1.- Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada (Edmund Burke)

2.- Hay un límite a partir del cual la tolerancia deja de ser virtud (Edmund Burke)

lunes, 28 de diciembre de 2015

EL MUNDO DE SOFÍA

    La mejor definición de Aritz, el semifinalista de esta edición, nos la regaló Niedziela unos días antes de la final, cuando el vasco y el chino se pasaban el día encamados mientras Sofía despotricaba con razón contra el tipo del sombrero; y las dos embrujadas, desconcertadas por el ninguneo de la pareja hacia ellas, intentaban determinar el alcance del estado de la cuestión bajo las sábanas. En un momento determinado la del circo le dijo a la navarra intentando zanjar el tema, no recuerdo si fue en el confesionario o en la cocina, que su compañero de las barbas, al que siempre apreció en el fondo, es “un chico especial con una relación especial que nadie entiende”. Haciendo una broma y un juego de palabras, usando el lenguaje típico del mundo gay, yo diría que nosotros entendemos que el hombre “entiende” pero él no quiere dar a entender que “entiende” aunque sepa que nosotros sabemos que sí “entiende” de alguna manera (al completo, a medias, o sólo de vez en cuando por su falta de prejuicios), pero haciendo todo lo posible para que al final no entendamos nada. Resumiendo, que ha intentado tomarnos el pelo soberanamente hasta el último momento, incluso en esa entrevista kafkiana que se marcó con Mercedes donde, reventado y avinagrado por quedar de segundón y sin la pasta, se desmarcó de malas maneras en todas y cada una de las preguntas que intentó formularle una desesperada presentadora de la que por una vez en mucho tiempo, quién lo diría, llegué casi a compadecerme. El tipo se salió por la tangente, cortando por lo sano, y nos escatimó todas aquellas respuestas que por lo menos debía a la audiencia. Está en su derecho, desde luego, pero debería saber que ha entrado en un reality que ven millones de personas, algunas de las cuales, no pocas, lo apoyaron gastando sus cuartos para que él ganase y a las que debería, digo yo, dar alguna explicación. Y si no le gusta que se metan en sus cosas, pues que se quedase en casa.
    Al ver Han y a Aritz juntos después, cuando entró la triunfadora del concurso en el plató, sentados y agarraditos de la mano entre sus compañeros como dos tortolitos enamorados, me vinieron a la cabeza montones de frases y discusiones entre ellos. Como el día que el chino justo antes de su expulsión le confesó al vasco, intentando justificar porqué caía una y otra vez en sus brazos volviendo a su cama, que era una tentación para él a la que no pensaba renunciar. O mucho antes, a mitad de la edición, cuando vivieron momentos complicados en su relación y aún así Han aseguraba a sus amigas que Aritz era el centro de su universo después de darles las quejas siempre melodramático, y envuelto a veces en un mar de lágrimas por el trato que recibía del vasco. Esa imagen final de los dos juntitos detrás de Sofía, a punto de empezar su entrevista, que los mira un instante y exclama - ¡qué bonito! - cuando la Milá advierte de la situación a la ganadora, resume todo un concurso. El triunfo de la verdad de unos sentimientos mostrados en canal por Sofía, con todos sus defectos, que son muchos, frente a la derrota del cinismo y de la cicatería escondida detrás de una llave que abre un armario figurado que el tipo del sombrero no ha querido abrirnos ni siquiera el último día, provocando el desconcierto en la mayoría de la audiencia y ratificando el rechazo directo que sentíamos muchos de nosotros por su concurso. La confirmación de la decepción con un concursante que intentó engatusarnos a algunos, y casi lo consigue, durante aquellos primeros días en que se postulaba, ante una opinión generalizada, como ganador indiscutible de la edición a tres meses del final gracias a su peculiar personalidad hasta que descubrimos poco a poco que el discurso que nos vendía no tenía mucho que ver con la actitud mostrada en Guadalix. 

    El día que Aritzen pleno directo y con nominaciones a la cara, le calzó tres puntos a una sorprendida e incrédula Sofía y, muy consciente del escenario, la calificó de tamagochi ante sus compañeros y la audiencia, añadiendo con una dureza infinita y una mala oscuridad de cojones que la navarra sólo caga, come y duerme; perdió definitivamente el concurso y la poca credibilidad que le quedaba ante una parte todavía dubitativa de espectadores a los que les costaba renunciar a la imagen de aquel vasco noblote, sin dobleces y solidario que nos quiso colar desde el principio.  Ese día fue más patente que nunca su impostura cuando quiso dar jaque mate antes de tiempo a la que sabía su principal rival para sacársela del medio y llevarse el premio de calle.  Al contrario, las lágrimas sinceras de la pequeña Galdeano, el dolor callado que resbalaba cargado de desencanto en dos regueros por sus mejillas nos puso ante el espejo dos realidades contrapuestas: la verdad de un concurso irregular y a veces desesperante pero auténtico de una chavala cargada de defectos y virtudes en contraposición con el armazón de una estrategia calculada y falsaria montada “ad hoc” para llegar a su objetivo que puso en juego Aritz durante toda la edición hasta que se le fue de las manos. Un objetivo poderoso que Sofía determinó con clarividencia llamándolo por su nombre: los billetes.
   El jueves pasado, durante la gala final, feliz por la victoria de Sofía aunque no era mi principal apuesta, confirmé con satisfacción que no me había equivocado con Aritz durante esa entrevista tan poco franca por su parte en la que, avinagrado además por no conseguir el premio final, pretendía continuar con su juego del escondite e intentado metérnosla doblada una vez más con esa actitud engañosa y fraudulenta que mostró a lo largo de todo el concurso. Nunca un segundo puesto, el más doloroso para alguien como él que no creía en el programa en que se había metido y despreciaba cada dos por tres, había sido tan justo. Es cierto que por su peso en la edición de este año el vasco debía estar en esa final pero como mucho en ese puesto que quedó, el lugar que sacó a la luz lo que en realidad fue su paso por la casa: un intento de tomadura de pelo en toda regla que estuvo a punto de lograr. Incluso puedo comprender que no quisiese contar nada en una de las entrevistas más complicadas que recuerdo a Mercedes Milá, otra razón más para ocupar el puesto que se merece, de segundón y visiblemente frustrado sin demostrar en absoluto, al final, ser nada de lo que dice que es. Y menos todavía un hombre sin etiquetas ni prejuicios como afirma. Después de todo lo que dijo, y sobre todo lo que no dijo, cuando entró la flamante ganadora de esta edición, la supuesta niñata que le birló el maletín ante sus propias barbas, al verlo sentado en la grada agarrado de la mano de su pichín, un Han feliz como unas pascuas, no pude evitar que en vez de parecerme una escena conmovedora me resultase un verdadero sarcasmo.

    Sofía aseguró en su vídeo de presentación que no le gusta perder – de ahí tal vez su insistencia pueril en intentar conquistar a Suso a las bravas con los métodos de una niñata mona acostumbrada al triunfo efímero de la noche gracias a sus encantos – y que ella entraba en GH para ganar. Toda una declaración de intenciones con esa seguridad y audacia temeraria (la temeridad y la autenticidad, son las cualidades y defectos, al mismo tiempo, que definen mejor su paso por la casa) de un concurso sin ningún tipo de restricción dejándose llevar sin más por sus emociones y sentimientos, por sus caprichos y deseos. Un cóctel de elementos que convenientemente mezclados constituyen la clave de su victoria final tras ganarse a una parte importante de la audiencia gracias a esa actitud natural y espontánea. También contribuyó esa capacidad de reflexionar sobre sus errores y asumir a la vez su incapacidad de contener sus impulsos para volver a las andadas.
    A sus pocos años, la hija de Maite fue siempre más consciente que nadie en esa casa de la impronta y la transformación que supuso el programa para ella. Un concurso, el suyo, muy controvertido y censurable en muchos aspectos pero libre en verdad de ataduras y prejuicios, no como el de Aritz, que siempre presumió precisamente de lo que carecía. La navarra lo resumía no hace mucho, cuando hizo balance de su paso por la casa como una de las cuatro finalistas de la edición, diciendo que había llegado hacía tres meses siendo Sofía de Pamplona, la de su casa, la chica normal que saca a sus perros de paseo a la calle, y cuando saliese del programa sería otra distinta y nada sería igual. Una concursante que se mostró siempre sincera y sin cortarse un pelo como el día que durante unas nominaciones calificó de patético el alegato a favor que le hizo su madre, aunque reconocía su esfuerzo, en comparación del que recibieron los demás nominados. O cuando reflexionaba, crítica consigo misma, por su actitud de arrastrada con Suso reconociendo que “va a lo loco y sin cabeza” y repetía pocos días después a quien quisiera oírla que haría lo que fuese por un beso suyo. Como el día en que celosa y resentida, mostrando su peor cara, decía que Raquel al estar con él se estaba comiendo las babas de otra, es decir las suyas.

    Es evidente que la cámara ha sido golosa con la navarra, y siempre la ha buscado con fruición y enamoramiento para nosotros, porque Sofía trasmitió mejor que nadie y con precisión total a través de la lente del ojo emblemático y universal de Gran Hermano que nos representa, para lo bueno y para lo malo, cada matiz y recoveco de sus emociones y sentimientos. Dicen que la cámara no miente jamás y esta chica, nos guste o no, se ha convertido en una especie de estandarte para una parte importante de una nueva generación de espectadores muy jóvenes que entienden la vida desde ese prisma tan particular y desprejuiciado de actuar y ver las cosas de esta concursante.  El mundo de Sofía es un cúmulo de contradicciones expuestas y asumidas con una filosofía de la vida paradójicamente coherente teniendo en cuenta su edad y su historia personal. El mundo de una mujer inteligente y vulnerable que se muestra a la vez ante nosotros con toda su contundencia como niña caprichosa y mujer fatal, como dependiente emocional pero audaz e indómita. Con esa capacidad envidiable de seguir su libre albedrío con independencia de la opinión de los demás, incluso la de aquellos que quiere y son importantes para ella, como sus amigas o su madre, aunque sepa que entregarse a sus deseos y obsesiones suponga despeñarse por un precipicio. Sofía nunca pretendió ser perfecta ni gustar ni convencer a nadie en concreto. Si no la aceptas bien y si la aceptas mejor. Ella sólo pretendió vivir el concurso como lo viviría en su casa o en la calle con su familia y amigos y esa ha sido la cualidad fundamental de su paso por la casa y en último extremo la razón de su triunfo. 
    Son otros códigos, otros parámetros que conjugan sin rechinar la generosidad y el egoísmo dentro en un mismo saco, a partes iguales. Una actitud vital que sin embargo también cautivó a una audiencia más veterana, porque al contrario de Paula, la ganadora de GH 15, Sofía en ningún momento parecía estar interpretando un papel.  Nunca pretendió vender otra cosa que no fuese la Sofía auténtica y verdadera que vivió gran hermano hasta las últimas consecuencias sin guardarse nada que no hubiese guardado sin cámaras delante ni micrófonos para registrarlo todo.  Venció su filosofía simple y a la vez compleja de vivir a tope desde el vértigo atrevido e inconsciente de sus diecinueve años cuando se tiene toda la vida por delante y nada que perder. “Siempre tiene que haber cosas malas para que  haya cosas buenas” nos decía cuando reconocía con naturalidad sus errores, sobre todo con los hombres, su mayor debilidad y su talón de Aquiles, asumiendo que “los sentimientos y el corazón le pueden al orgullo y no se puede ir contra los sentimientos”.

    Poco antes de que las voces de sus compañeros pronunciasen de esa forma tan original la mítica frase que precede al nombre del ganador de Gran Hermano - El nombre del ganador de Gran Hermano 16 es... - cuando Sofía y Aritz abrieron la ventana de esa especie de buhardilla donde estaban esperando y se encontraron en el exterior con una multitud de fans gritando enfervorizados a ambos lados de una pasarela que debían cruzar hasta el escenario donde se produciría la decisión final, comprendí que independientemente de la decisión de la audiencia ella debía ser la ganadora ante la actitud que adoptó cada uno de ellos en ese momento transcendental. Sofía se plantó delante, confiada y sorprendida, pero risueña observando el panorama mientras que él se mostraba contrariado e intentaba esconderse de tantas miradas, o lo simulaba, detrás de ella o retirándose por momentos de la ventana. Fuera, en la noche fría de Guadalix, los gritos de entusiasmo arreciaban con sus nombres de fondo anticipando el inminente desenlace.  Dos mundos contrapuestos. El mundo de Sofía y la llave Aritz. Y ganó ella como no podía ser de otra manera.
Forastero marulo

miércoles, 23 de diciembre de 2015

NIEDZIELA: PASEN Y VEAN

    
    Recuerdo perfectamente el par de veces que mis padres me llevaron al circo de niño, un espectáculo que visitaba la ciudad normalmente cada año y montaban su imponente carpa en un descampado enorme al lado de unos grandes astilleros a la orilla de la ría. Hoy ese espacio está ocupado por un Toyrus y un parque de esos clónicos que suelen poner en cualquier ciudad media grande. Aquel era un día de nervios y junto a mis hermanos y los hijos de unos vecinos amigos de mis padres disfrutábamos de una tarde mágica y diferente cuando la televisión era un entretenimiento que no te absorbía del todo y ver en vivo y en directo aquellos números acrobáticos, los payasos y los animales resultaba emocionante y sugestivo. Cuando acababa la función y se apagaban las luces salíamos a la calle en una de aquellas tardes invernales y lluviosas de domingo y era como si te arrancasen de repente de un sueño de magia y colores para aterrizar en la cruda realidad de aquellos espacios periurbanos del desarrollismo repletos de barro y todo a medio hacer.

    Años más tarde volví al circo como padre, pero todo había cambiado: el mundo, nosotros los adultos, y los niños (qué decir de los de ahora) y por supuesto también el circo. Las carpas eran más pequeñas y familiares (o a mí me lo parecían) donde todos hacían de todo como ese entrañable Circo Raluy del que procede nuestra encantadora Nichela. La última vez que fui al circo recuerdo sólo una sensación extraña de melancolía y como si estuviese asistiendo a un espectáculo suspendido en el pasado, fuera de tiempo y de lugar, al que le quedaban los días contados a pesar de la magia que todavía destilaba gracias a su calidez sugerente, su cercanía al público y por ese punto de misterio y fantasía que uno presupone de las vidas itinerantes de las personas que forman parte de lo que en su momento llegó a ser “el espectáculo más grande del mundo” como el título de la mítica película sobre el mundo circense de Cecil B. DeMille.  
    Con esos recuerdos y sensaciones guardados en la mochila de la memoria cuando entró Niedziela en el concurso captó mi interés de inmediato por el mundo del que venía y su llamativa personalidad. Me llamaba la atención su voz clara y timbrada y su capacidad de relacionarse con todo el mundo de la casa, con discreción y prudencia, pero siempre afable y atenta con todos sus compañeros. A medida que fuimos conociéndola, y que ella fue contándonos su vida y sus circunstancias, entendí desde el minuto uno porqué, sin dejar de implicarse y participar en todas las cuestiones de la casa, se mostraba cauta y no se dejaba llevar como otros por los impulsos. Eso no impedía que nos transmitiese todas sus emociones desde la transparencia del tono de su voz y de sus gestos, y por la veracidad de una mirada abierta al mundo que la rodeaba con la curiosidad traviesa de una niña que transmitía a la vez inquietud y optimismo. Desde esa seguridad comprendí también muy pronto que no era la típica persona pasiva y acomodada sino que poco a poco, sin estridencias ni precipitaciones innecesarias, nos daría mucho y bueno a lo largo del concurso.
    Hoy sé que acerté al convertirla en mi favorita. Mi único miedo aquellas primeras semanas era que por esas cosas del infortunio y por culpa de cruces poco favorables en la sala de expulsiones para favorecer otras apuestas de la organización, perdiésemos una joya de concursante como ella de forma prematura, sin tiempo para conocerla de verdad y sin la posibilidad de ofrecernos todo lo que se adivinaba detrás de su sonrisa limpia y una mirada asombrada ante todo lo que ocurría a su alrededor. Cuando Vera se enamoró de Nichela, su interés algo obsesivo por ella fue el elemento clave de esta primera fase de su concurso hasta que él se fue de intercambio a Méjico y pudo liberarse. Me convenció que no se dejase llevar por una carpeta que no sentía ni necesitaba, aún sabiendo que si hubiese entrado al trapo de la propuesta sentimental del rapero tendría más protagonismo y podría durar más en la casa. Ella se negó a interpretar ese papel fraudulento que buscaba la organización desde el principio y lo hizo de manera adecuada, con algunos fallos por supuesto, pero jamás entró en ese juego ni dio tampoco falsas esperanzas a su amigo para no hacerle daño. Como contrapartida su concurso quedó sepultado en un segundo plano por las cámaras y relegada del guión principal de un programa supeditado a otros intereses y preocupado por resaltar las tramas que a ellos les interesaban. Ni siquiera ese ninguneo sistemático impidió que en las últimas semanas, a medida que se iban fagocitando los agentes principales de las apuestas del programa y se quedaban menos personas en la casa, apareciese por fin para toda la audiencia esa chica luminosa, divertida y cordial que fue siempre Niedziela desde que empezó el programa

    No voy a hacer un repaso ni un análisis exhaustivo de su paso por Guadalix porque en las diferentes entradas del blog sobre la edición, y más aún siendo mi favorita, está reflejada mi opinión sobre su concurso y toda su evolución. Ahora no toca. Sólo pretendo constatar que Niedzilela (nuestra Nichela del blog) es una persona muy especial, como lo ha demostrado ayer noche durante la gala después de su expulsión, la guinda definitiva del pastel para convencer a todos aquellos que no habían caído todavía en sus redes y no se habían dado cuenta de que esta mujer es y será una gran hermana con mayúsculas y permanecerá para siempre con justicia en ese Olimpo particular reservado a unos pocos elegidos de este maravilloso programa que nos enamoró desde el principio, precisamente por el privilegio de disfrutar dentro de esa casa de personas tan genuinas y maravillosas como ella. Cuando la presentadora dijo su nombre para que abandonase la casa y se acabó por fin su sueño, mientras sus compañeros la abrazaban en el jardín bajo la noche fría de diciembre, ella dijo que se le había salido el alma por algún lado sin saber que a muchos de nosotros también nos pasaba lo mismo, y se nos partía también el alma por no poder contar con ella un día más en Guadalix y por la deuda de gratitud impagable que tenemos con ella por todo lo que nos ha dado durante más de tres meses en la casa.
 
    Tres meses que a ella le parecieron un mundo como dijo a la presentadora durante esa entrevista fantástica en que la chica del circo ha conseguido lo imposible: mostrarnos a la mejor Mercedes en mucho tiempo, contagiada por esa energía positiva con la que ha inundado el plató como una marea de entusiasmo que ha traspasado las pantallas de los televisores para entrar a borbotones en nuestras casas y hacernos felices durante un par de horas más como colofón perfecto a un concurso embrujado, divertido y cabal. Una falsa final miserable que paradójicamente se ha convertido en un regalo que compensa en parte la tristeza de que no sea la ganadora del programa para aquellos que como yo tuvimos a la chica del monociclo como favorita desde el primer momento. Niedziela ha derrochado una dosis fascinante y extraordinaria de magia e ilusión que le corre por las venas mezclada con su sangre para embrujarnos sin remedio, hasta lograr robarnos esa sonrisa franca y limpia del niño que fuimos cuando nos asomábamos con la mirada ilusionada ante la pista de un circo. Niedziela nos ha cautivado con su propia realidad gracias esa mezcla perfecta de mujer real e ingenua, maliciosa y adorable, noble y leal a sus principios. Una embrujada acostumbrada a hacer feliz a los demás desde niña para engatusarnos con el maleficio de su magia blanca y su sana alegría preñada de esperanza.  Detrás de esos labios rojos pintados tan exageradamente que a veces nos recuerda a una de esas muñecas antiguas y atemporales de porcelana o a una princesa japonesa de un preciosista grabado japonés, late una muñeca de carne y hueso, una persona con ángel y con alma. Esa que se le fue en parte anoche para compartirla para siempre con nosotros.
    No sé lo que pasará esta noche con la final definitiva de Gran Hermano, sólo espero que se cumplan los mismos deseos que ella expresó durante la despedida de sus dos compañeros finalistas. Unos deseos que también son los míos, así que suerte a los dos pero que gané Sofía, nuestra tercera embrujada. Quiero acabar esta entrada dedicada a la que ha sido para mí la mejor concursante de esta edición de GH copiando la despedida habitual que nos dedica a todos al final de sus escritos en el blog. Y lo hago con una sonrisa en los labios, la misma con la que me quedé ayer al terminar la gala gracias a una chica de circo que quedó tercera de GH 16 contra todo pronóstico y que consiguió, como dueña absoluta del escenario, con sencillez y naturalidad, que durante un par de horas inolvidables no me acordase de los que manejan el cotarro de programa.

Un besito corazones.

Forastero marulo

sábado, 19 de diciembre de 2015

EL CORAZÓN A MIL

    Lo primero que tengo que decir es el tremendo alivio que siento por seguir con Nichela dentro de la casa en la gran final, un alivio directamente proporcional al que también siento, aunque sea totalmente diferente al anterior, por perder de vista el puñetero bucle "hanaritz" durante los cuatro o cinco días que nos quedan de concurso. La propia Nichela reflejaba ayer para nosotros esa misma sensación cuando resopló también aliviada al comprobar que la cosa no había sido para tanto tras el surrealista encuentro que le prepararon con Ricky para saldar las supuestas cuentas pendientes que él tenía con ella.  Algo tenían que buscarle a la del circo que se defendió muy bien y seguramente alucinaba pensando que si lo de Ricky era todo lo que podían encontrar de polémica en su paso por el programa, es que no lo estaría haciendo tan mal. Otra situación disparatada como la del martes pasado con el alegato en positivo de Suso defendiendo su candidatura a la victoria, uno de los concursantes con los que no tuvo precisamente ninguna conexión mientras tenían secuestrado a Vera, el único concursante que tendría el beneplácito completo de ella para realizar su alegato.

    En realidad tengo muy pocas ganas de analizar todo lo que pasó ayer durante la gala de la expulsión de Han, que acabo de ver en diferido, y aunque a estas alturas no tiene mucho sentido darle vueltas al despropósito en que se han convertido las galas y los miserables debates de los domingos y los martes, es lo que toca. Al fin y al cabo volvieron a incidir en los mismos errores de ocasiones anteriores con una Milá tan parcial como siempre; sólo que esta vez ha sido en contra de Aritz, una actuación en negativo como para compensar la balanza con el tratamiento favorable hacia el vasco en los dos debates sobre el concurso que presenta Jordi. Lo mismo que comenté en galas anteriores sobre casos similares, aunque se trate de un concursante que tengo atravesado desde hace mucho tiempo no es de recibo la carga de profundidad que ayer le metieron al vasco con las visitas de Suso y Maite. Algo impresentable. Al contrario de lo que piensa mucha gente creo que esta situación de ataque desproporcionado y sin sentido, sumado a la expulsión del chino, más que perjudicarle le beneficia; sobre todo después de presenciar como sus visitas saldaban las cuentas con él de una forma tan torpe y engañosa en las formas que apestaba a montaje mal organizado siguiendo unas pautas que marcaba la cadena. Suso desmontó el jueguecito con los guiños de complicidad al del sombrero en los momentos de descanso y publicidad, algo que él mismo, dolido, confesó después a sus compañeros.  De Mercedes, para repetirme, no me apetece decir nada aunque tenga hoy más motivos que nunca.
 
    Ni siquiera con la expulsión de Han voy a profundizar demasiado con el bucle homocarpeta porque después de ver los vídeos que le pusieron en el plató sobre su relación con Aritz, y después de todo lo que he escrito sobre ellos - la última vez en la anterior entrada - poco más tengo que añadir. Simplemente abundar en el rechazo que siento por el concurso del de Santurce y que cada día y cada semana que pasa esa brecha se ahonda de manera progresiva para hacerse abismal. No voy a rescatar argumentos ya escritos y repetidos, sólo apuntar que ayer, aunque recibió bofetadas por todas partes, tengo la impresión de que mientras rumiaba su rabia contenida, esta vez con bastante razón, entendía que su estrategia se estaba cumpliendo de manera razonable y que lo importante era que ya estaba en la final, más cerca del objetivo. Lo demás son daños colaterales necesarios para sumar puntos. Ese fondo negro que enmarcaba su rostro taciturno, mientras esperaba sentado en el sofá a que llegase la visita de Suso para saldar cuentas pendientes, representaba muy a las claras para muchos de nosotros todo lo oscuro e inquietante que se oculta detrás de este concursante tan polémico.
 
    Han no le quedó a la zaga a su compañero de cama, y en contrapartida con esos grititos y lloriqueos melodramáticos e insufribles tan propios cuando llegó al plató y fue recibido por su hierática madre y todos sus amigos, mantuvo después durante la entrevista una frialdad y un distanciamiento de todo lo que estaba viendo por la pantalla con los vídeos tan jugosos que le mostraron de su paso por la casa. A pesar de todos esos gestos tan típicos suyos, con los que suele adornarse, tapándose la boca entre sorprendido y pícaro, entre otros muchos, volvió a salir el chino de actitud cobarde pero simpático, el Han calculador y frívolo al que se le fue el concurso de las manos por no saber manejar los tiempos ni el tono de una relación a la que se lanzó de cabeza abandonando la dignidad en el puerta de entrada con la íntima convicción que era la catapulta perfecta para conseguir el premio del concurso y acabar simplemente enganchado de un tipo vasco con barba y sombrero. Resultó triste comprobar cómo ayer en el plató su entrevista con la Milá estuvo totalmente condicionada por un Aritz que seguía manejando sus palabras y sus silencios desde la distancia, y como si fuese un títere teledirigido por el del sombrero, actuaba y largaba información en función de esta premisa. Hasta tal punto ha logrado el vasco controlar su voluntad que lo único que le interesaba al chino era no meter la pata para volver a sus brazos en cuanto salga de la casa. Un esfuerzo de contención que provocó probablemente, al no contestar con sinceridad a determinadas preguntas como la de si Artiz y él se conocían antes de entrar en el concurso, una respuesta ambigua para seguir alimentando todavía más la sospecha si cabe por parte de la audiencia.
 
   El caso es que no soporto y llevo fatal este año, aunque a veces nos dé verdaderos momentazos, la manía de insuflar información constante desde el exterior a través de personajes ya expulsados que le interesa potenciar para lo suyo a la cadena. Unas intromisiones que distorsionan y corrompen el concurso en sus esencias y llevan al límite a esos concursantes que merecidamente están en esa final tan interesante y justa (sólo me faltaría Marta, pero tras verla actuar fuera estos días tan “subida del verbo subir” como ella misma diría creo que está bien en donde está). En esta situación abusiva e inaceptable sólo deseo hablar de las dos embrujadas, sobre todo de esa maravillosa concursante que nos trajeron desde un entrañable circo ambulante hasta ese otro circo iluminado de Guadalix con la convicción de que esta vez, más que nunca, he acertado al apostar por una concursante como ella desde casi la primera semana.
 
    Aunque debo reconocer que tenía confianza casi absoluta en que Nichela lograría pasar el corte, confundiendo los deseos con la realidad, es todo un premio inesperado tenerlas juntas en la casa los días que restan de concurso. Esta vez  sí  que podremos por fin disfrutar de los tres finalistas en igualdad de condiciones sin la distorsión que suponía tener a la pareja junta en la casa evitando así que el guión y las cámaras las ignoren a ellas para centrarse, como pasaba hasta ahora, en lo ocurría entre el chino y el vasco debajo de las sábanas.  Gracias a ellas aguanté el martes pasado hasta las tantas siguiendo el debate “límite 48 horas” mientras estaba conectado con el directo de la casa en paralelo. Otro debate repleto de horas de tedio centradas en la intimidad de la pareja hasta que llegaron los momentos significativos de la noche, que al final se redujeron a los vídeos resumen de Sofía y Nichela, por fin, aunque fuesen de últimos, y también a esos alegatos que tuvieron en vilo a los cuatro pensando que serían en negativo cuando les mostraron previamente en la pantalla a los compañeros expulsados encargados de los mismos sin decirles nada más y especulando, los pobres, a cuál de ellos les correspondería el suyo.  Una verdadera tortura china, nunca mejor dicho, que añadió un punto más de presión a estos días que les estaban resultando tan largos y difíciles que culminaron de momento ayer con la expulsión de Han y con las visitas de algunos ex concursantes a la casa para saldar cuentas con ellos. Una serie de situaciones, que como ya comenté, consigue llevarlos hasta el extremo de su aguante físico y psicológico.

    A veces, dentro de todo este esperpento que supone tanta intromisión dañina y grotesca desde el exterior surgen momentos de verdad insuperables del gran hermano puro y mágico que puede con todo, como ocurrió el martes pasado durante el alegato en positivo de Ricky a Sofía que descolocó de tal manera a la navarra que pedía después emocionada a sus compañeros que tocaran su pecho para comprobar como tenía el corazón a mil. A pesar de producirse a través de un método indeseable como son los alegatos externos, unas simples palabras de apoyo de un tipo como el canario, tan poco fiable, pueden ser un bálsamo para un corazón necesitado del aliento preciso en el momento justo. Tampoco se puede esconder la química entre dos personas cuando ésta es evidente y saltan chispas de tal forma que traspasan la pantalla de nuestro televisor como ocurrió ayer durante la visita de Suso a Sofía para saldar las cuentas del morbo que la organización pretende explotar hasta el último día.  Es emocionante comprobar como la verdad de nuestro GH sigue brotando incluso entre la basura, lo mismo que aquellas flores que nacen entre el lodo negro de las que hablaba Noemí, la concursante canaria GH 13 que se entregó en cuerpo y alma a este concurso.

    El corazón a mil nos queda también a nosotros pendientes de una final apasionante de una edición tan diferente y especial como ésta. Al parecer pretenden seguir rizando el rizo y nos dejan una semifinal falsa para el martes en que expulsarán a uno de los tres, y la final definitiva sería el miércoles, en vísperas de Nochebuena, con los dos finalistas restantes. Teniendo en cuenta los precedentes, sobre todo aquella deplorable e injusta falsa final de GH 13 es para echarse a temblar. 

Forastero marulo


 


martes, 15 de diciembre de 2015

EL HOMBRE SIN ETIQUETAS

    Estaba expectante por saber lo que se iban a inventar ahora todos esos que hablaban desde el plató de Telecinco en el debate de una nueva dimensión en la relación entre dos hombres, que poco menos sugerían que éramos unos cafres retrógrados los que no entendemos estas cosas de la modernidad fraternal y amistosa de pasar el día abrazados y restregándose entre las sábanas "huevo va, huevo viene" sin que pasase nada, con el posterior cabreo mutuo monumental de siempre y vuelta la burra al trigo. Intento morderme los labios por no decir las cosas de manera bruta a todos esos colaboradores que en el fondo se les ve el plumero, intentando hacernos comulgar con ruedas de molino en connivencia cínica con toda esta película para que consideremos sana y normal una relación de este tipo, que los mismos protagonistas califican de tóxica y dañina. Si ya lo decía mi abuela, coño, que para esto no hace falta ser psicólogo ni terapeuta, que tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, y el que juega con fuego al final se quema. Si en el fondo da igual que sean dos hombres, un hombre y una mujer, o el tipo pareja que se quiera en esto de la sexualidad y/o el amor, porque lo de estos dos, sobre todo por parte del tipo del sombrero, apesta a farsa de lejos. Y si no es así debería hacérselo mirar.

    Lo cachondo del tema, como para descojonarse de risa, o de pena, qué más da, es que todo esto lo llevamos diciendo durante meses. Aquí en el blog lo repetimos por activa o por pasiva hasta el hartazgo, que el tipo este del sombrero que presume de no tener prejuicios ni etiquetas nos estaba tomando el pelo con una milonga que se cae y se desmorona por su propio peso. Qué curioso, justo ahora, a pocos días del final de la película, al vasco le entran dudas y nos quiere hacer partícipes, oh Dios, de que está confundido con sus sentimientos después de comerle en vivo y en directo la boca a Han, el consentidor entregado por la causa desde el primer día, porque este chaval "pizpireto" de ojos rasgados tiene mucho andado en el asunto, es decir que no es un pipiolo virginal como el buen Dámaso de GH 12, y supo desde siempre que esa fruta vasca caería tarde o temprano de madura.  Escuchando la perorata de Aritz en el confesionario por un momento me parecía estar viendo a Laura de GH 12 sin tetas pero con barbas y sombrero a punto de repetir aquella frase gloriosa de “Samu es lo que hay” a su persona especial confesando de una puñetera vez aquello que sabemos todos hace ya bastante tiempo: que el chino se la pone dura de cojones y que le devuelve la llave de la moto para que se la meta donde mejor le parezca.
 
    El tipo, al final, conseguirá convencer a sus incondicionales de que todo esto es real, auténtico y nada sospechoso. Están en su derecho por supuesto aquéllos que lo crean, algunos de buena fe y muchos porque así lo entienden y lo argumentan convencidos en blogs y foros, lo mismo que yo estoy en mi derecho de pensar que Aritz siempre fue como mínimo bisexual y que ha estado jugando con nosotros al gato y al ratón procurando que mordiésemos el queso de su cebo. Nos vendió la burra de un personaje original, desapegado del mundo tecnológico, una imagen de hombre rudo del norte, tolerante y algo excéntrico que no cree en el amor ni ha estado jamás enamorado porque no cree en las ataduras. Al mismo tiempo nos viene con el cuento de una llave que encierra el misterio que abre la puerta detrás de la cual se esconde una persona especial con la que toda la audiencia especula mientras se monta el mayor show de la historia del programa en base a una relación incomprensible de amistad fraternal y heterocuriosa con un chino gay y tarambana que está colgado hasta las cachas de sus puñeteras barbas, y el tipo no admite réplica mostrando una actitud beligerante y airada hasta perder incluso los papeles cada vez que se le saca el asunto, o cuando toma conciencia del lío en que se ha metido, o lo simula, por lo que le van diciendo los demás sobre lo que de verdad estaremos interpretando sobre esa relación los espectadores desde fuera, y sobre todo al imaginar lo mal parado que puede estar quedando.
 
    No tengo el más mínimo interés por saber qué tipo de información debió pasarle la tal Biki la noche que estuvo en la casa con él a solas. La amiga esa que traga con todo y está dispuesta a justificar lo que haga falta sin contestar a nada de lo que le pregunten y que al sentirse acorralada ante la evidencia de semejante montaje, como mucho se le escurre una lagrimita o pone sus ojos a girar como molinillos desbocados con los nervios y  la tensión. Ya se cuidaron de traer ayer al debate a un primo suyo para aguantar todo el tomate que se esperaba que saldría teniendo en cuenta que el programa había censurado en el directo todo lo que estaba pasando entre los dos durante el fin de semana. Una situación y unas especulaciones que hasta ayer en el debate sólo podíamos adivinar por las discusiones de fondo que se oían, o por lo que comentaban con cara de asombro infinito Sofía y Nichela, las dos embrujadas que quedan en la casa, intentando captar lo que ocurría detrás de las puertas. 

    Hoy no me he podido aguantar y he publicado antes de lo que acostumbro a hacerlo esta primera entrada de la semana. No podía esperar. Sobre todo viendo a esas dos magníficas concursantes como son Sofía y Nichelacada una a su modo, unidas y disfrutando a tope hasta el último minuto de esa casa, conscientes también las dos y alucinadas de la que se está cociendo a una velocidad de vértigo entre Han y Aritz, entre el chino y el vasco, entre el chico gay y el hombre sin etiquetas. La “niña” navarra, con esa intuición certera que disecciona cuando quiere todo lo que ocurre a su alrededor con precisión de cirujana, observa y comenta para el Súper y para nosotros la jugada del tipo del sombrero haciendo el mismo análisis que hacemos muchos de nosotros desde fuera y remata concluyendo que el fajo de billetes del premio final es seguramente el motor principal de la tremenda tomadura del pelo que supone este cansino espectáculo. Y Nichela, desde esa perspectiva algo ingenua y bienintencionada que tiene a veces de las cosas abre los ojos con asombro y no es capaz de dar crédito a lo que está sucediendo, y a las puertas de la final este asunto también le huele a cuerno quemado.  
    Ayer noche, cuando les presentaron como iban en ese momento los porcentajes ciegos de los cuatro para ganar quedaron todos un rato en suspenso y al contestar cada uno al Súper con cuál de esos porcentajes se identificaban, Aritz cuestionó que Sofía eligiese el más bajo para ella. El tipo del sombrero, como no tiene un pelo de tonto de la barba, en plena asunción de sus nuevos sentimientos y algo trastornado después de saber que todos conocemos por boca de Han la verdad sobre las "manualidades" que entre los dos se regalan debajo de las sábanas, tuvo la serenidad para acordarse del concurso y dejar una puyita ante la audiencia contra aquella que reconoce como su principal oponente para la disputa del triunfo final. 

Forastero marulo

  

viernes, 11 de diciembre de 2015

MARTA SPIELBERG: EL FONDO Y LA FORMA

    Antes de tirarme a la piscina con la canaria, la protagonista total de la gala de ayer, y en muchos aspectos, la mayoría positivos, protagonista también de esta maravillosa edición de GH que sin ella sería totalmente diferente, quisiera decir, por justicia y por si acaso después, ya metido en cuestión y embalado, se me olvide comentarlo o me parezca irrelevante, un par de cosas de nuestra Mercedes Milá. Lo digo sobre todo por mí mismo, por coherencia, y porque no quisiera después que nadie me eche en cara que sólo critico a la doña cuando me duelen prendas por su proverbial e injusta parcialidad cuando es en contra de un expulsado de mi agrado. A ver, creo que ya lo he dicho en múltiples ocasiones, y ayer ella misma se puso la venda antes de la herida al comienzo del programa diciendo que ya podíamos poner el grito en el cielo que seguiría haciendo lo que le sale del bolo durante las galas. Tal como lo presentaba parecía que tuviese información, o sospechaba, que uno de los dos expulsados podía ser Marta, una de sus favoritas como se demostró en la gala, y también de los lugares de internet que frecuenta, y por supuesto pensaba tomar partido. El que ayer coincidiese su entrevista tan favorable y elogiosa con la canaria, una de mis tres embrujadas favoritas de este año, no pone una venda en mis ojos ni me impide juzgar que una cosa somos nosotros, la audiencia o las redes, que tomamos partido con mayor o menor fortuna por unos u otros concursantes, y otra es la parte contratante, de la que ella como máxima representante debería mantenerse imparcial, equilibrada y justa, o por lo menos parecerlo, como decían los antiguos romanos de la mujer del César. Es lo mínimo que se le puede pedir a una profesional de su nivel.

    Para empezar, por muy gracioso que le parezca a la gente, resulta indignante el trato casi vejatorio que le dedicó a Vera, por ejemplo. Y por supuesto tampoco es de recibo la bronca desproporcionada que tuvo con Carolina e Ivy en concreto, con fuerte amonestación incluida y fuera de lugar. No era necesario mostrar ese partidismo propio de una hooligan de la peor ralea porque la propia Marta, dentro de la dinámica de la entrevista y en el cruce de réplicas se bastaba y se sobraba para desmontar las acusaciones de sus compañeras. En todo caso la función de la presentadora debería consistir en regular el flujo del debate arbitrando y regulando de forma equilibrada las intervenciones.  Aunque me guste la canaria y ella no tenga culpa, alguien tiene que decirlo, porque tanto la catalana como la mejicana, no merecían, creo yo, la amenaza de expulsión del plató tal como transcurrieron las cosas, sobre todo porque hasta ahora estas dos chicas se han comportado con educación y guardando las formas en todas las galas desde que fueron expulsadas, nos gusten o no como concursantes. Una actitud partidaria de la Milá que contrasta con la manga ancha que tiene sin embargo con otros concursantes a quienes recrimina de forma leve, o deja hacer, por actitudes verdaderamente censurables durante las galas. 
    El cine de Spielberg tiene en general algún que otro defecto, que es notorio, pero sus virtudes son tantas, y es tan reconocible, que el público disfruta con sus historias, sean cuales sean, porque consigue conectar con nuestras emociones hasta tocar esas fibras sensibles y ocultas detrás del disfraz con que solemos protegernos del mundo y la realidad. Unas propuestas que siempre reflejan en nuestra mirada de asombro lo que queda del niño que llevamos dentro. Marta, en uno de esos alocados y maravillosos "confes" después de otra de sus memorables trabadas defendiéndose de las críticas, aseguraba al súper que ella no era Marta Spielberg, argumentando que ella se dedicaba a hablar de las cosas del concurso y no a contar su vida.  Siento mucho no estar de acuerdo con la canaria porque sí que se merece ese apellido que ella misma rechazaba, pero no por montar una película irreal de cara a la galería sino por la capacidad que ha tenido de redactar con sus propias vivencias una parte importante de ese guión fantástico repleto de peripecias y emociones, de risas y de lágrimas que ha supuesto el concurso a pesar de rondar el desastre por culpa de los "malvados" de siempre. Sólo nos quedará por saber si su sacrificio supondrá un final feliz como la mayoría de las pelis del genial cineasta norteamericano si nos atenemos a lo ella querría, o ganará la otra parte, que tiene el mismo derecho.

    Reconozco que tuve bastantes dudas con ella en las primeras semanas de concurso, por esa manía, defecto o virtud según se mire, de entrometerse en cualquier cuestión o conflicto de la casa aunque no tuviese nada que ver con ella. Como decía un amigo mío es como una de esas personas a las que todo le concierne y que es capaz de picarse incluso con los aviones sin venir a cuento. No importa cuál era el motivo ni las personas implicadas, ella siempre aparecía en medio envuelta en su manta omnipresente más indignada que la persona ofendida, tanto para defender cualquier causa por insignificante que fuese como para recriminar con más contundencia que los propios afectados aquellas conductas que consideraba injustas e inaceptables desde su perspectiva. Para bien o para mal ella se mojó en casi todas las cuestiones y tramas que se vivieron a lo largo de estos tres meses en la casa y con el tiempo, a pesar de la saturación que me producía tanta intensidad, aprendí a distinguir en Marta el fondo y la forma, máxime cuando logré cuadrar las “trabadas” excesivas e incendiarias de sus formas con su fondo noble y generoso que se refleja en una lealtad sin fisuras con sus amigos y las personas que quiere.
 
    También logré asimilar esa necesidad imperiosa de estar siempre en el candelero sin importarle las consecuencias cuando tuve la certeza de que sus actitudes no buscaban jamás la oportunidad del momento para vender un personaje de cara a la audiencia; ese impulso de posicionarse hasta traspasar el límite de lo razonable poniendo en juego de forma suicida su propia supervivencia en el concurso cuando sus convicciones se lo exigían como en los momentos de las despedidas, cuando se encaraba al público que la abucheaba a ella o a otro compañero. Detrás de esas formas a menudo desmesuradas de chica caprichosa y consentida descubrí el fondo luminoso de una mujer vital e inteligente, divertida e intensa, alocada y genial que nos hizo disfrutar, y también sufrir, con esas frases y sentencias que quedarán en los anales del diccionario de palabras y citas de la historia del programa. El fulgor de una concursante que arrinconó de un plumazo las partes más oscuras de su personalidad: su inseguridad patológica, sus celos enfermizos, la falta de control de sus impulsos.  Temible enemiga de sus enemigos y amiga incondicional de sus amigos, la canaria, con sus luces y sus sombras, supuso un maravilloso regalo como concursante. Una dimensión que sólo podremos calibrar en su justa medida cuando pasen unos meses y recordemos la edición con nostalgia. Porque ella constituyó un elemento fundamental de la argamasa que aportó solidez y sentido a GH 16; un delicado edificio de sueños y deseos que en muchos momentos amenazó ruina hasta su demolición por culpa de la mala praxis de sus constructores y arquitectos. 

    A  nivel más particular e íntimo, Marta formó parte como elemento fundamental de ese inolvidable trío de embrujadas que formó con Nichela y Sofía. Una alianza que nos ha permitido disfrutar hasta ayer mismo de algunos de los momentos más entrañables y maravillosos de la edición. Las tres Ángeles de Charlie, tan diferentes y complementarias, quedarán para siempre en nuestro recuerdo sea cual fuere la resolución final del programa dentro de unos días. Todavía el día anterior a la gala, de madrugada, vivían juntas con melancolía, sorbiendo hasta la última gota, esos momentos que adivinaban serían los últimos con el grupo al completo. Risas y conversaciones cómplices a media voz intercambiando deseos, sueños e ilusiones que por última vez podríamos contemplar y disfrutar como espectadores privilegiados desde el directo. Consciente de que al día siguiente probablemente para una de las tres, o dos de ellas, el concurso se acababa, Sofía en un momento determinado rompió a llorar, como lo hace ella, en silencio y compungida. Inmediatamente Marta y Nichela se fundieron en un abrazo con ella tan lleno de ternura y cariño que por su autenticidad vale un concurso.  Sobrepasado por asistir como espectador privilegiado a esos momentos tan especiales, no tuve más remedio que identificarme una vez más con ellas y me invadió también la melancolía y la tristeza al darme cuenta de que ya no sería lo mismo quedar colgado del directo de la casa si faltaba alguna de las tres.  
   No sería justo, tampoco, si no dijese que gracias a Nichela, mi favorita, y gracias también a Sofía aunque en menor medida, logré asomarme a esa parte tierna, noble y generosa de una mujer que entiende la amistad en toda su plenitud y con una vehemencia exaltada que lo exige todo pero da el doble. De la mano segura y firme de la chica del circo me acerqué al corazón de su amiga, transitando desde la sospecha y el desconcierto inicial con una concursante que era incapaz de entender por su histrionismo e impulsividad hasta el descubrimiento paulatino de una mujer auténtica y todo corazón que se entregó al concurso a tumba abierta y sin red.  Contra todo pronóstico su expulsión supuso una sorpresa para todos, incluso para su familia y amigos según nos contó su propia hermana ayer en el plató, pero estoy seguro que desde el momento en que se apaguen las luces en la carpa de los sueños y las ilusiones de Guadalix, su nombre y el recuerdo de su paso por el concurso quedará escrito  para siempre con letras de oro en el Olimpo glorioso de la historia de Gran Hermano.

Forastero marulo

     

miércoles, 9 de diciembre de 2015

JUEGO DE DAMAS Y UN VASCO CON SOMBRERO

    En primer lugar debería reconocer, parafraseando y tergiversando a mi manera las palabras de aquella famosa frase, que en la casa a estas alturas del cuento “son todos lo que están pero también están todos los que son”. Lo digo porque me está resultando particularmente agradable lo que llevamos de este tramo definitivo del concurso si tengo en cuenta que en años anteriores estos momentos, en general, no me divertían especialmente y vivía con cierta ansiedad la recta final. Sin embargo, esta vez, sigo enganchado al programa con la misma intensidad, o más, gracias sobre todo a ese maravilloso juego de damas que representan las tres embrujadas – Nichela, Marta y Sofía – mientras aguanten las tres juntas al menos hasta este jueves, porque será complicado que una de ellas no se quede en el camino antes de la gran final que nos espera y como el vasco del sombrero estará dentro seguro, por lo civil o por lo criminal, por desgracia la que más puntos tiene de dejarnos en primer lugar es Nied.

    También incluyo por derecho propio en esa sensación de agrado a la extraña pareja que forman Han y Aritz, desde luego, aunque ninguno de los dos me acabe de convencer. El chino porque jamás he logrado empatizar con su concurso aún reconociendo que ha constituido un elemento pintoresco en la convivencia con una presencia omnipresente y activa hasta la saturación por el pikipiki constante con las chicas, por la aparatosidad sus melodramas de telenovela y fundamentalmente por esa historia de amor y amistad tan difícil de encasillar que está protagonizado con el vasco. Y en el caso del tipo con sombrero todavía menos a pesar de que ha conseguido que me haya pasado media edición intentando descifrar el misterio de su actuación en Gran Hermano, y he picado como casi todos en el cebo del significado de esa maldita llave que mostraba y besaba en las galas, por ejemplo, o intentando entender, desde la perspectiva de un fulano que en su vídeo presentación confesó que jamás se ha enamorado ni cree en el amor, en qué consiste esa devoción extrema que debe a la persona especial de la que tanto habla, rodeada de una nebulosa llena de interrogantes. Una excusa que huele a farsa y que me lleva a la conclusión de que hay mucho teatro en todas sus poses de supuesta naturalidad y campechanía. Un cuadro salpicado además con esos sermones de curilla revirado y levantisco en boca de un tipo que se define sin etiquetas.
 
    No sé si me repito pero, además de esa incapacidad de adivinar su verdadera edad cronológica por mucho que me digan que acaba de cumplir los veinticinco, lo que más me inquieta de este concursante es esa sensación que tengo con él desde el minuto uno de estar ante un personaje fuera del tiempo, antiguo y moderno, conservador y rupturista, dogmático con los demás y extremadamente susceptible con lo que a él le atañe. A día de hoy tengo muchísimas dudas de que todo su concurso sea real.  Observando al Aritz que se refleja estos días en la casa, relajado y capaz de disfrutar con sus compañeros finalistas aunque siga enrocado en la espiral insufrible de sus broncas cíclicas con Han, estoy cada vez más convencido de esa dualidad entre la persona y el personaje que tanto critica en los demás. Dos tipos bien diferenciados: un tipo con sombrero y otro sin sombrero, las dos caras de una misma moneda. El Aritz capaz de emocionarse de verdad y sacar sus sentimientos a pasear sin correas ni condicionantes y su otro yo, calculador y ventajista, que sabe que no debe desperdiciar la oportunidad que le ha dado la vida de arreglar de un plumazo todas la carencias económicas que limitan sus sueños y objetivos. Una oportunidad que no se puede dejar pasar de ninguna manera y por la que se hace lo que haga falta si es necesario. Desgraciadamente ese es el Aritz que en este momento sigue en el concurso y así será si las apuestas no fallan hasta el último día en que queden los últimos tres concursantes de la casa, independientemente del final que decidamos con nuestros votos. 
 

    Para completar el cuadro de los que “son y también están” nos queda Carlos; el no concursante más concursante de la historia de Gran Hermano. El tipo que entró en la casa por amor a Ivy, su mujer mejicana, como el que va al supermercado tirando del carrito de acompañante mientras la compañera es la que decide la compra. Ella se quedó en el camino a las primeras de cambio y él recibió su testigo, qué remedio, en la carrera de un sueño que no era el suyo. El chaval está cumpliendo su cometido de la única manera que sabe, siendo simplemente él mismo sin la ilusión ni la emoción de estar en algo que realmente le motive, como el que se pasea por su casa en zapatillas de forma mecánica sin otro objetivo que estar lo más cómodo posible, discutiendo por las cuestiones chorras y típicas de la convivencia e intentando tener los mínimos conflictos posibles mientras pasa el tiempo esperando la sopa boba entre puyas y charlas intrascendentes. Toda una proeza. El catalán se ha convertido en un entrañable gruñón para una parte significativa de la audiencia, en el hombre que ha acompañado sólo el concurso de los machos de la casa, hasta el punto de perdonar a Suso sus puñaladas a Ivy, y que sólo alza la voz de manera contundente cuando se trata de criticar a sus compañeras, a quienes nominó de forma sistemática estableciendo sin embargo un canal de connivencia y calculada complicidad con el bando misógino de la testosterona. Una actitud tan evidente que Marta, sobre todo, se lo ha reprochado en todo momento.  Supongo que esta manera de conducirse tiene que ver con su pareja y porque habrá asumido que en una convivencia tan estrecha durante tantos meses lo más conveniente es mantenerse a una prudente distancia de las chicas de la casa y su asociación con los hombres es la mejor opción para sobrevivir en el concurso. Tengo que admitir que Carlos es infinitamente superior a aquel otro “concursante no concursante” de infausto recuerdo que fue Oliver, el cantante canario que entro en GH 9 porque era el capricho de una de las gemelas de aquella edición, y que ocupa en mi infierno particular de la historia de GH un puesto merecido en el ranking de los peores concursantes de la historia del programa, pero eso es otra historia.

   Para acabar esta ojeada previa a lo que nos espera mañana en la gala del jueves, un repaso apresurado de lo que opino de los concursantes que nos quedan en la casa, quisiera poner el acento de nuevo en el vasco, no por nada, sólo por la certeza de que va a estar ahí en la pugna final y antes de hacer su última semblanza cuando toque, que espero que no sea recibiendo el maletín de Paula, menudos dos, me gustaría dejar claro algo que me corroe y ya apunté en su momento. A Aritz se lo hubiese perdonado todo, incluso podría estar razonablemente satisfecho si fuese el triunfador de esta edición tan coral y abierta pero no soporto la hipocresía, y no tanto por la suya, que se está jugando su baza principal con esa relación asimétrica con el chino, sino por la nuestra; para ser más exactos la de muchos de sus defensores, aunque no todos, y la audiencia en general. Me pregunto qué hubiese pasado si esa conducta que mantiene Aritz con Han de palpamientos íntimos, besuqueos, abrazos y demás parafernalia que se traen poniendo como una moto al chino noche tras noche y día tras día, con las broncas posteriores del vasco calificando abiertamente a su compañero de cama de cochino y vicioso, entre otras cosas, por intentar ir un paso más allá en esos intentos, la hubiese tenido Nichela con Vera, por ejemplo. No voy a contestarme porque todos sabemos perfectamente la respuesta y también lo que se diría de la chica del circo. No hay duda de que se habría montado la mundial en todos los debates y programas satélites y en este momento la chica del monociclo sería como menos la “calientapollas” oficial del país. Y todos esos que ahora disculpan e incluso comprenden la actitud de Aritz con todo el cinismo del mundo habrían crucificado sin compasión a Nichela.
 
    Bueno, que la entrada al final se me ha ido de las manos, porque en realidad venía a hablar de las tres damas finalistas que, sin menospreciar a los demás, nos ha regalado esta edición tan intensa gracias a un maravilloso casting. Una edición que está sobreviviendo con total dignidad a pesar de que los gerifaltes del programa han estado a punto de cargársela por culpa tantas intromisiones interesadas. La última en el 24 horas de ayer, con los dichosos “contralegatos” con la intención de azuzar el avispero hasta el último momento. Otra vez ellas, resplandecientes y magníficas, han vuelto a brillar y a salir airosas del reto. Otra vez Nichela sufriendo porque no entiende esa necesidad de resaltar siempre con estas pruebas lo negativo buscando lo malo y la gresca entre ellos con ese invento del “contralegato”, o esa manía de enseñarles los porcentajes para provocar tensión, y a pesar de que las palabras de Ricky como encargado de argumentar su expulsión no fueron demasiado duras no pudo reprimir al final las lágrimas tras respirar tranquila. Un llanto que representa la tristeza que compartimos muchos de nosotros. También me gustó la parrafada final de Marta cuando se defendió de la crítica de Raquel; un discurso emocional y mitinero durante su minuto de gloria apelando al orgullo de sentirse los mejores y agradecidos por ser los finalistas. Tanto fue así que por un momento dudé si les habrían puesto la noche anterior por la tele del debate de los candidatos para las elecciones del 20 de diciembre y ella se habría quedado con la copla oyendo el minuto final de Pablo el coletas. O todavía mejor cuando ofreció  sufragar las sesiones psicológicas que hiciese falta a todos los frustrados por verla todavía dentro de la casa.

    Si hay una cosa que quedó clara ayer, por si alguien no se había enterado todavía, es la confirmación, guste o no, de la firme candidatura de Sofía para ganar este concurso. Una posibilidad que no me desagradaría siempre que no pueda ganar Nichela, algo muy difícil, o incluso Marta desde luego. El contralegato de Amanda en su contra, contribuyó aún más a acercarla a ese maletín porque le dio la ocasión de lucirse en su estilo, el que gusta a sus seguidores, cuando le contestó que ella es natural por dentro y por fuera, no como otras que son todo plástico y artificial. Políticamente incorrecta, sí, pero un bofetón certero a la concursante más reventada de este año, y si me apuran, casi, de la historia de Gran Hermano.
 
Forastero marulo