que difícilmente tendría mi aplauso y que no ganaría mi corazón.
Con la expulsón de Aris primero y con
la vuelta del bailaor a la casa después de la filipina, aquella
misma noche en la que todo se cumplió como deseaba supe que Pepe
ganaría el concurso tras pulverizar a Aristidín en la entrevista.
Ocurrió ante una Mercedes que se entregó sin reservas enamorada de su “arte” y
su simpatía, mientras él comprobaba en directo desde el búnker que el plató enfervorizado
aplaudía y reía cada una de sus gracias e intervenciones. Aquella
información extra le dio alas porque confirmó que fuera gustaba
su estilo directo, “a cuchillo”, y que estaba en el camino
correcto. Allí puso el primer peldaño seguro y firme con destino a la final.
Fue una noche contradictoria y agridulce porque supe que a partir de
entonces todo el que se enfrentara con él saldría tarde o temprano y sin remedio de
la casa. Después de aquella gala, tal como lo había reflejado en la entrada anterior, comprendí también que yo sería un "reventado" más durante los largos meses que nos quedaban de concurso. Algo muy semejante, que no lo mismo, a lo que me había pasado
en GH 10 con Iván.
Aunque más adelante apuntaré algo sobre el tema de Noemí como su acompañante más uno, y la probable influencia en su victoria, Pepe ha ganado el concurso de forma indiscutible y con autoridad metiéndose en el bolsillo a una parte importante de la audiencia, que se quedó con la parte luminosa y carismática de su personalidad obviando sus múltiples costuras y defectos. Ganó ese tipo que suele ser el foco de la atención en cualquier fiesta o sarao. El príncipe del chascarrillo y la burla como dardo mortal. El maestro del insulto como obra de arte e ingenio. Un concursante que podría convertirse perfectamente en un icono más de la España de siempre. Como la botella de tío Pepe o el toro de Osborne, como Manolo el del bombo o la canción de Paquito el chocolatero. Ya veo su imagen, en jarras, mirándonos a todos con esos ojillos traviesos y pícaros desde cualquier valla de nuestras carreteras o desde las fachadas de plazas o calles de este santo país nuestro: Pepe Flores, de profesión bailaor y ganador de GH 13. "Pa quitar el sentío" como el mismo exclamó entusiasmado e hiperbólico la noche en que probó aquel controvertido bizcocho de arroz y dos huevos que Pipi preparó a hurtadillas la famosa noche de autos.
El bailaor tiene todas las virtudes y defectos de lo nuestro, del producto nacional sin adulterar. Así, en bruto. Made in Spain. En él se adivinan esas esencias eternas del alma española. Lo mejor y lo peor de nuestro ADN. Como congelados en el tiempo he visto reflejado en sus actitudes, en sus gestos y en sus palabras lo sustancial de algunos tópicos que nos definen como lo que somos, y que nos ensalzan o encorsetan desde hace siglos. Desgraciadamente en mi visión de Pepe, al contrario que el año pasado con Laura, pesó más su parte negativa y rancia, esos tics y lugares comunes de los que siempre hemos pretendido desprendernos pero que renacen de nuevo a poco que se escarbe en la superficie de nuestra frágil modernidad.
Una visión determinante cuando sólo veía intransigencia con los contrarios exigiendo lealtad sin límites a los suyos. Cuando veía que lo más importante era su reputación por encima de todo, cayese quién cayese, ese vicio tan español ligado a un orgullo exagerado y limitante. Cuando comprobé su vena rencorosa, vengativa e intimidatoria con la cuestión de las nominaciones. Cuando asistí a la continua desconfianza en sus compañeras a las que siempre tuvo bajo una sombra de sospecha constante respecto a sus intenciones a pesar del cariño incondicional que le profesaban. Cuando insistía, vendiéndose una y otra vez, en que él iba siempre de cara y con el corazón en la mano. Cuando echó balones fuera sabiendo que Pipi estaba hasta las cachas por él. Cuando de forma miserable se salvó a sí mismo de las nominaciones demostrando que lo que primaba en su concurso era la ambición por encima de todo.
Pepe siempre fue a su bola sin desviar jamás el rumbo que se había marcado. Ése era su juego, convenció y lo consiguió. A menudo observaba el panorama a su alrededor con cierto desdén calculado, como si todo le diese fatiga y fuese una chorrada que hay que hacer porque no queda otra. Es perfectamente consciente de que provoca atracción y derrocha magnetismo natural a raudales. Por experiencia sabe que en cualquier grupo de personas siempre habrá un número determinado de ellas, sobre todo chicas, dispuestas a bailar al ritmo que marquen sus palmas y rendidas incondicionalmente a sus encantos. Él siempre ocupó el centro de la pista de baile de la convivencia en la casa, el lugar predominante donde se quedaba plantado con su postura torera de zapateado, como el maestro en la plaza que después de la faena extiende su brazo, montera en la mano, y se marca un saludo a la platea mostrándonos su sonrisa picarona y encantadora. Con Pepe no queda otro remedio que seguir sus movimientos o no tienes nada que hacer, porque él jamás intentará probar otro baile ni seguir otro ritmo que no sea el suyo.
Tal vez sea injusto con el bailaor pero tampoco ayudó para nada en mi visión adversa de lo suyo esa deriva flamenca ni sus taconeos. Tampoco esa pose de torero siempre plantado y orgulloso incapaz de reconocer nada bueno en el enemigo o contrincante, que para él sólo merece la estocada definitiva. Menos aún esa estética atemporal pero tan reconocible y cañí, con su melena de chunguito algo revenido y lolailo, con su uña larga del dedo meñique y sus trajes horteras de padrino en un bautizo de pueblo. Reconozco que esa falta de química con él descansa probablemente encima de una montaña de prejuicios y presunciones disfrazada a menudo con la coartada de los argumentos. Tal vez. Todos los tenemos. Los que adoran al bailaor y han sabido ver y valorar en él todas sus virtudes haciéndolo justo ganador también han tenido, seguro, sus prejuicios con otros concursantes, y el listado sería interminable.
Dicho lo dicho debo reconocer que Pepe ha sido, sobre todo, coherente en su conducta y muy ambicioso. La ambición de ir a por el maletín como objetivo inequívoco siguiendo la línea recta sin variar un ápice el rumbo marcado. Lo hizo sin titubeos y jugando sus bazas como nadie: simpatía, intuición, ingenio y mano de hierro para manejarse en las distancias cortas, pero sobre todo consiguió el dominio total del escenario controlando su esfera afectiva y evitando dejarse llevar por cualquier sensiblería que el denominaba simples mariconadas o calificaba de largometrajes.
La decisión de elegir a Noemí como acompañante "más uno" fue su última apuesta. La jugada maestra orquestada por su amigo David y allegados que aceptó sin dudar y sostuvo los últimos días con pulso firme en la casa, asegurándose así además el suculento caladero de votos de la canaria y manteniendo al mismo tiempo la adhesión inquebrantable hasta el final del clan del bizcocho como se demostró con la alegría de Pipi, Marta y una espléndida María cuando entusiasmadas se felicitaron de corazón por su victoria, tanto o más que si ganasen ellas.
Al margen de toda esta apoteosis "pepista" me dolió especialmente el cuarto puesto de Aless, probablemente la mejor persona de la casa y la que más cariño y afecto suscitó en todos sus compañeros. Ahora sé que estoy en lo cierto al considerar que fue un error en su día, de cara a ganar el concurso, que eligiese a Marta como acompañante "más uno" en vez de Noemí. Aunque era una apuesta arriesgada teniendo en cuenta lo que pasó y vio en aquella gala de su falsa expulsión con ella delante, pensándolo fríamente hubiese sido la decisión más lógica ya que al final tuvo que cargar igualmente con la canaria, cuando ésta entró elegida por Pepe, en un difícil equilibrio que sólo sirvió para fulminar definitivamente sus opciones y regalando una parte significativa de los votos noemistas al bailaor, que apuntaló así todavía más su cantado triunfo. A pesar de saber perder con elegancia y mostrar un comportamiento exquisito con todos, la mirada triste y de decepción del italiano durante la entrevista no dejaba ningún lugar a dudas.
La gala en sí, con todas sus liturgias y su algarabía no me pareció perfecta. Un poco anodina quizás. Tan sólo los montajes de los vídeos de los concursantes resultaron magníficos y muy bien editados. La emoción nació más por ese enganche de adicto a GH que por otra cosa. Un subidón de sensaciones que sólo entendemos en toda su plenitud los que nos apasionamos sin medida con este programa. Una espiral vertiginosa e irresistible que nos lleva en volandas hasta el último día, en la final, después de todas las horas, días y meses compartiendo la pasión por este concurso con los nuestros. Una extraña fascinación en un momento tan especial repleto de alegría y también de muchos sinsabores. La satisfacción de un reto conseguido aunque el resultado final no fue el que hubiese querido después de tanto tiempo regalado al programa con generosidad y de haber pensado, a priori, que viviría la culminación de GH 13 con más frialdad de la deseada.
A pesar de las veleidades y las trampas que nos regaló el programa fue un concurso maravilloso, fundamentalmente gracias a sus concursantes. Un grupo de personas verdaderamente anónimas, reales y cercanas que consiguieron que nos implicásemos con intensidad en sus vidas ganándonos el corazón después tantos meses entre esas cuatro paredes. El ganador, Pepe, no era evidentemente mi preferido, pero me conformo y doy por buena su victoria felicitando a todos y todas los que apostaron por el bailaor. En particular a las que lo habéis defendido aquí, en esta casa, con uñas y dientes de principio a fin.
Como administrador del blog no sé como agradecer a todos los que habéis decidido acercaros a este lugar para compartir vuestras opiniones. Lo que más me enorgullece es comprobar que un año más, Crónicas Marulas, ha sido un lugar para hablar de GH a través del debate apasionado, el humor compartido y el diálogo inteligente. Un espacio acogedor donde reinó siempre el respeto y la complicidad por encima de todo lo demás, algo que no sería posible sin vuestra presencia y que tal como están las cosas en la red parece un milagro.
Para terminar quiero felicitar también en esta última entrada sobre GH 13 a Ácrata y a Balzac, administradores de Gran Hermano Comentado y Gran Hermano Treze respectivamente, los dos blogs vecinos y amigos que han disfrutado y celebrado el triunfo de Pepe Flores, su concursante favorito.
Forastero Marulo
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El bailaor tiene todas las virtudes y defectos de lo nuestro, del producto nacional sin adulterar. Así, en bruto. Made in Spain. En él se adivinan esas esencias eternas del alma española. Lo mejor y lo peor de nuestro ADN. Como congelados en el tiempo he visto reflejado en sus actitudes, en sus gestos y en sus palabras lo sustancial de algunos tópicos que nos definen como lo que somos, y que nos ensalzan o encorsetan desde hace siglos. Desgraciadamente en mi visión de Pepe, al contrario que el año pasado con Laura, pesó más su parte negativa y rancia, esos tics y lugares comunes de los que siempre hemos pretendido desprendernos pero que renacen de nuevo a poco que se escarbe en la superficie de nuestra frágil modernidad.
Una visión determinante cuando sólo veía intransigencia con los contrarios exigiendo lealtad sin límites a los suyos. Cuando veía que lo más importante era su reputación por encima de todo, cayese quién cayese, ese vicio tan español ligado a un orgullo exagerado y limitante. Cuando comprobé su vena rencorosa, vengativa e intimidatoria con la cuestión de las nominaciones. Cuando asistí a la continua desconfianza en sus compañeras a las que siempre tuvo bajo una sombra de sospecha constante respecto a sus intenciones a pesar del cariño incondicional que le profesaban. Cuando insistía, vendiéndose una y otra vez, en que él iba siempre de cara y con el corazón en la mano. Cuando echó balones fuera sabiendo que Pipi estaba hasta las cachas por él. Cuando de forma miserable se salvó a sí mismo de las nominaciones demostrando que lo que primaba en su concurso era la ambición por encima de todo.
Pepe siempre fue a su bola sin desviar jamás el rumbo que se había marcado. Ése era su juego, convenció y lo consiguió. A menudo observaba el panorama a su alrededor con cierto desdén calculado, como si todo le diese fatiga y fuese una chorrada que hay que hacer porque no queda otra. Es perfectamente consciente de que provoca atracción y derrocha magnetismo natural a raudales. Por experiencia sabe que en cualquier grupo de personas siempre habrá un número determinado de ellas, sobre todo chicas, dispuestas a bailar al ritmo que marquen sus palmas y rendidas incondicionalmente a sus encantos. Él siempre ocupó el centro de la pista de baile de la convivencia en la casa, el lugar predominante donde se quedaba plantado con su postura torera de zapateado, como el maestro en la plaza que después de la faena extiende su brazo, montera en la mano, y se marca un saludo a la platea mostrándonos su sonrisa picarona y encantadora. Con Pepe no queda otro remedio que seguir sus movimientos o no tienes nada que hacer, porque él jamás intentará probar otro baile ni seguir otro ritmo que no sea el suyo.
Tal vez sea injusto con el bailaor pero tampoco ayudó para nada en mi visión adversa de lo suyo esa deriva flamenca ni sus taconeos. Tampoco esa pose de torero siempre plantado y orgulloso incapaz de reconocer nada bueno en el enemigo o contrincante, que para él sólo merece la estocada definitiva. Menos aún esa estética atemporal pero tan reconocible y cañí, con su melena de chunguito algo revenido y lolailo, con su uña larga del dedo meñique y sus trajes horteras de padrino en un bautizo de pueblo. Reconozco que esa falta de química con él descansa probablemente encima de una montaña de prejuicios y presunciones disfrazada a menudo con la coartada de los argumentos. Tal vez. Todos los tenemos. Los que adoran al bailaor y han sabido ver y valorar en él todas sus virtudes haciéndolo justo ganador también han tenido, seguro, sus prejuicios con otros concursantes, y el listado sería interminable.
Dicho lo dicho debo reconocer que Pepe ha sido, sobre todo, coherente en su conducta y muy ambicioso. La ambición de ir a por el maletín como objetivo inequívoco siguiendo la línea recta sin variar un ápice el rumbo marcado. Lo hizo sin titubeos y jugando sus bazas como nadie: simpatía, intuición, ingenio y mano de hierro para manejarse en las distancias cortas, pero sobre todo consiguió el dominio total del escenario controlando su esfera afectiva y evitando dejarse llevar por cualquier sensiblería que el denominaba simples mariconadas o calificaba de largometrajes.
La decisión de elegir a Noemí como acompañante "más uno" fue su última apuesta. La jugada maestra orquestada por su amigo David y allegados que aceptó sin dudar y sostuvo los últimos días con pulso firme en la casa, asegurándose así además el suculento caladero de votos de la canaria y manteniendo al mismo tiempo la adhesión inquebrantable hasta el final del clan del bizcocho como se demostró con la alegría de Pipi, Marta y una espléndida María cuando entusiasmadas se felicitaron de corazón por su victoria, tanto o más que si ganasen ellas.
Al margen de toda esta apoteosis "pepista" me dolió especialmente el cuarto puesto de Aless, probablemente la mejor persona de la casa y la que más cariño y afecto suscitó en todos sus compañeros. Ahora sé que estoy en lo cierto al considerar que fue un error en su día, de cara a ganar el concurso, que eligiese a Marta como acompañante "más uno" en vez de Noemí. Aunque era una apuesta arriesgada teniendo en cuenta lo que pasó y vio en aquella gala de su falsa expulsión con ella delante, pensándolo fríamente hubiese sido la decisión más lógica ya que al final tuvo que cargar igualmente con la canaria, cuando ésta entró elegida por Pepe, en un difícil equilibrio que sólo sirvió para fulminar definitivamente sus opciones y regalando una parte significativa de los votos noemistas al bailaor, que apuntaló así todavía más su cantado triunfo. A pesar de saber perder con elegancia y mostrar un comportamiento exquisito con todos, la mirada triste y de decepción del italiano durante la entrevista no dejaba ningún lugar a dudas.
La gala en sí, con todas sus liturgias y su algarabía no me pareció perfecta. Un poco anodina quizás. Tan sólo los montajes de los vídeos de los concursantes resultaron magníficos y muy bien editados. La emoción nació más por ese enganche de adicto a GH que por otra cosa. Un subidón de sensaciones que sólo entendemos en toda su plenitud los que nos apasionamos sin medida con este programa. Una espiral vertiginosa e irresistible que nos lleva en volandas hasta el último día, en la final, después de todas las horas, días y meses compartiendo la pasión por este concurso con los nuestros. Una extraña fascinación en un momento tan especial repleto de alegría y también de muchos sinsabores. La satisfacción de un reto conseguido aunque el resultado final no fue el que hubiese querido después de tanto tiempo regalado al programa con generosidad y de haber pensado, a priori, que viviría la culminación de GH 13 con más frialdad de la deseada.
A pesar de las veleidades y las trampas que nos regaló el programa fue un concurso maravilloso, fundamentalmente gracias a sus concursantes. Un grupo de personas verdaderamente anónimas, reales y cercanas que consiguieron que nos implicásemos con intensidad en sus vidas ganándonos el corazón después tantos meses entre esas cuatro paredes. El ganador, Pepe, no era evidentemente mi preferido, pero me conformo y doy por buena su victoria felicitando a todos y todas los que apostaron por el bailaor. En particular a las que lo habéis defendido aquí, en esta casa, con uñas y dientes de principio a fin.
Como administrador del blog no sé como agradecer a todos los que habéis decidido acercaros a este lugar para compartir vuestras opiniones. Lo que más me enorgullece es comprobar que un año más, Crónicas Marulas, ha sido un lugar para hablar de GH a través del debate apasionado, el humor compartido y el diálogo inteligente. Un espacio acogedor donde reinó siempre el respeto y la complicidad por encima de todo lo demás, algo que no sería posible sin vuestra presencia y que tal como están las cosas en la red parece un milagro.
Para terminar quiero felicitar también en esta última entrada sobre GH 13 a Ácrata y a Balzac, administradores de Gran Hermano Comentado y Gran Hermano Treze respectivamente, los dos blogs vecinos y amigos que han disfrutado y celebrado el triunfo de Pepe Flores, su concursante favorito.
Forastero Marulo
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