1.- Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada (Edmund Burke)

2.- Hay un límite a partir del cual la tolerancia deja de ser virtud (Edmund Burke)

sábado, 6 de abril de 2019

ALBERTO CORTEZ, IN MEMORIAM

   
    Recuerdo que Alberto Cortez era uno de los artistas sudamericanos que salían de vez en cuando en aquella tele en blanco y negro de mi niñez, el mismo color de un país expectante que en las postrimerías del franquismo presentaba un paisaje monocorde que iba ganando poco a poco colorido mientras se desmoronaba la dictadura al compás del deterioro físico y la agonía del caudillo. Un proceso fascinante y decisivo para los que tuvimos la suerte, en plena adolescencia, de vivir a finales de los años setenta del siglo pasado en primera línea y en directo la explosión que supuso la transición democrática en nuestras vidas y en la vida de todo un país que cambió para siempre. Una época donde sólo había como entretenimiento y como testigo de aquellos cambios tan vertiginosos una cadena de televisión, la uno, que veíamos obligatoriamente todos y que tenía, por tanto, audiencias millonarias

     Aunque se convirtió en un cantautor de prestigio que componía muchas de sus canciones y escribía sus propias letras, Alberto Cortez no era un cantante de los más populares, y otros intérpretes del otro lado del Atlántico tenían más fama y contaban con más presencia y eran más conocidos. Bueno, a lo mejor no era así pero a mí me lo parecía.  Lo que realmente me gustaba de él era su faceta de poeta, su voz timbrada, melódica y pausada con ese acento argentino que tanto me recordaba al de algunos familiares de mis padres y mis abuelos, emigrantes en Argentina y Uruguay, cuando volvían de vez en cuando de vacaciones o de visita a la madre patria.

    Pero lo que jamás podré olvidar era la emoción que embargaba a mis padres y sobre todo a mis abuelos cada vez que escuchaban su canción “El Abuelo”. Una emoción tan intensa e íntima que inundaba sus ojos de lágrimas y les costaba un mundo disimularlas por mucho que lo intentasen apelando a la discreción y al pudor que les producía mostrar sus emociones en canal.  El tema, que escribió y compuso Cortez para la cantante venezolana Mirla Castellanos, era un homenaje a su abuelo gallego emigrante en Argentina; y también lo es para la mayoría de nosotros, los gallegos, un pueblo de emigrantes donde los haya, sobre todo para las generaciones de nuestros mayores. Una canción especial que nos tocaba y todavía nos toca la fibra más sensible cada vez que la escuchamos.
      Alberto Cortez murió el jueves pasado 4 de abril en Madrid, ciudad en la que residía hace muchos años. Allá donde ahora se encuentre, descanse en paz.

Forastero marulo