1.- Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada (Edmund Burke)

2.- Hay un límite a partir del cual la tolerancia deja de ser virtud (Edmund Burke)

lunes, 31 de mayo de 2010

EXPULSIONES: GÉNERO Y REALIDAD

    

    Comentando diversas cuestiones sobre el programa de Supervivientes en el blog de Ácrata después de la penúltima gala, confesaba que me hacía muy poca gracia comprobar que ya hubiese tres chicas expulsadas a esas alturas del concurso, y que esta semana se iría la cuarta. Al final, el jueves, además de la esperada expulsión de la legionaria (Dios la acoja con cariño en los platós y de paso nos proteja a todos nosotros de encontrárnosla zapeando por Telecirco) también se sacaron de la manga la expulsión de Carla y de regalo, la de Javier la Devo, que no es chica pero como si lo fuese. Ya me entendéis.

    Intentaba decir con sorna que si la cosa seguía así, en un par de semanas sólo se quedaban los tíos en la dichosa “isla” para regocijo y disfrute de los que hace tiempo salieron del armario. Perdonadme la maldad, pero creo que por eso lloraba tan desconsoladamente Javi la Devo. Su inesperada e injusta expulsión, a juicio de la mayoría, vaya por Dios, lo privaría de algo parecido al paraíso: una isla repleta tan sólo de machos para disputarse entre él y Miguel, otro que tal baila.

    Pobre, me pongo en su lugar, porque yo también lo lamentaría igualmente o más si me expulsan de una isla justo antes de quedar prácticamente sólo con diez mujeres que se pasean todo el día en bikini ante mis narices y con las que voy a dormir, todo apretujado, debajo de una lona en medio de la naturaleza salvaje. El sueño de cualquier tipo con sangre en las venas. No me digáis.

    Bueno, resumiendo, que visto el rumbo que toma el asunto, al final ya pueden ponerle a todos los machotes una tele bien grande, de esas planas con muchas pulgadas, y una buena reserva de cervecitas para que disfruten todos juntos de cada partido de la selección en el mundial de fútbol de Sudáfrica durante el resto del programa. ¡Viva la testosterona! Pero yo me borro o me “desapunto” como dice, cuando algo no le agrada ni le conviene, el muy cabronazo, un mocoso que conozco de cerca.

    El comentario es evidentemente irónico y le echo humor por no llorar y apagar la telecirco con sus concursos y debates para siempre. Pero lo cierto es que me quejaba y con razón, porque una de las cosas que más me sorprenden y que siempre me indignan (uso esta palabra por hacerme un poco el “fisno” y no decir de verdad lo que siento) de los concursos y realitys televisivos, y en concreto de GH, es la certeza de que normalmente las tías, edición tras edición, se suelen ir antes para casita. Me desespera confirmar, una y otra vez, que la mayoría de las veces es una mujer la primera en pillar la maleta y largarse por piernas directa al plató para dar allí las pertinentes explicaciones.

    De inicio y salvo contadas excepciones, ellas suelen concitar los odios más enconados y las antipatías más extremas. No hay piedad luego cuando los comentaristas de turno y el público enfervorizado las despelleja. Pasa igual que con las mujeres socialmente relevantes, por ejemplo las políticas, a las que no se les pasa ni una. Se les mira con lupa hasta el último pliegue de la falda o la perfección de la raya del rimel. No vaya a ser.

    No se trata tan sólo de criticar su personalidad y sus acciones, que eso se entendería, sino que a mayores hay que aguantar comentarios malintencionados, cuando no simplemente malévolos, sobre asuntos superfluos como la estética o su aspecto físico. Y eso en el mejor de los casos.

    Qué queréis que os diga. Pues que me j… (Me molesta lo indecible, dicho otra vez en “fisno”). Lo más desesperante es que después de escuchar múltiples y variadas teorías intentando ofrecer explicaciones y mil argumentos para encontrar una justificación medianamente sensata sobre el asunto, continúo absolutamente incapaz de entenderlo aunque intente racionalizarlo. Bueno, a veces sí, pero me niego a hacerlo. Puro cabreo, coño.

    No es que no esté de acuerdo en que, a veces, algunas se lo tengan bien merecido desde el primer día que entran al concurso, por lanzarse a la piscina sin encomendarse a nada ni a nadie o por pisar todos los charcos posibles salpicando barro a diestro y siniestro. Así, a lo bestia. También por intentar vendernos la burra o la moto tomándonos por tontos. Vale, parece que algunas se lo buscan a conciencia y se ganan a pulso la nominación, la animadversión y en consecuencia, la despedida precipitada del programa.

    Lo anterior es cierto, no lo discuto. Pero es que siempre hay uno o dos compañeros de programa, cuando menos, que son tan impresentables o más que ellas. Y estos elementos masculinos suelen irse de rositas, aunque digan o hagan, una tras otra, mil y una barrabasadas; aunque le pongan la zancadilla a todo bicho careto que estorbe un mínimo a sus intereses. Todo mientras silban mirando a la platea haciéndose los despistados y convencidos de su encanto. Unos angelotes de Murillo, vamos, de esos para enmarcar en el salón de la casa de la abuela.

    No quiero sacarla aquí a colación, pero Mercedes Milá comentó unas cuantas veces esta “injusticia” en algunos programas, sobre todo cuando saca su vena visceral y feminista. Desgraciadamente en ocasiones, según mi opinión, con sus comentarios y entrevistas a algunas concursantes expulsadas, no ayudó demasiado y su contribución a la causa fue incluso negativa. Este año estuvo de moda criticar a la presentadora, sobre todo por aquellos que curiosamente antes la adoraban, y no seré yo, Marulo, con lo que rajé de ella en GH10 (siempre con respeto eso sí) quién haga de abogado defensor de la Milá, pero justo es reconocer que cuando se pasó con algunas concursantes les pidió posteriormente disculpas.

    Podríais decirme que exagero o que estoy haciendo un ejercicio de demagogia barata, pero los datos objetivos sobre el tema son tercos e incuestionables. Cuando algo que todos sabemos o intuimos lo vemos reflejado en números y porcentajes, el hecho se hace mucho más evidente y no cabe discusión. Sólo nos queda reflexionar sobre el asunto.

   Si hacemos un repaso de las once ediciones de Gran Hermano, el reality por excelencia, por ejemplo, podemos constatar sin lugar a dudas que esto es así.

    La relación de las primeras expulsiones de cada programa en la historia de GH es tan elocuente que habla por si sola. A continuación os pondré los datos:

    Relación de primeros expulsados en la historia de Gran Hermano:

GH1: Mª José

GH2: Marta

GH3: Noemí

GH4: Sonia

GH5: Aída

GH6: Salva
Las dos siguientes fueron Eloísa y Cristal

GH7: Estrella

GH8: Laura S.

GH9: Amor
Por si alguien pone alguna pega, ya sabéis a lo que me refiero, la siguiente fue Paula.

GH10: Germán
Aunque el catalán fue el primer expulsado en la edición pirata, conviene recordar que las cinco siguientes en largarse fueron todas chicas: la 2ª Eva, la 3ª Raquel, la 4ª Ana, la 5ª Li, la 6ª Gema y así hasta el séptimo expulsado que volvió a ser hombre, Carlos H, aquel concursante “adorado” por todos los Ivanistas, como bien recordaréis.

GH11: Pilarita

    Y para rematar la faena acabamos con “GH el Reencuentro”, aún reciente y fresco en nuestro recuerdo. Raquel y Noemí fueron las primeras expulsadas, e Inma y Bea, la marquesa, las segundas. Es decir, las primeras en irse fueron las dos parejas de chicas.

    Si hablamos de la otra cara de la moneda, la del triunfo, tampoco es que esté la cosa para tirar cohetes. De las once ediciones que llevamos tan sólo en cuatro ganó una chica: Sabrina en GH2, Nuria (fresita) en GH5, Naiala en GH8 y Judith en GH9.

    Al final y para terminar, sólo me quedan dos explicaciones. Una es que el casting del programa es nefasto en lo que se refiere a la elección de las chicas (a lo mejor es que se hace a propósito, que todo es posible) o que nuestra sociedad no avanza todo lo bien que debería.

    Lo dicho. Un panorama desalentador.

Saludos Marulos
&&&

miércoles, 19 de mayo de 2010

SUPERVIVIENTES: El programa

    
    Hace un par de semanas que comenzó la nueva temporada de SUPERVIVIENTES y una vez más, porque no es de ahora, me entran unas ganas locas de hincar el diente al programa, coger las antorchitas esas de los títulos y plantarle fuego de arriba abajo.

    Se trata, según creo, de un concurso repleto de famosillos venidos a menos o que hace tiempo fueron “alguien” en alguna faceta social o deportiva, y que representan, de alguna manera, todo el arco posible de nuestra España cañí y casposa, esa España de casi siempre, la de la charanga y la pandereta que aparece a nada que se rasque bajo la superficie de la piel de toro.  En el fondo, la mayoría no son más que personajillos de medio pelo que sobreviven a duras penas en sus vidas actuales, unos agazapados tras sus “glorias pasadas" y el resto simplemente navegando como pueden enfangados en el sumidero folclórico nacional.

    Al participar en el concurso ven todos el cielo abierto, supongo, buscando recomponer el rumbo de sus existencias mediocres y anodinas. Una manera fácil y directa de hacerse ver de nuevo ante el público que un día tuvieron, con los televisivos padecimientos y privaciones que supuestamente conlleva el vivir apartados de la civilización bajo el ojo de una cámara. A través de la experiencia que supone convivir y competir con otros y otras de su misma ralea, y envuelto todo en un ambiente aparentemente caribeño con la iconografía propia de una peli de aventuras a lo Indiana Jones. Lo que mola un huevo, claro.

    Alguna o alguno parece incluso que participa con la sana intención de someterse a una cura gratuita de adelgazamiento, así por el morro, a cuenta de tele 5, para que todos lo veamos y vayamos anotando gramo a gramo y semana a semana su disminución de peso. Y si además se embolsan de paso otros beneficios pues mejor que mejor.

    Algunos, no pocos, se encuentran en una fase de sus vidas patética y desesperada, y se apuntan al programa con la intención de resucitar su fama del olvido, para ganarse unos eurillos y recomponer sus maltrechas economías, o simplemente para ponerse de nuevo en el candelero mediático con el objetivo de sumarse, con mejor o peor intención, al mamoneo friki televisivo y poder vivir así, si la cosa cuela, del cuento o de los escándalos grotescos y burdos durante el máximo de tiempo posible.

    El objetivo es lograr un hueco “privilegiado”, y casi siempre pasajero, dentro de la vorágine televisiva que lo inunda todo, el monstruo insaciable que organiza sus programas alentando y orquestando artificialmente en la mayoría de las ocasiones polémicas estériles y vomitivas. Un circo de programas interminables de cotilleo (como Sálvame y demás) que se ofrecen como correa de transmisión para tanta basura y que en muchas ocasiones, ellos mismos, procuran fomentar o iniciar en un proceso demencial al que se prestan gozosos y prestos tantos “personajes” y anónimos.

    Todo se acaba cuando la implacable maquina televisiva consigue sacar todo el jugo posible de estos concursantes, y se convierten al final en juguetes inservibles y rotos después de quedar emocionalmente triturados. Pero como en toda batalla larga y sangrienta, siempre hay tropa de repuesto esperando a la cola, de la que saldrán las nuevas víctimas dispuestas a inmolar su intimidad y su dignidad por un instante de fama y unas exiguas monedas de plata.  En definitiva, lo que sabemos casi todos.

    Los participantes anónimos del concurso, sin embargo, al igual que los de "Gran Hermano", aunque guarden ciertas similitudes y compartan objetivos con los famosetes de turno, son evidentemente harina de otro costal. Otra cosa será en lo que se conviertan durante el concurso, y sobre todo cuando salgan si deciden sumarse al ejército de ex concursantes dispuestos a todo, incluso a vender su alma al diablo o a recomponer su cuerpo como modernos Frankenstein por seguir alimentando de carnaza los platós.

    A los “hechos me repito” como decía el inefable Pazos en la mítica peli “Airbag”.  Con todo, los espectadores seguimos disfrutando del espectáculo, asistiendo encandilados y enganchados al programa con la esperanza íntima, al menos en mi caso, de encontrar algún mirlo blanco, alguna perla de verdad entre tanta baratija. Y a veces ocurre el milagro.

    Aún así, cualquier excusa no nos exime de nuestra responsabilidad ni vale de justificación; ya que, de alguna manera y sabiéndolo, con nuestra connivencia, somos el combustible necesario para alimentar y mantener vivo este despropósito.

¡Mea culpa!

¡Bendita culpa!.  

Saludos marulos
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