No lo había pensado pero después de lo que pasó ayer, la crónica de una expulsión cantada y de unas nominaciones previstas que todos sabíamos como iban a desarrollarse, la casa quedó suspendida en una suerte de extraño y sugerente equilibrio; que lo sería más si los capitostes del programa no hubiesen tenido la genial idea de regalar la final en bandeja a Yago, desnivelando la relación de fuerzas entre los últimos supervivientes del concurso desde la semana pasada y condicionando las nominaciones para el cuarto puesto (el peor de todos, como sabemos). Una situación favorable para el modelo a corto plazo pero comprometida como veremos y que lo perjudicará seguro de cara a la final. De lo que en el fondo me alegro.
Mientras comentábamos la gala en vivo y en directo en Gran Hermano Comentado, el blog vecino y amigo de Ácrata, apostamos y predijimos (estaba chupado) como nominarían los cuatro concursantes que quedan en la casa. No había lugar para sorpresas y todos sabíamos que saldrían nominados los tres que salieron: Laura, Marta y Marcelo, y además con esos puntos. Desgraciadamente Yago no tuvo los arrestos necesarios para ahorrar a Marta el agobio de estar en la palestra con la pareja totita, evitando nominar a la cara al malaguita, su colega y perro fiel, en vez de nominar a Laura como hizo. Esa sería, creo, la mejor manera de facilitar las cosas a su paisana, la que fue siempre su apoyo en esa casa según sus propias palabras, y convirtiendo la expulsión del jueves que viene en cosa de dos: Marcelo y Marta. Y con el totito más a tiro.
Ahora quedan ellos cuatro en la casa, entrelazados en una madeja de hilos evidentes pero también con los más invisibles y sutiles que conectan a estas dos “parejas” con fuerza en lo positivo y lo negativo. Una pareja de "enamorados" a palos y la otra convertida en ejemplo de amistad sublimada por una Marta arrebolada y entregada totalmente a su “amigo”. Dos parejas que nos muestran mil facetas y múltiples aristas mucho más complejas de lo que parece, de tal manera que la interrelación entre los cuatro se establece como mínimo en seis planos diferentes, que llenan de matices y connotaciones únicas a cada uno de ellos como concursantes independientes y en relación con los demás.
Por un lado nos encontramos con la percepción y la valoración que hacemos de las parejas en sí, su definición como tales, su funcionamiento y desarrollo como entes con vida propia. La relación tormentosa, apasionada y excesivamente desequilibrada entre lo que aporta cada uno de los totitos por un lado y esa especie de amistad asimétrica entre mis dos paisanos, en la que ella hace tiempo que cruzó la raya de la mera fraternidad de colega y paisanaje para entregarse sin concesiones ni cuestionamiento alguno a los dictados y consignas de Yago; mientras que por parte de él sólo distinguimos un aprecio cuya intensidad desconocemos sumado al asombro que seguramente siente de que Marta le profese esa devoción tan exagerada, total y sin condiciones. Una actitud servil de la coruñesa que está lastrando su concurso y que le puede impedir su acceso a una final, que hace unas semanas tenía casi totalmente asegurado, por renunciar a ser ella misma.
Aparte de estos planos, el del totis love intenso e imposible tantas veces comentado y el de la "amistad forever" entre gallegos, sostenida ésta sin lugar a dudas por el acatamiento sumiso de Marta al yugo indiscutible de la voluntad egocéntrica del vigués, y que posiblemente enmascare, como veremos, otro tipo de sentimientos, también nos encontramos con otras conexiones enmarañadas y cruzadas entre estas dobles parejas que serán determinantes, probablemente, para el desenlace definitivo del juego.
Dos planos complementarios a los anteriores que están conformados por las relaciones repletas de desencuentros, animadversión y rencor entre Marcelo y Marta por un lado y de Yago y Laura por el otro. Enfrentamientos que nacieron y crecieron por motivos coincidentes en los dos casos. Laura, que desconfía y tiene calado al rubiales, como ella lo llama, porque siempre sospechó de sus intenciones de instigar y contaminar a Marcelo contra ella, sobre todo después de aquella primera gran bronca en la que los dos estuvieron separados. Y el caso de Marta y Marcelo, no tan evidente pero igual de enconado, con él acusando a Marta de meter cizaña entre la pareja, cuando en la realidad es Laura quien busca a la gallega para desahogarse y que le den la razón en sus cabreos periódicos con el totito porque necesita que la escuchen cuando se pelea con él.
Y por último los dos planos de amistad paralelos a las dobles parejas: entre ellas dos por un lado y la de ellos por la otra. La amistad entre las chicas es más equilibrada y tal vez más compleja, con sus altibajos y sus momentos de desconfianza porque ha sido torpedeada varias veces por los otros. Las dos son abiertas, francas, y en las distancias cortas son cercanas y generosas en los afectos. La camaradería entre ellos ya la he comentado varias veces. Es la historia de un maestro y su alumno aventajado, la de un discípulo, Marcelo, subyugado por la autoridad moral que el mismo adjudica a su profesor en el máster de cómo ser un macho diez y moverse con soltura por el mundo del famoseo, y al que deja que se entrometa en su vida sentimental inconsciente de que su mentor y maestro tiene una estrategia calculada en la que considera al malaguita un simple alfil de la reina negra a la que pretende dar el jaque mate cuanto antes.
Resumiendo, que nos quedamos con una partida más rica y compleja de lo que yo mismo me esperaba y en la que sólo hubiese cambiado al totito por la sirenita. Un envite que daré por bueno a corto plazo si el malaguita se va de cuarto como merecedor de una larga entrevista en una gala para él solo, ya que tiene muchas cuentas pendientes que resolver en el plató. En definitiva un tramo final con:
Resumiendo, que nos quedamos con una partida más rica y compleja de lo que yo mismo me esperaba y en la que sólo hubiese cambiado al totito por la sirenita. Un envite que daré por bueno a corto plazo si el malaguita se va de cuarto como merecedor de una larga entrevista en una gala para él solo, ya que tiene muchas cuentas pendientes que resolver en el plató. En definitiva un tramo final con:
Dos dobles parejas (una de enchochamiento y otra de amistad incondicional entregada y asimétrica).
Dos dobles parejas construidas de antipatía y desprecios.
Dos dobles parejas de camaradería, de compañerismo sincero e interesado por partes iguales.
Dos dobles parejas de camaradería, de compañerismo sincero e interesado por partes iguales.
Seis dobles parejas cruzadas, cuatro concursantes, tres finalistas y un único maletín.
A continuación me gustaría hablar de Marta, una concursante a la que casi no he dedicado tiempo alguno, o muy poco, en estas crónicas. En todas las entradas de esta edición, salvo contadas ocasiones, apenas la suelo mencionar, de refilón como mucho, y no hay una razón convincente para explicar semejante hecho, porque la verdad, no la considero precisamente un mueble y ha sido condimento de casi todas las salsas. Ella fue siempre el refugio de los parias y desheredados de las sucesivas escisiones de los diferentes grupos. Sobre todo se especializó en acoger bajo su manto de mamá leona (como ella misma se definió) a miembros de las parejas que por separación forzosa o voluntaria necesitaban una cura temporal o definitiva a sus heridas emocionales y morales.
Por eso no tiene explicación ni disculpa este desinterés por mi parte. Ella se muestra siempre transparente (o eso parece) y próxima a los demás, sin embargo, de forma paradójica, me siento incapaz de comprender su visión de las cosas y sus discursos aparentemente sensatos y políticamente correctos de cara a la galería. Con ella se cumple esa máxima, algo rancia y desfasada, de que por mucho que convivas con una mujer nunca tendrás la certeza de conocerla. Marta me parece una superviviente nata y al tiempo una mujer poliédrica envuelta en mar de contradicciones. A pesar de esa tristeza y ese discurso cansino que le achacan y censuran, ella siempre tiene una sonrisa que ofrecer y una palabra amiga para regalar. Incluso consejos no solicitados que no siempre se aceptan de buen grado. Junto a Chari es de las más agradables y empáticas de la edición en las distancias cortas, y su conversación y su trato siempre es cercano y afable. Todo su carácter y su escasa agresividad se le muere en la boca y casi nunca pasa del confesionario ni del comentario confidencial. Hasta que llegó Yago de nuevo a la casa supo nadar a contracorriente durante semanas, superando nominaciones en contra de tirios y troyanos, y cuando su grupo desaparecía acababa siempre encontrando una salida digna (ya se sabe, cuando una puerta se cierra otra se abre). Lo hacía con cierta elegancia y oportunidad, ofreciéndose y aportando el apoyo necesario, como dije, a los parias o refugiados de los grupos desaparecidos o escindidos.
Pero esa Marta cariñosa, acogedora y concursante con todas las posibilidades desapareció, en gran parte, hace tiempo. Hay una Marta anterior y otra posterior a la repesca de Yago. Con la vuelta a la casa del modelo, gracias a los votos de la audiencia, surgió una Marta más apagada que decidió desactivarse para jugar un papel secundario a la sombra de Yago. Siempre me costó entender esa dependencia y fascinación que siente por él. Un deslumbramiento de tal intensidad que provoca en una mujer como ella, supuestamente moderna y autónoma, una dependencia casi enfermiza que la anula y la disuelve hasta convertirse en una persona sojuzgada y sometida a una lealtad extraña y auto impuesta que ni el mismo Yago acaba de entender. Me imagino al modelo, alucinado, desde su narcisismo y su perspectiva autocomplaciente de las cosas pensado que su capacidad de seducción no tiene límites, o pontificando desde su atalaya de macho alfa que no hay Dios que entienda a las mujeres.
La otra explicación, la más plausible, es que desde el momento en que se encontraron por primera vez en la casa de colorines se produjo un flechazo inmediato por parte de Marta y se quedó colgada de él para siempre. Recuerdo perfectamente que sus ojos la traicionaron cuando se iluminó su mirada al verlo por primera vez. Yago, desde ese concepto tan curioso del respeto que según él le deben los demás por ser quién es, la rechazó y la despreció porque interpretó como una desconsideración imperdonable una frase de Marta, sacándola fuera de contexto, cuando ella le dijo que allí mandaban ellas al encontrarse los dos por primera vez en la casa. Luego siguieron caminos diferentes sin puntos de intersección, a él lo expulsaron y ella se lió con Joaquín.
Esa historia, la de Marta con el maduro gaditano, un poco sórdida y carente de alicientes para mí como espectador, fue lo que menos me gustó de ella. Una relación forzada que tanto perjudicó a Joaquín y que está donde se merece por juzgarla demasiado a la ligera después de todo lo que ella le dio.
Tampoco me convenció demasiado la imagen que nos vendió en su vídeo de presentación, tan diferente a lo que vemos en la casa en muchos aspectos. Pero éste es un pecado menor o venial, con su disculpa, porque está bastante generalizado entre todos los concursantes en sus presentaciones, donde intentan sorprender a la audiencia y a los que hacen la selección en el casting. De cualquier manera esa declaración tan comentada, de que ella se siente un hombre dentro de un cuerpo de mujer, si lo dijo por lo liberal que es en sus relaciones con el sexo opuesto, aunque discutible, lo doy por bueno; pero casa fatal con ese rol sumiso y de obediencia ciega a un hombre como Yago que en realidad es lo que estamos viendo.
Tampoco he hecho comentario alguno sobre la polémica del idioma gallego a cuenta de unas declaraciones desafortunadas de Marta y que tanto se han comentado por aquí en Galicia a nivel local y también en internet. Como gallego tengo mi opinión sobre el asunto, por supuesto, pero me la reservo, ya que para lo concerniente al concurso el tema no interesa aunque me dé pistas sobre su forma de pensar y otras cosas.
Ni que decir tiene, como supondréis si habéis leído las entradas anteriores, que mi deseo es verla en la final con Laura y Yago. Prometo que en esta entrada no voy a hablar del totito, a ver si así se va de una puñetera vez y dejo de gafarla.
Para terminar me gustaría comentar que la gala de la expulsión del nuevo “Dama de Almoradiel” me pareció un esperpento en toda regla. Esa es la verdad. Todo en el plató estaba a más revoluciones de lo normal, como si hubiesen esparcido un par de bolsitas de coca a través del aire acondicionado y todo el mundo se hubiese descontrolado con la entrada estelar del coplas que redimido y renacido, dentro de su nueva identidad sexual, regresaba a la vida real alegre como unas castañuelas, nunca mejor dicho, y más eufórico que nunca. Un chute de notoriedad exagerado y casi grotesco. Una escena que ya quisieran para una de sus películas Almodóvar o un Berlanga. El caso es que todo el mundo estaba fuera de sí: la familia, los amigos del nuevo gay, los espectadores y unos compañeros expulsados que estuvieron especialmente desbocados durante la gala, sobre todo el momento de la entrada, cuando le hicieron ese pasillo de la fama a Dámaso, aplaudiendo todos en pie como quien recibe al torero aquel de la copla de Manolo Escobar. Resultó un espectáculo entrañable y a la vez tremendamente ridículo. El momento de gloria de un buen chico que necesitó un programa como GH para destapar su verdadera esencia. Espero sinceramente que sea por bien.
Y esta vez no me podía olvidar de la Milá, ni del modelito tan provocativo, o disuasivo, según se vea, que le tocó vestir esta semana, plantificándonos toda la noche sus generosos pechos a través de la pantalla, hasta el punto de que por un momento casi me acongojo cuando se acercó a la cámara para recriminarnos y retarnos, a los de los blogs, para que denunciemos donde corresponda si creemos que de verdad existió tongo con lo de Yago. En ese instante pensé que nos fulminaba y me acordé de Afrodita, no de la diosa griega del amor, ¡no!, sino de la novia de MazingerZ. Sólo le faltó decir aquello de ¡pechos fuera!
Y esta vez no me podía olvidar de la Milá, ni del modelito tan provocativo, o disuasivo, según se vea, que le tocó vestir esta semana, plantificándonos toda la noche sus generosos pechos a través de la pantalla, hasta el punto de que por un momento casi me acongojo cuando se acercó a la cámara para recriminarnos y retarnos, a los de los blogs, para que denunciemos donde corresponda si creemos que de verdad existió tongo con lo de Yago. En ese instante pensé que nos fulminaba y me acordé de Afrodita, no de la diosa griega del amor, ¡no!, sino de la novia de MazingerZ. Sólo le faltó decir aquello de ¡pechos fuera!
Marulo
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