Ya sé que la esencia de GH consiste en que ellos, los concursantes, vivan su experiencia en la casa lo mejor que sepan y puedan, que ya después nosotros los espectadores decidiremos salvar o expulsar con nuestros votos a quién nos dé la real gana, ejerciendo como "diosecillos" pequeños y déspotas que se creen omnipotentes. La adictiva facultad de poner a cada concursante en su sitio en base a una supuesta justicia divina que nos pertenece por derecho propio, o eso creemos, y que en realidad no es más que un modo de acallar nuestras propias conciencias, de descargar frustraciones y sublimar hasta el extremo la simpatía y la química que tenemos con determinados concursantes con los que conectamos y a los que perdonamos casi todo en contraste con el rechazo, e incluso la repugnancia, que sentimos hacía otros. Un conjunto de sentimientos exacerbados que crecen en nuestros corazones de voyeurs empedernidos devorándonos sin remedio a medida que transcurre el concurso.
Lo tengo muy claro, y por supuesto tampoco me libro de esta dinámica demoledora aunque a veces procuro ser objetivo y equidistante con ellos. Pero tarde o temprano casi todos entramos en la lógica demencial y la vorágine de Gran Hermano y poco importa cómo se desenvuelvan los concursantes a lo largo del programa, porque siempre mueven sus fichas en un tablero cuyas claves y reglas sólo nosotros conocemos y controlamos desde fuera, y al final, si el programa no juega sucio, algo que pocas veces ocurre, seremos los encargados de corregir el devenir de los acontecimientos a través de adhesiones ciegas o rechazos viscerales, sin tener muy claro a veces si son objetivas o justas nuestras decisiones soberanas. Como la vida misma.
Lo tengo muy claro, y por supuesto tampoco me libro de esta dinámica demoledora aunque a veces procuro ser objetivo y equidistante con ellos. Pero tarde o temprano casi todos entramos en la lógica demencial y la vorágine de Gran Hermano y poco importa cómo se desenvuelvan los concursantes a lo largo del programa, porque siempre mueven sus fichas en un tablero cuyas claves y reglas sólo nosotros conocemos y controlamos desde fuera, y al final, si el programa no juega sucio, algo que pocas veces ocurre, seremos los encargados de corregir el devenir de los acontecimientos a través de adhesiones ciegas o rechazos viscerales, sin tener muy claro a veces si son objetivas o justas nuestras decisiones soberanas. Como la vida misma.
Por eso la Revuelta, ese sucedáneo que nos endilgaron por aquello de alargar un poco más el negocio magnifico de GH 13, resultó sorprendente; y no lo digo porque siguiese demasiado el programa, que sólo vi algunas galas enteras y completé la información leyendo algo por aquí y por allá para no perder comba, sino por comprobar, con cierto distanciamiento y bastante asombro, como buena parte de aquellos que sí se implicaron de verdad en el invento se indignaban y sulfuraban al ver como el bacalao lo cortaban desde dentro de la casa los concursantes que se prestaron a participar en este nuevo concurso, y no ellos, espectadores acérrimos y puristas de GH que se encontraron con las manos atadas sin poder hacer nada de aquello a lo que estaban acostumbrados: votar como diosecillos vengadores para expulsar o salvar y de paso calmar su conciencia. Fans de GH frustrados sin la posibilidad de castigar a los "malos" y echarlos junto a los que según su santo criterio no pintaban nada en Guadalix, para dejar dentro, como siempre, a sus preferidos, aquellos que consideraban con "luz propia" o carisma. Esas cualidades que abren la puerta del éxito a algunos gracias a unos extraños mecanismos que no acabo todavía de entender del todo después de tantas ediciones, mientras que con otros concursantes, por su ausencia o escasez, acaba todo en fracaso estrepitoso o con un rechazo casi generalizado de los que siguen el programa.
La "Revuelta", que se trataba de otra cosa distinta a GH, algo que muchos no acabaron de aceptar, resultó entretenida e ilustradora en ese sentido como experiencia televisiva; y más cuando faltaron a la cita las dos estrellas indiscutibles de la edición: la canaria y el bailaor, que curiosamente acabaron de la mano llevándose, además de la fama, el premio final de GH 13. Pepe el premio gordo, un maletín repleto de euros y Noemí, ausente en la final, un premio de consolación teñido por los sinsabores de lo que pretendía presentarnos como su particular venganza contra el programa y contra todos, pero que el fondo no fue más que una pírrica victoria con sabor de amarga derrota. Lo digo porque al final, como acabo de decir, sin nuestra intervención externa, el asunto tuvo una deriva diferente a los deseos mayoritarios de los que seguían la convivencia desde fuera y las cosas se resolvieron en Guadalix, por primera vez en la historia, por lo que los concursantes decidían cada semana. En consecuencia los acontecimientos se desarrollaron fundamentalmente en función de la vida desde dentro, y no por lo que pasaba y decidíamos fuera.
Aunque lo seguí todo con cierta frialdad y a salto de mata porque considero que se trata de un formato carente de interés, el resultado final del experimento me agradó dejándome un buen sabor de boca. Me alegré sinceramente por la victoria del Alessandro Livi con Ochoa a su lado en la final. Un premio de consolación para el italiano después de un concurso tan marcado por su tormentosa relación con Noemí durante GH 13. Menos da una piedra.
En ocasiones uno tiene la sensación, y la tentación, de sentirse un hombre de ninguna parte, como el título de una de las últimas canciones de Xoel López. Un deseo que en el fondo es perfectamente compatible con sentirse un hombre del mundo, y acorde con aquel antiguo proverbio latino: "Hombre soy, nada humano me es ajeno" (Homo sum, humani nihil a me alienum puto). Con la que está cayendo a lo mejor todo esto suena pretencioso, sobre todo si nos lee alguno de esos tipos estirados e intelectualoides que mirándonos por encima del hombro tiene una pobre y triste opinión de los que amamos y seguimos fervorosamente GH, pero el proverbio latino nos va como anillo al dedo.
Para terminar os dejo la canción que acabo de mencionar de Xoel Lopéz (Deluxe), mi paisano. Pertenece a su estupendo y último trabajo: "Atlántico".
La "Revuelta", que se trataba de otra cosa distinta a GH, algo que muchos no acabaron de aceptar, resultó entretenida e ilustradora en ese sentido como experiencia televisiva; y más cuando faltaron a la cita las dos estrellas indiscutibles de la edición: la canaria y el bailaor, que curiosamente acabaron de la mano llevándose, además de la fama, el premio final de GH 13. Pepe el premio gordo, un maletín repleto de euros y Noemí, ausente en la final, un premio de consolación teñido por los sinsabores de lo que pretendía presentarnos como su particular venganza contra el programa y contra todos, pero que el fondo no fue más que una pírrica victoria con sabor de amarga derrota. Lo digo porque al final, como acabo de decir, sin nuestra intervención externa, el asunto tuvo una deriva diferente a los deseos mayoritarios de los que seguían la convivencia desde fuera y las cosas se resolvieron en Guadalix, por primera vez en la historia, por lo que los concursantes decidían cada semana. En consecuencia los acontecimientos se desarrollaron fundamentalmente en función de la vida desde dentro, y no por lo que pasaba y decidíamos fuera.
Aunque lo seguí todo con cierta frialdad y a salto de mata porque considero que se trata de un formato carente de interés, el resultado final del experimento me agradó dejándome un buen sabor de boca. Me alegré sinceramente por la victoria del Alessandro Livi con Ochoa a su lado en la final. Un premio de consolación para el italiano después de un concurso tan marcado por su tormentosa relación con Noemí durante GH 13. Menos da una piedra.
Teniendo en cuenta que todo había acabado para mí cuando Pepe ganó el verdadero concurso, reconozco que no pude resistirme a estar al tanto de lo que pasaba en la Revuelta y como un vulgar seguidor del tema rosa, lo admito, no desconecté del todo definitivamente hasta que supe que Pilar Ochoa dio el "sí quiero" a Rubén, su novio de siempre, ante el altar de la iglesia de su pueblo. Vale, seguramente no será más que sensiblería tonta de la que no consigo desprenderme cada vez que asisto a la boda de alguien que aprecio, aunque sea algo meramente virtual, y eso a pesar de ser testigo ya de tantos casorios de todos los pelajes a lo largo de mi vida; sobre todo cuando sabemos por experiencia que tal como está el patio en esto de las parejas de hecho y derecho, y por una cuestión de simple estadística, desgraciadamente (o gracias a Dios, claro) un porcentaje importante de matrimonios de hoy acabarán mañana o pasado mañana en separación o divorcio. Como no pretendo ser un cenizo agorero espero que no sea el caso, y le deseo a la riojana toda la suerte del mundo. Ya dije alguna vez por aquí, parafraseando la descripción que Valle Inclán hacía del Marqués de Bradomín, el protagonista de sus famosas Sonatas, que en el fondo no soy más que un tipo "marulo, católico y sentimental".
Ahora, después de los meses transcurridos desde que acabó todo, con el verano llegando a su fin y a punto de cogerme por fin unas mini vacaciones, que tal como está el patio es todo un privilegio, todo lo que tiene ver con GH me parece tremendamente lejano. Por lo visto en algunos blogs, últimamente, han seguido coleando las consecuencias del concurso con el tema de Pipi y Pepe a cuenta de su especial relación. Un claro indicador de que lo verdaderamente interesante y que engancha de este concurso son las relaciones humanas y todo lo que le rodea, fundamentalmente si tiene que ver con la posibilidad de que Cupido acierte a atravesar determinados corazones con sus flechas. No hay nada que motive más a la gente que hablar de la gente, de su vida, de sus pasiones y más aún si hay amor por medio o la posibilidad de que lo haya, aunque se trate de puras elucubraciones o alucinaciones colectivas. Es un tema del que ya hemos hablado y debatido demasiadas veces pero que resulta siempre inagotable y renovador.
No sé cuando empezará GH 14 ni siquiera si lo habrá, pero lo cierto es que este año no tengo "mono" del programa como en ocasiones anteriores. Tantos meses de GH13 y sus derivados acaban por saturar a cualquiera. Al menos a mí. Otra cosa es lo que pasará cuando escuche de nuevo la diabólica musiquilla del programa anunciando una nueva edición. Tal vez entonces vuelva a sentir la atracción irresistible de todos los años por seguir la vida desde dentro de Guadalix fiscalizada y mediatizada desde fuera por nosotros.
"Rocroi" - Augusto Ferrer Dalmau
Lo cierto es que la vida fuera pinta mal, muy mal, para qué engañarnos, y uno tiene la sensación de que es un soldado más de ese enorme ejército de personas corrientes que avanzan apretadas hombro con hombro en columnas cerradas y suicidas hacia un futuro incierto, tal como lo hacían los soldados de aquellos ejércitos decimonónicos y antiguos marchando hacia un enemigo poderoso e implacable. Como ellos, a medida que avanzamos a pecho descubierto ante los cañonazos de la vida y sus despiadadas cargas de fusilería, vemos como a nuestro alrededor van cayendo cada vez más y más compañeros en esa injusta batalla contra fuerzas poderosas que en el fondo jamás nos tuvieron en cuenta. Uno tiene la impresión de que nunca conseguiremos la victoria final, pero a pesar de todo no podemos dejar de huir hacia delante dejándonos la piel en el intento y lo que es peor, a muchos compañeros en el camino. Aunque ya no quedan casi esperanzas, y sólo saben pedirnos más y más sacrificios sin prometer ni ofrecernos nada a cambio, la última opción es rendirse, porque aún así esperamos sin apenas fe a que lleguen los "putos" refuerzos que nos ayuden por fin a dejar de ser lo que siempre sospechamos que fuimos, incluso durante la época de las vacas gordas: carne de cañón. Lo triste es que no hay refuerzos que vengan a rescatarnos y ya hemos descubierto que sólo nos tenemos a nosotros mismos, como individuos y como colectivo, aguantando en nuestros rostros de pueblo llano las bofetadas que deberían ser para los verdaderos culpables. Esa es nuestra condena y también nuestra fuerza. La que nos queda. Y la dignidad, claro, que no da de comer pero reconforta.En ocasiones uno tiene la sensación, y la tentación, de sentirse un hombre de ninguna parte, como el título de una de las últimas canciones de Xoel López. Un deseo que en el fondo es perfectamente compatible con sentirse un hombre del mundo, y acorde con aquel antiguo proverbio latino: "Hombre soy, nada humano me es ajeno" (Homo sum, humani nihil a me alienum puto). Con la que está cayendo a lo mejor todo esto suena pretencioso, sobre todo si nos lee alguno de esos tipos estirados e intelectualoides que mirándonos por encima del hombro tiene una pobre y triste opinión de los que amamos y seguimos fervorosamente GH, pero el proverbio latino nos va como anillo al dedo.
Para terminar os dejo la canción que acabo de mencionar de Xoel Lopéz (Deluxe), mi paisano. Pertenece a su estupendo y último trabajo: "Atlántico".
Forastero marulo
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