En el debate final de la noche del domingo, con la Milá ejerciendo de maestra de ceremonias y hablándonos de sus cositas a la menor oportunidad, tuve la sensación de que la veterana
presentadora tenía la pretensión de acabar una edición tan fructífera y exitosa para la cadena como ha sido
GH 15 con un broche de oro y de buena onda, procurando restañar las posibles heridas y los múltiples “reventamientos”
cruzados que surgen en el plató a la menor que salta. Después de tres meses
de convivencia y por la dinámica endiablada de las galas y debates posteriores siempre se levantan múltiples susceptibilidades con las típicas salidas de tono de los que se sienten damnificados y con su imagen
perjudicada por méritos propios y ajenos, o por ambas cosas a la vez. Es decir, lo habitual. La cadena con su visión de las cosas mercantilista e interesada y con la sartén por el mango presentando siempre los hechos desde la perspectiva del relato que más le conviene, mientras una parte de los concursantes
aguantan callados y estoicos intentando que acabe la fiesta lo mejor posible y no
les toque su ración de palo si no están en el lado correcto de las cosas comulgando con el "Haway que guay" de la ganadora. Y otros, los más beligerantes, como no podía ser de otra manera - porque se trata de GH -, aprovechando la mínima oportunidad para quejarse por el maltrato
recibido y quedarse con la última palabra a ser posible.
Es buena nuestra Mercedes como para soltar el timón en manos de nadie, y más cuando se trata de dar finiquito al espectáculo, que ella de lo que quiere hablar es de amoríos, de carpetas presentes y futuras, de lo mucho que aprenden todos gracias a su paso por Guadalix, como si fuese una escuela de vida, y que no le vengan hablando de circos ni de timos, que para eso ella entró el primer día del concurso en la casa para pasar una noche en Guadalix acompañada de falacia, aquella gallina de la que nada se supo después por cierto; como de paparrintín, el concursante mejicano que se esfumó tras su abandono precipitado al principio del concurso. Ella como mucho acabará por los suelos en el plató, espatarrada debajo de algún concursante, como le pasó durante el debate con el bueno de Joni. Todo muy gracioso. Y si alguno de sus niños se le subleva o le sale respondón, ya se sabe, a aguantar un "venga, hasta luego", la frase de la edición marca gatuna de la casa para desarmar a disidentes o contrariados. Y si alguien trata de argumentar con un poco de criterio tenga razón o no, enseguida se le recuerda que ocupa la fila cero, la de los reventados o perdedores, o le plantifican en todos los morros el porcentaje de votos que certificó la victoria en función del cual sólo queda decir amén y hasta otra amigos.
Es buena nuestra Mercedes como para soltar el timón en manos de nadie, y más cuando se trata de dar finiquito al espectáculo, que ella de lo que quiere hablar es de amoríos, de carpetas presentes y futuras, de lo mucho que aprenden todos gracias a su paso por Guadalix, como si fuese una escuela de vida, y que no le vengan hablando de circos ni de timos, que para eso ella entró el primer día del concurso en la casa para pasar una noche en Guadalix acompañada de falacia, aquella gallina de la que nada se supo después por cierto; como de paparrintín, el concursante mejicano que se esfumó tras su abandono precipitado al principio del concurso. Ella como mucho acabará por los suelos en el plató, espatarrada debajo de algún concursante, como le pasó durante el debate con el bueno de Joni. Todo muy gracioso. Y si alguno de sus niños se le subleva o le sale respondón, ya se sabe, a aguantar un "venga, hasta luego", la frase de la edición marca gatuna de la casa para desarmar a disidentes o contrariados. Y si alguien trata de argumentar con un poco de criterio tenga razón o no, enseguida se le recuerda que ocupa la fila cero, la de los reventados o perdedores, o le plantifican en todos los morros el porcentaje de votos que certificó la victoria en función del cual sólo queda decir amén y hasta otra amigos.
A pesar de estos peajes consustanciales del programa, reconozco
que al ver ayer a todos los concursantes sentados en las gradas, cautelosos y a la
expectativa de lo que les esperaba, sentí una punzada de melancolía, la nostalgia anticipada por una etapa que termina para los concursantes y para nosotros e imaginé la casa vacía con las luces apagadas mientras ellos se reunían por última vez
juntos en el plató bajo la batuta de Mercedes. Una tecnocasa silenciosa esperando la cuadrilla de operarios que
comenzará a desmontar a partir del lunes esos rincones, esos muebles y esa decoración que nos ha acompañado como trasfondo de sus vidas, de sus afectos y
desencuentros a los que hemos asistido como espectadores privilegiados y
adictos durante tantas y tantas horas durante los últimos tres meses. Un espacio donde resuenan todavía el eco de las palabras, los llantos y las risas de cada uno de sus habitantes mientras guarda
celoso y en silencio cada emoción vivida y sentida entre esas cuatro paredes y que hasta el viernes pasado estaban repletas de sueños, algunos alcanzados y el resto todavía por cumplir. Tantas vivencias magnificadas e
inolvidables de dieciocho personas que dejarán para siempre parte de su alma en
Guadalix hasta que un nuevo ciclo empiece y el escenario de la vida en directo vuelva a llenarse con los ánimos renovados de nuevos inquilinos y resurja otra vez esa magia capaz de
encandilarnos o llevarnos por el camino de la amargura, las dos cosas a partes iguales.
Esta
edición, que disfruté como pocas pero de una forma más reflexiva y con la sensibilidad a flor de piel,
será recordada dentro de la historia de este programa por varios motivos que la distinguirán de todas las anteriores y seguramente de
las que vendrán. En primer lugar por el concurso en parejas, una peculiaridad
que valoré con muchas reservas y que desde el principio se planteó con unas
diferencias entre los concursantes que mostraban a las claras las intenciones
del programa. Algunos entraron solos como la bellísima Azahara, a quien concedieron la potestad y el privilegio de escoger pareja entre todos los demás. Como ya sabemos eligió a Hugo, una decepción de concursante que se incorporó al programa con una cabra que respondía al nombre de Rubia, y a la que tuvimos que aceptar como animal de compañía con cagarrutias y todo.
En otros casos se trataba de personajes extravagantes o especiales que
llegaban solos pero que tuvieron su dosis de protagonismo al conocer a su pareja el mismo día de la gala inaugural. Es el caso de Paula, ganadora
a la postre del concurso y su unión con el mejicano José, el Paparrintín, del que nunca
más se supo desde que abandonó voluntariamente la casa. Otro expediente "equis" que sumar a la historia subterránea del concurso. Todavía recuerdo la actitud de desprecio hacia el mejicano de la ahora flamante ganadora cuando se quejaba en los confes al súper de cómo se les había ocurrido pensar que ella tenía algo que ver con el infeliz de José. También pertenecían a este grupo dos versos libres como Shaima y Paco, que tampoco pegaban entre ellos ni con cola, y que por diferentes causas se convirtieron en los dos concursantes más extravagantes y diferentes de la casa.
Omar, el chico malote de Carabanchel y la gran apuesta del programa para ser uno de los pilares
argumentales de la edición, que entró con su amigo Vitín y le endosaron a mayores como
tercero en liza a Alfredo, su medio hermano por parte de padre, un chico de
etnia gitana que supuestamente no sabía nada del asunto. Su vida desgraciada,
propia de una novela de Charles Dickens, introducía en la casa una situación
exterior que interesaba para la trama a la dirección del concurso. El guión previsto con el que se pretendía marcar la pauta básica de la convivencia este año y captar de paso la atención de la audiencia, una actitud en total contradicción con lo que se hizo al respecto con otros concursantes, como fue el caso de Paula, con la negativa a cualquier intento de sacar a colación algunos temas
polémicos sobre aspectos de su vida que ella misma puso sobre la mesa al contarlos en la
casa a sus compañeros con nosotros como espectadores.
Y para completar el cuadro estaban el resto de las parejas más convencionales que adornaban conjunto y se atenían a lo que en principio nos vendieron en las promos del programa: Yoli y Alejandra, las primas de Albacete; Juanma y Jonathan, los primos surferos valencianos; Maika y Loli, las hermanas cordobesas en paro y por último esa extraña pareja formada por Luis el torero y Fran su apoderado, que más parecía una sociedad mercantil que otra cosa. El primero, más que matador de su propia corrida, ejerció de rana del cuento que al final se convirtió en príncipe tras los besos robados a la princesa de helio bajo las sábanas después tantas semanas acostándose juntos como castos y bellos durmientes. Su apoderado, sin embargo, con el paso de los días se transformó en el otro villano, junto a Lucía, de la edición. Un concursante que entendió el concurso como un trabajo, o algo por el estilo, y que acabo caricaturizado y estigmatizado como el paradigma de la falsedad y el doble juego.
El
colmo de esta modalidad de concurso, tan confusa por la disparidad de parejas, llegó cuando entró Lucía, la
ex de Omar, en sustitución del paparrintín, el mejicano que abandonó el concurso
de forma nunca aclarada y desapareció como si se lo tragase el triángulo de las
Bermudas volando camino de su país. Su aparición magnética y triunfal fue un golpe de efecto inesperado que cambió el rumbo del concurso para bien o para mal dejando la casa patas arriba. Esta manera de concursar a
la larga resultó discriminatoria, injusta y
desequilibrada para unos y para otros. Los que entraron solos de principio parecían más vulnerables
de cara a la expulsión, como le pasó a Shamy y especialmente a Paco, que se fue
el primero, pero una vez superada la primera parte del concurso, sobre todo
a medida que se acercaba la final este lastre inicial para estos concursantes se convirtió en ventaja, por la
posibilidad de actuar de manera independiente sin ningún vínculo personal con la vida
anterior que los pudiese condicionar más allá de lo que ellos mismos nos quisiesen contar. Algo
que se vio claramente con Paula que vivió el concurso libre a su antojo,
tomando siempre sus propias decisiones en cada nominación sin sentirse jamás arrastrada por un compañero ni rendir cuentas
a nadie. Una situación de riesgo, ciertamente, pero que si acertaba con la audiencia se
convertiría además en una ventaja con el voto en positivo para quedarse o ganar concentrado en una sola persona y sin dividir, como así pasó en concreto con ella.
El
otro eje alrededor del cual giró la edición y que enganchó a la audiencia con el concurso fue el universo de Omar con todas sus derivadas. Un seguimiento del público que no se
debió tanto al tema de Alfredo, su hasta entonces hermano desconocido y algo secundario para los espectadores, como a la entrada de Lucía, el
personaje esencial de esta historia, el vértice imprescindible de cualquier triángulo amoroso que se precie y porque siempre es necesario fabricarse una
bruja malvada en los cuentos para que estos funcionen y la gente pueda identificarse con la pobre princesa despreciada y maltratada. La ex de Omar cumplió a la perfección con su papel de
revulsivo ejerciendo divinamente de mala del cuento a partir de aquella noche en que el concurso explotó en mil pedazos.
En realidad, devorada por los celos y con un carácter de armas tomar, Lucía fue a recuperar a su ex novio de los brazos de Paula, la concursante con la que él se había liado desde el principio en la casa formando una "carpeta" tan infumable que ni
rubia, la cabra, se podía creer. Gracias a
ella, y a su insistencia en recobrar a Omar pudimos asistir a las veinticuatro horas más
increíbles y emocionantes de la historia de Gran Hermano, lo que tardó Lucía en
conseguir que el de Carabanchel regresase a su regazo y a su cama después de una fiesta y
una madrugada de vértigo que implicó a casi todos los habitantes de la casa, y que nos mantuvo a nosotros pegados al directo como jamás lo habíamos estado antes, ni probablemente volveremos a estarlo en este programa. Una
madrugada que cambió el rumbo del concurso para convertirse en otra cosa, un golpe de suerte inesperado para la dirección del programa que supo aprovechar la historia para lo suyo, sumándose entusiasta a la nueva senda que se abría con la audiencia disparada y pendiente del melodrama y que convirtió a Paula en
la víctima perfecta y protagonista casi absoluta.
Todo
lo demás con diferentes tramas paralelas y superpuestas fue un discurrir fluido
y entretenido hacia la victoria de Paula mientras se fueron quedando por
el camino, uno a uno, todos los componentes del círculo de Carabanchel. La
primera Lucía, presente y necesaria en cada gala posterior para alimentar y
engordar desde el plató, con su impulsividad incontrolable y los - ¡ole tú! -repetidos hasta el cansancio por la realización, el mito imparable de la
hawaiana que nos vendía mientras tanto en la casa su cuento de princesa
muriendo de amor fraternal en otra cama con un caballero andaluz aspirante a matador, un seductor de opereta bastante ingenuo que culminó su
conquista sin seguir ninguno de los consejos que a petición propia le había dado Paco en septiembre sobre asuntos amorosos y que
llegó a su cima romántica con ese vídeo musical artístico que el torero con ínfulas de seductor a lo Enrique Iglesias le dedicó a su princesa, convertida ya reina de GH 15, en pleno directo durante el debate final de la edición.
Esas dos escenas encierran las claves de lo que fue el concurso. La primera el jueves en la casa, planificada por la dirección del programa dentro del guion previsto para poner fin al espectáculo la noche de la final con la visita de la pareja de Carabanchel, y la segunda, el domingo durante el último debate, mostrando al público que sigue creyendo en los cuentos que la princesa buena además de ganar un reino y un tesoro se queda con el amor del príncipe, un romántico torero de esencias patrias que demuestra a su amada el cariño y la devoción que le profesa, no a través de la espada y en el ruedo, sino con un romántico vídeo subido a youtube con el pretencioso título - El botón de la vida - Un regalo único para delirio del carpeterismo ultra romántico y sobre todo paulista. Lo que no me sorprendió en absoluto fue encontrarme durante el debate en el plató la versión más real de Paula, con esa actitud comedida, controlada y dueña de sí misma, hablando con criterio y alejada de voces impostadas y reacciones desmesuradas, precisamente la imagen que me hubiese gustado ver en la casa.
Ahora mismo debería despedirme consciente de que los voy a echar de menos a todos y del afecto que les he cogido a la mayoría. Recordaré con cariño sobre todo a las primas, mis preferidas, por su buen talante y su concurso alegre y desenfadado que llenó de vida esa casa junto a todos sus compañeros. Aunque nos quedó claro que este año se entraba en pareja pero se concursaba en solitario, una contradicción difícil de solventar en algunos casos como se demostró la última semana de la final, si el premio fuese para una de las parejas sin ninguna duda sería para ellas dos, porque lo tuvieron y lo entregaron todo, sin reservas. Me gustó la actitud de las dos durante la gala y en especial el saber estar de esa nueva Alejandra ya fuera del concurso asumiendo el siempre difícil papel de quedar segunda.
Como no podía ser de otra manera quiero hacer una mención especial a Yolanda, mi principal favorita casi desde el principio. No voy a repetir el porqué de tal elección ya que los argumentos quedan reflejados a lo largo de las treinta y dos entradas que he publicado sobre Gran Hermano 15 y como no podía ser de otra manera se trata fundamentalmente de una cuestión de piel. Sólo espero que gracias a su relación con Jonathan, un buen tipo al fin al cabo a pesar de todos sus defectos como concursante tibio donde los haya, aprenda que ella no es más que los demás pero tampoco menos que nadie, y que si no quiere sufrir en la vida ni en el amor lo primero que debería hacer es seguir el consejo de su madre y respetarse a si misma. Simplemente porque ella lo vale y aunque sea muy importante ojalá comprenda que para ser feliz no es suficiente con tener buen corazón.
Decía que su concurso estuvo lleno de vida, y junto a su prima Alejandra consiguieron iluminar entre las dos la presencia de otros concursantes que sin ellas habrían pasado desapercibidos o tendrían menos relevancia. Por eso, para terminar y despedirme por fin de este Gran Hermano que he vivido con ilusión e interés desde el principio, en gran parte gracias a ellas, me gustaría dedicar a esta chica rubia de Albacete, a su prima y por medio de las dos a todos sus compañeros una canción de la ELO que me transmite energía positiva desde siempre: "Algo vivo"- Livin' Thing
Forastero marulo
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