1.- Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada (Edmund Burke)

2.- Hay un límite a partir del cual la tolerancia deja de ser virtud (Edmund Burke)

martes, 21 de septiembre de 2010

MITOS DE GRAN HERMANO - El mito era la rubia esa (Bea la legionaria dixit)

    No me lo vais a creer pero ya me preocupa, y mucho, la reiterada costumbre de comenzar mis entradas mareando la perdiz con larguísimos preámbulos antes de ponerme al tajo del tema en cuestión que presupone el título. No tengo perdón, lo sé, porque aprovecho que algunos me leéis para dar rienda suelta a mis "neuras" marulas. Pero es que en este caso el asunto tuvo su origen, una vez más, a partir de un tema lingüístico; por eso me siento obligado a contarlo previamente.

    Ya decía Ácrata, nuestra demonia verde, en algún comentario de la anterior entrada a propósito del término “antídoto” y los sufijos, prefijos y preposiciones acompañantes; que somos algo puntillosos y que nos gusta precisar bien el significado de las cosas. Concluíamos después de un pequeño debate que si así lo pasamos bien, jugando con las palabras, pues mejor que mejor.  Eso sí, podéis saltaros perfectamente los dos o tres párrafos siguientes e ir directamente al asunto GH, lo de los mitos, ya que de eso, por supuesto, va la entrada.

    A lo que iba. No sé lo que pasa en otros lugares de España, pero aquí Vigo y supongo que también en el resto Galicia por lo que veo y oigo, la chavalada, entre la que incluyo a bulto más o menos a todos los jóvenes de 26 ó 27 años hacia abajo, tiene la puñetera costumbre de usar el término “mítico” para referirse a algo “típico”. Por poner un ejemplo, para entendernos, pueden decir y quedarse tan anchos o anchas, cosas como la que sigue: “lo mítico del sábado por la noche es hacer el botellón en la plaza tal o cual”

    No es que quiera convertirme ahora en un defensor a ultranza de la Real Academia de la Lengua, y por tanto, de la pureza del idioma, pero es algo que me pone de los nervios. Lo peor del asunto es que el uso equivocado de la palabra se ha propagado como un virus que ha contaminado, sin control alguno, a todos los estratos sociales e independientemente del nivel de formación del joven o “jóvena” en cuestión.
    Es evidente, por lo que he comprobado, que algunos de ellos utilizan mal el término aún a sabiendas de que es incorrecto. Pero la moda manda, y es la forma popular y guay (o cool, que dirían los ingleses) de utilizar dichos términos cuando hablan entre ellos de forma coloquial e informal en el “colegueo” diario y eso.

    Los que tengan adolescentes cerca, en la familia por ejemplo o compañeros jóvenes en el trabajo, saben a lo que me refiero. Estas modas constituyen una marea arrolladora e imparable como lo es, a fin de cuentas, cualquier fenómeno lingüístico que toma cuerpo entre la juventud. Uno de esos fenómenos que puede transformar el lenguaje y asentar para siempre en el diccionario de la RAE el significado o el uso nuevo de una palabra. No es algo de ahora, ojo, porque pasó siempre y siempre pasará. Al fin y al cabo la lengua es un ser vivo que crece, se desarrolla, a veces se muere y si tiene suerte, simplemente se transforma. Esta mutación se produce sobre todo a través de las palabras. En la gramática y la sintaxis también ocurre pero habría que hablar largo y tendido y para hoy ya llega.

    No soy experto en el tema pero creo recordar de mis tiempos mozos cuando era estudiante, que en la materia de lengua y literatura había alguna figura retórica o literaria (no sé si de dice así) que describía algo parecido al fenómeno éste de trastocar el significado entre palabras. Aunque tampoco estoy muy seguro, para que engañarnos, y a lo mejor sólo son recuerdos sesgados o imaginaciones mías. Lo cierto es que todo eso, el ruido de los pupitres y los libros, me suena ya demasiado lejano.


    A estas alturas del rollo que me estoy marcando y si alguno ha tenido la paciencia de llegar hasta aquí, seguro que se preguntará a cuento de qué viene ahora este punto que me ha dado por la lingüística. Bueno, el caso es que tengo una mente que todo lo asocia y todo lo mezcla, por otra parte nada raro, ya que es algo que le pasa a la mayoría de la gente; de manera que hablando de Mercedes Milá en una de las entradas anteriores y pensando ya en la próxima edición de GH, la número 12, me he dado cuenta de que aquella frase de Bea, la legionaria, poco antes de que la largaran de Supervivientes y con la que subtitulo esta entrada, no me sale de la cabeza: “Yo que voy a ser un mito, el mito era la rubia esa”. La frase es aproximada y tal vez no fuese exactamente esa, pero sí el sentido de lo que quería decir.

    Si hacemos memoria, Bea había respondido con la frasecilla de marras a alguien, que ahora no recuerdo, porque se había atrevido a decirle, nada más y nada menos, que ella era un “mito” refiriéndose a la ventaja de su popularidad y al posible apoyo del público por ello y que luego se quedó en nada como se demostró con su posterior expulsión. Me quedé con la copla y creo recordar que en el blog de Ácrata (Gran hermano comentado), en su momento, se habló del asunto éste con cierta profusión.

    Evidentemente la rubia en cuestión a la que se refería la legionaria más famosa y broncas de este país era Marilyn Monroe. Un verdadero mito del cine y un icono del siglo XX. La rubia sexi por excelencia.


(Obra de Antonio de Felipe)

    Todo aquello que en principio me hizo gracia y me pareció una coña marinera, me llevó a reflexionar realmente sobre cuáles son los verdaderos mitos de Gran Hermano, si es que existen, y me dio que pensar sobre qué cosas o aspectos del programa han adquirido con el paso del tiempo la categoría de mítico. Porque lo típico, ya lo sabemos; son las cosas comunes, lo que pasa siempre cuando hablamos de GH. Nos referimos a lo más característico, a las señas de identidad que hacen reconocible nuestro programa preferido: las nominaciones, la musiquilla enervante, la expulsión precipitada de las mujeres, el confesionario, el jacuzzi, los “edredoning”, las broncas por el reparto de la comida, las paranoias de los fumadores ante la falta de tabaco o por el contrario, la enésima campaña antitabaco de la Milá, que nunca falta, como el turrón por Navidad.

   El caso es que después de cavilar un buen rato sobre todo ello, y de leerme los diversos significados de las dos acepciones en el diccionario de la RAE, comencé a tener mis dudas. Me explico.
    ¿Qué ocurre cuando algo típico y esencial de un programa o de un hecho determinado se convierte, con el paso del tiempo, en arquetipo o en modelo de estima para todos?, ¿Qué pasa cuando le atribuimos cualidades o excelencias que en realidad no tienen?.   Pues que algo típico se puede convertir en mítico.

    Reflexiono entonces sobre si no se han convertido ya en una especie de “mitos” populares términos como “confesionario” o “nominar”, por poner un ejemplo. Supongo que todos nosotros, más de una vez, hemos usado u oído en nuestro entorno estas palabras en el sentido que se utilizan en GH; en el día a día, en el trabajo, en la calle, en casa...

    También me pregunto qué concursantes, de las decenas y decenas que han pasado por el programa, han adquirido la categoría o los méritos suficientes para que los convirtamos en mito, aunque sean, para entendernos, mitos de segunda y de andar por casa. Que tampoco hay que pasarse.

    Si nos atenemos al significado exacto de lo que es un mito, referido a personas, nos encontramos entre diversas acepciones con lo siguiente: “persona rodeada de extraordinaria estima o a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen o bien una realidad de la que carecen”.

    Seguramente habremos convertido a algunos en ídolos o mitos, pero habría que matizar las diferencias entre ambos términos. Cada uno que piense en varios ejemplos porque los hay de todos los colores y a gusto del consumidor  Al final, me quedo con lo segundo. Y más que mitos propiamente dichos, lo que hemos creado entre todos son ídolos efímeros con fecha de caducidad.   Ídolos frágiles en los que nos hemos proyectado durante un tiempo gracias a esos retazos de vida, más o menos auténtica, que nos regalaron. Tal como comentaba en la anterior entrada, son vidas entregadas con generosidad e inconsciencia a la voracidad curiosa de nuestra ilusión y nuestras carencias.

   De ahí las decepciones que se producen cuando después de todo, en la vida real, esos “ídolos” se nos escurren entre las manos al descubrir sus mentiras y sus miserias; cuando los vemos deambular como boxeadores sonados más allá de esa ventana privilegiada desde la que observábamos la cárcel voluntaria que los mantuvo encerrados y atados para nuestro disfrute.

    En definitiva, ídolos con pies de barro devorados por sus propios personajes y que a través del reflejo de sus vidas en GH han dejado para siempre parte de sus almas en nuestros corazones y en nuestras tripas. Por eso los compadecemos, los amamos o los odiamos sin remedio.

   Para finalizar, os dejo un enlace que me parece estupendo. Cada uno que busque en el vídeo, si quiere, a sus verdaderos mitos o a sí misma: mujeres de cine

    Bueno, y como entiendo que la cosa podría quedar un poco coja, porque soy hombre y el anterior enlace va más con mis gustos“heteros”, pongo otro a continuación que segurarmente os gustará más a vosotras. Bueno, esto es un decir, porque resulta muy arriesgado aventurar nada hoy en día, ya que nunca se sabe los gustos de cada cual en este mundo internetero. No vaya a ser que meta la pata: hombres de cine.

Marulo

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jueves, 2 de septiembre de 2010

LAS TRES LEYES DEL BUEN CONCURSANTE DE GRAN HERMANO (Homenaje a Asimov)

    
    Como no podía ser de otra manera he leído y disfrutado con las magníficas respuestas que habéis dejado en el blog ante el interesante reto que nos propuso Libre.Rebelde: ¿Cómo debe ser un buen concursante de GH?. Ella nos pedía con cierta urgencia nuestra opinión y ya veo que habéis cumplido sobradamente con su solicitud.

    Aunque tenía pensado publicar una entrada diferente me pareció oportuno aparcarla para más adelante y opinar también sobre este tema; teniendo en cuenta además que el comienzo de GH 12 está al caer, o eso dicen.  Como era de esperar llego un poco tarde para ayudar a Libre.Rebelde en su misión, ya que ella misma nos contó en el blog que entregó en mano un resumen con las conclusiones de vuestras opiniones para que la persona en cuestión pudiese aprovecharlas y sacarle el máximo partido posible si logra, claro está, entrar en el concurso.

    Estoy de acuerdo, en mayor o menor medida, con vuestras opiniones tan interesantes y sensatas sobre el asunto en cuestión; pero a estas alturas de la peli (11 ediciones del programa y un reencuentro) aún no sé si tengo claro qué pediría a los concursantes que entren en GH.

   El caso es que estoy bastante escaldado, en parte porque en algunas ocasiones fui a contracorriente fijándome en cosas o detalles del concurso que casi nadie tenía en cuenta, o eso me parecía, pero sobre todo por el hartazgo que me provoca el aumento de participantes que van a otra cosa diferente a concursar en buena lid.  Como habéis reflejado algunas en vuestros comentarios la mayoría de los concursantes, por no decir todos, ya saben donde se meten, de qué va el negocio y lo que da de sí, entrando con la lección bien aprendida y excesivamente resabiados, lo que resta frescura y naturalidad en muchos momentos al programa. Por eso, en alguna edición anterior por ejemplo, no me creí jamás la opinión bastante generalizada de que uno de los ganadores más carismáticos de GH apenas había visto el programa y que no tenía idea del percal como el mismo aseguraba. Ya sabéis a quien me refiero. Ocurrió en GH 10.

    Es algo inevitable, el precio que hay que pagar por el paso de tantas ediciones. Muchos participantes, cada vez más, suelen llegar con estrategias artificiosas e interesadas al concurso: unas fórmulas mágicas aprendidas con las que creen que podrán alcanzar la victoria. En algunos casos, cuando saben ya que no tienen nada que hacer y todo está perdido, aprovechan la situación y la coyuntura para montar el numerito o escándalo de rigor que les haga salir escopetados de la casa cuanto antes, con el miserable objetivo de hacer caja por los platós, o para orquestar broncas acordadas con otros de su misma calaña inflando el globo hasta que explote y no quede más basura ni mierda que vender.

    Aún así GH sobrevive, lo supera y puede con todo, porque al contrario de otros programas que no son más que sucedáneos y malas copias, la casa de Guadalix logra desarmar y desbaratar los planes e ideas preconcebidas de los que entran en ella, abduciéndolos en la espiral asombrosa de lo cotidiano con una magia que permanece intacta todavía. Lo cierto es que casi todas las tácticas y montajes premeditados se desmoronan tarde o temprano y a las primeras de cambio queda al descubierto, casi siempre, el verdadero rostro del concursante impresentable o farsante. El vendaval de emociones, las contradicciones y lo inesperado consiguen, normalmente, arrancar las máscaras y las imposturas desnudando sin piedad las vergüenzas del alma.

    A veces, como espectadores, nos dejamos engañar por las tracas de feria con las que algunos pretenden confundirnos para que no veamos lo que hay de verdad detrás de tanto artificio, que casi siempre es “nada” o simplemente un inmenso montaje “ad hoc” para la ocasión. Por eso, cuando es así, quemados, no perdonamos el engaño y como antiguos emperadores romanos en el circo apuntamos al unísono con el pulgar hacia abajo.

    Reconozco que en diferentes ocasiones le he dado vueltas a este asunto del “buen concursante” de GH.  Es algo recurrente que me ha pasado en todas las ediciones salvo en GH1 y GH2.  En la primera edición, sobre todo, simplemente me dejé llevar por la vida de los concursantes en el programa. No esperaba nada en concreto de ellos ni del concurso y sin embargo me lo dieron todo. Me ofrecieron durante un tiempo sus vidas encerradas "viviéndolas" para mí, introduciéndose en mi casa pulsando tan sólo el botón de encendido del televisor. Sencillamente eso. Puro magnetismo. El regalo de semanas y meses de las existencias que unas personas anónimas nos brindaban a cambio de dinero, de fama, por inconsciencia, o por el simple deseo de aventurarse en algo nuevo. Pero todo eso no importaba ante la magnitud y al mismo tiempo la sencillez del reto.

    Un espectáculo novedoso y rompedor que sigue apasionándonos. “La vida en directo” que nos vendieron los capitostes del programa para que pudiésemos observar sin descanso durante las 24 horas del día las andanzas y las peripecias vitales de unos desconocidos conviviendo juntos, con el objetivo de hacernos disfrutar, de emocionarnos o de enfadarnos con ellos. Pero sobre todo, porque ponían en nuestras manos el poder de juzgar y decidir, junto a otras miles de personas, su destino dentro esas cuatro paredes.  Nos ofrecieron la posibilidad, en suma, de jugar a ser dioses. Por eso y otras cosas que vinieron después me quedé enganchado para siempre con GH. Y esto será así mientras el programa mantenga el espíritu que desde el principio nos cautivó y guarde, a pesar de los cambios lógicos, el esquema básico del formato: el confesionario, las nominaciones, las pruebas...Ya me entendéis.

    Gran Hermano es como una “droga” absorbente de la que ahora difícilmente podría prescindir. Una “droga” social compartida con otros muchos “enganchados” y que gracias a internet, con sus foros y sus blogs temáticos, resulta una experiencia verdaderamente subyugante. En alguna edición, y por diversas causas ajenas a mis deseos, casi logré superar la adicción a este programa. Posteriormente la recaída fue peor, y con los efectos que muchos ya sabéis. Este blog es la muestra palmaria de que el asunto no tiene remedio. Y este marulo tan feliz. Así que por favor si conocéis el antídoto no me lo digáis.

   Respecto a lo que quiero de los concursantes, a ver si me aclaro, pretendo fundamentalmente que sean ellos mismos, aunque eso suponga que llegue a odiarlos y a detestarlos desde el primer momento. De acuerdo con lo que algunas de vosotras habéis dicho también llevo fatal que me intenten engañar y si lo hacen, prefiero que me hagan cómplice para que forme parte de su juego.  Desgraciadamente en la vida real para muchas personas ser "ellos mismos" consiste en representar a todas horas un personaje. Llegan a creérselo de tal manera que la proyección que se han construido de sí mismos ha borrado definitivamente la persona real y auténtica que había detrás.
    Por eso, en GH, es difícil a veces saber con quién nos encontramos: la persona real, el personaje, la persona real que se inventa un personaje, el personaje que interpreta a otro personaje o quién sabe qué.

    Al final para mí se trata de una cuestión de química o intuición, como casi todo en la vida. Sólo sé que un concursante me gana cuando me traspasa con sus emociones a través de la pantalla y las hago mías; cuando sueño despierto con ellos y con sus vidas contenidas (a veces miserables, a veces fascinantes) dentro de esa cárcel espacio-temporal voluntaria que constituye la casa de GH. Vidas sujetas a reglas caprichosas de los dioses que las manejan: los gerifaltes del programa con sus designios y sus normas y nosotros desde luego, los espectadores que votamos, juzgamos y que en último término, como dije, decidimos supuestamente su destino.

    Intentando hacer un resumen de todo lo expuesto anteriormente me cuesta establecer en qué consiste ser un buen participante de GH.  En mi caso, como les pasa a otros, supongo, me cuesta entender y aceptar que por las mil vicisitudes del programa lleguen a la final, e incluso consigan ganarlo, aquellos que no considero en absoluto buenos concursantes. Lo cierto es que el juego es el juego y donde uno ve sombras otros muchos ven luces, por tanto debo admitir que se quede o se vaya aquél o aquélla que la audiencia decida, y aunque a menudo pataleo cuando la decisión no me gusta siempre me resigno reconociendo la derrota.  Al fin y al cabo esto no es un más que un concurso.  De ahí la dificultad.

  Con todo hay tres aspectos que remarcaría como fundamentales para los concursantes:

1.- SER UNO MISMO (nada de farsas ni montajes por favor).
    ¡Ojo!, ser ellos mismos no significa para mí que puedan gritar, insultar, decir según qué barbaridades a la cara presumiendo de una sinceridad mal entendida, manifestar comportamientos y conductas desagradables, etc.  El "ser ellos mismos" no tiene porque estar reñido con la educación, con la urbanidad y con la consideración y el respeto debido a los demás.  No es admisible que consista en hacer sufrir e incomodar por sistema a los que te rodean. Todo, claro, sin exagerar tampoco en el sentido contrario, hasta el punto de parecer ridículo, afectado o ñoño. Resumiendo, si ser uno mismo daña por sistema a otros se trata simplemente de egoísmo con mayúsculas.

2.-VIVIR
   Es decir, para entendernos: participar, concursar, implicarse, dejarse llevar por el programa, jugar, divertirse... y todo por supuesto desde la perspectiva personal de cada uno, de su carácter y personalidad. Se trata de manifestar la mayor naturalidad posible pero evitando las exageraciones, la sobreactuación y el histrionismo.

3.-CONVIVIR
    Un concursante no debe olvidarse jamás de que la convivencia es la experiencia más maravillosa y al tiempo más difícil a la que se puede enfrentar un ser humano, y que en esas circunstancias, bajo la vigilancia omnipresente del ojo de Gran Hermano, son millones de ojos los que observan y escrutan cada palabra que se dice y cada gesto. Como regla general diría que en el concurso no basta con dar lo superfluo, lo que nos sobra; es necesario ofrecer y compartir aquello que más nos importa, lo que tiene valor. Y sobre todo procurar no dañar gratuitamente a nadie y si se hace, al menos que no sea de forma consciente. El premio no se suele obtener sobre montones de “cadáveres”, y si se consigue así no merece la pena y es algo que tarde o temprano se volverá en su contra. Por último, si es preciso, disculparse con sinceridad es el mejor camino para llegar al corazón de los compañeros y de la audiencia.
     Después de lo dicho, como lector asiduo de Ciencia Ficción (más antes que ahora esa es la verdad) y teniendo en cuenta el aire futurista que tendrá GH 12, tal como nos reveló Mercedes en el último programa de la pasada edición, me acordé de las famosas tres leyes de la robótica formuladas hace más de 50 años por Isaac Asimov, el famoso y prolífico escritor de Ciencia Ficción ya fallecido.
    Las tres leyes constituyen un conjunto de normas que todo robot de sus novelas está diseñado para cumplir. Estas leyes establecen lo siguiente:

1.Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.

2.Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.

3.Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

    El caso es que su relectura me dio la idea para establecer las tres leyes del buen concursante de Gran Hermano parafraseando el original.

LAS TRES LEYES DEL BUEN CONCURSANTE DE GH

1.- Un concursante no debe dañar a otro concursante o, por su inacción, dejar que un concursante sufra daño físico o moral.

2 .- Un concursante debe obedecer las órdenes y cumplir las reglas que le son dadas por el programa o por el súper, excepto si estas órdenes y reglas (o su interpretación) entran en conflicto con la Primera Ley.

3.- Un concursante debe proteger su propia existencia (intentar seguir en el concurso hasta el final y ganarlo), hasta donde esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Forastero Marulo
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