Parece que se ha liado la de San Quintín con el vídeo de la presentación del nuevo reality “La isla del amor”, en el que nos mostraron imágenes insinuantes del torso y el muslamen de algunos de los concursantes, todos muy macizos y macizas para promocionar el producto. El Love Iland éste, una nueva fórmula que ha triunfado y está haciendo furor en varios países, en el fondo que no es más que un refrito de otros muchos realitys y programas (gran hermano, supervivientes, first dates, etc) al que le han añadido algunos toques originales. Parte del mundo mediático ha puesto el grito en el cielo, y no sólo porque nos hayan enseñado la zona del cuerpo tan próxima a la entrepierna, algo ya muy visto en las presentaciones de otros programas, sino por cómo nos tientan en el texto publicitario buscando agarrar al personal por lo de siempre con descaro indisimulado. Y claro, los más puristas y todos los que se la cogen con papel de fumar están que echan humo fumando en pipa y muy cabreados, acusando al programa de “cosificación”, ese "palabro" que suena últimamente en todos los lados. Según la R.A.E. en su segunda acepción, cosificar es la acción de reducir a la condición de cosa a una persona; un término que se viene aplicando en la lucha por la igualdad de género referido fundamentalmente a la cosificación de la mujer, y en muchos casos, la mayoría, con toda la razón. El problema es que aquí pinchan en hueso, porque probablemente han entrado al juego publicitario del programa como pardillos.
Aunque en teoría no se pueda probar nada, conociendo el percal es evidente que la misma cadena utiliza el vídeo de presentación como señuelo buscando la provocación interesada muy consciente de su repercusión teniendo en cuenta la susceptibilidad con estos temas en la sociedad actual. Un objetivo que parece conseguido observando a toda esa gente en las redes sociales que entra al trapo con un desconocimiento aparente de cómo se juega la partida para atraer al público en estos asuntos de los realitys y contribuyendo, como efecto contrario al supuestamente buscado con la denuncia y la crítica, a levantar todavía más la expectación y el morbo entre los probables espectadores. Está claro que no han tirado de hemeroteca para comprobar que esto viene de lejos y está más que estudiado. Pronto pasará la efervescencia de la indignación espontánea y en NEOX, la cadena que emitirá el concurso, encantados con el personal atrapado desde el minuto uno al producto.
Los de la cadena estarán que baten palmas y la Pedroche, como presentadora del programa, sonriendo pillina en medio de todo el sarao adivinando la que se avecina, porque saben muy bien que no hay nada mejor que una escandalera para que los telespectadores acudan en tropel como abejas a un panal de rica miel para comprobar de qué va en realidad el invento. Porque pica la curiosidad y luego ya veremos, que una vez dentro siempre hay un porcentaje importante de curiosos que se engancha seguro al cotarro. En resumen, cuantos más vayamos a la inauguración de la isla del folleteo, perdón del amor, más audiencia para la casa. Una maniobra de libro mientras los biempensantes, bienintencionados varios y defensores de todo lo defendible contra la cosificación haciéndoles el juego. Lo que nos vamos a reír, o a llorar, claro.
Y Cristina Pedroche es el broche del invento, valga la redundancia. Todo un acierto fichar a la reina de la expectación y la provocación morbosa en las despedidas de fin año en Antena 3; cuando lo más comentado cada año nuevo, rajando luego el personal a destajo, son las excelencias del vestido, por llamarlo de alguna manera, con el que en realidad, gracias a lo escaso de la tela y la magnitud de las transparencias, la chica nos regala la vista con la plenitud de sus curvas y turgencias varias perfectamente distribuidas para regocijo y entusiasmo tontorrón del personal masculino, sobre todo, que pasmado ante tanta exhuberancia hacen lo que pueden para no atragantarse con las uvas ni derramar el champán mientras suenan las campanadas disfrutando del espectáculo. Y todos ganan. Eso sí, a la Pedroche, siempre pizpireta, asertiva y simpática a rabiar, a valiente y “echá palante” no le gana nadie teniendo en cuenta el frío gélido que suele hacer en la Puerta del Sol de Madrid el 31 de diciembre a las doce de la noche.