HAGAN JUEGO SEÑORES

    La partida sigue su curso en Guadalix y cada uno procura agitar con fuerza su cubilete para echar los dados con determinación en la mesa, esperando que todavía salga la escalera de color de su vida o un buen póquer que cambie su suerte.  No son muy conscientes de que la verdadera mano del destino ya se jugó hace tiempo, cuando consiguieron entrar en GH. La realidad es que más de tres meses después sólo ocho continúan en el juego y gran parte de los dados ya están sobre la mesa.

    Ahora, esperando la gala del jueves, cada uno lo lleva a su manera descubriendo muchos su jugada. A Marcelo, más vendido que nunca, ya sólo le falta simular una boda ante España para ser indultado mientras sigue proclamando que su historia de amor no tiene futuro más allá de esas cuatro paredes.    
     Dámaso, desaparecido, necesita un libro de rezos para buscar consuelo en la oración, o pedir clemencia por haberse esfumado desde que salió del armario y el espíritu de Manolo Escobar lo abandonó.  
    Marta pierde puntos a pasos agigantados navegando ahora indecisa después de tanto tiempo en que casi todos la vendieron, con sus colegueos impensables en el jacuzzi por  devoción a Yago, por su equívoco apego al novio de España, por su amistad con Laura… Presa en definitiva de esos instintos de mamá leona de los que tanto presume, haciendo equilibrios nada convenientes de cara a la audiencia por mantener unido lo imposible, a una camada de cachorros que sólo existe en su imaginación y que ahora se devoran entre ellos. 
    Therry sigue con su particular guerra con el totito para continuar en el juego hasta donde sus dados se lo permitan. 
    Laura, la princesa Jedi, continúa reinando amarrada al tipo que constituye su lastre y su apoyo, un malaguita que la utiliza como el aire imprescindible para seguir respirando mientras ella intenta llevar a Yago al “paredón”.

    Finalmente está mi paisano. Hablemos de él.  Me sigue sorprendiendo que Yago, a estas alturas, consiga todavía subyugar a la mayoría del personal que aguanta en el concurso. Después de todo lo que ha llovido y de las evidencias palmarias de que él ha hecho siempre lo que sale de los mismísimos, tiene "cojones" la cosa para que una parte significativa de los habitantes de Guadalix sigan rindiéndole pleitesía y disculpándose cada dos por tres cuando él se siente ofendido o tratado injustamente por cualquiera de ellos, siempre según su particular y tan subjetivo punto de vista.

    Una perspectiva, la suya, tan deformada y capciosa que no hay por donde cogerla por mucho que nos quieran vender la burra envuelta en papel de celofán. Para justificarse, acostumbra a contarles, y a contarnos, una milonga acompañada de palabras convenientemente enfatizadas y frases lapidarias, como el cuento ese de que la semana pasada se alejó de todos para apoyar a Marcelo, y asombrosamente los demás tragan y comulgan con semejante rueda de molino y ya sólo les falta decir amén; o rogar clemencia, además, a su señoría todos aquellos que cometieron la vileza de nominarlo. Y mira que ya son varias las veces que el modelo ha traicionado, de un día para otro y sin temblarle el pulso, al grupo o las personas con las que supuestamente compartía afinidad, dejándolos con el culo al aire y totalmente descolocados en función de sus intereses y su egoísmo.

    Un misterio que todavía no acabo de entender en toda su dimensión a pesar de que le dediqué prácticamente la antepenúltima entrada: “Matar dos pájaros de un tiro”.  Como comentaba esta madrugada en el blog lo suyo es un puro ejercicio de cinismo, de manual diría yo, que los demás aceptan casi sin réplica o cuestionamiento alguno, al menos de boca para afuera. Unos, como Rubén y Marcelo, por la fascinación y el papanatismo que les produce la posibilidad de contar con su amistad (algo que sabe administrar como nadie) abriéndoles las puertas a ese mundo frívolo de la farándula y el famoseo de segunda que tanto desean, o como referente de un supuesto hombre de mundo y viajado al que admiran y que vende el producto como nadie. Un espejo en el que mirarse. Y el resto por la tremenda atracción que sienten por él, sobre todo ellas, e incluyo a Dámaso.  
     Marta y Lydia porque están pilladas hasta las cachas por sus huesos y sus tatuajes; y Therry, por esa mezcla de morbo y vena erótico festiva que el modelo sabe despertar en ella y que no puede reprimir; ese deseo de diversión desenfrenada próximo al vértigo que tantos canarios conocen y ejercen  tan bien en su maravilloso carnaval. 
    La única que tiene las narices de leerle la cartilla y plantarle cara abiertamente, a lo mejor por la razón equivocada, es Laura. Ella no compra acciones de sus risitas ni de sus ojazos azules después de la movida de la semana pasada.

    Al final ejerce, casi sin proponerlo, una especie de chantaje emocional que condiciona y obliga a sus compañeros a estar permanentemente rogando su audiencia o para que les exima de toda culpa. Toda la vida en Guadalix acaba girando alrededor de su ombligo y de sus necesidades, mientras determinado personal, tanto dentro como fuera, acaba perdonándole todo por lo divertido y lo cachondo que es. 

    No voy a negar que Yago se haya convertido en el contrapunto perfecto y casi necesario para dinamitar la casa desde que entró repescado, y hasta puedo estar de acuerdo en que tiene la virtud de sacar lo bueno y lo peor de los demás, fundamentalmente lo último.  Pero de ahí a convertirlo en favorito y el ejemplo a seguir. Pues que no.

    En toda peli tiene que haber personajes como él, controvertidos o villanos, que  acaban por caernos más simpáticos que los verdaderos protagonistas. En este caso, se trata de un prestidigitador que juega como nadie con las emociones de los demás. Tal vez sus trucos le salgan de natural y no sean premeditados, pero siempre suena su música en el escenario mientras maneja los hilos de las marionetas para que bailen al son que él les marca.

    Un trilero encantador experto en vender ilusiones que al final pretende cobrarse la función, con creces, sin arriesgar ni entregarnos realmente nada de sí mismo. Sólo una ilusión y una quimera.  Y muchos, desgraciadamente, aplauden. 

Marulo
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