Comentando diversas cuestiones sobre el programa de Supervivientes en el blog de Ácrata después de la penúltima gala, confesaba que me hacía muy poca gracia comprobar que ya hubiese tres chicas expulsadas a esas alturas del concurso, y que esta semana se iría la cuarta. Al final, el jueves, además de la esperada expulsión de la legionaria (Dios la acoja con cariño en los platós y de paso nos proteja a todos nosotros de encontrárnosla zapeando por Telecirco) también se sacaron de la manga la expulsión de Carla y de regalo, la de Javier la Devo, que no es chica pero como si lo fuese. Ya me entendéis.
Intentaba
decir con sorna que si la cosa seguía así, en un par de semanas sólo se
quedaban los tíos en la dichosa “isla” para regocijo y disfrute de los que
hace tiempo salieron del armario. Perdonadme la maldad, pero creo que por eso
lloraba tan desconsoladamente Javi la Devo. Su inesperada e injusta expulsión,
a juicio de la mayoría, vaya por Dios, lo privaría de algo parecido al paraíso: una isla repleta tan sólo de machos para disputarse entre él y Miguel, otro que
tal baila.
Pobre, me
pongo en su lugar, porque yo también lo lamentaría igualmente o más si me
expulsan de una isla justo antes de quedar prácticamente sólo con diez mujeres
que se pasean todo el día en bikini ante mis narices y con las que voy a
dormir, todo apretujado, debajo de una lona en medio de la naturaleza salvaje.
El sueño de cualquier tipo con sangre en las venas. No me digáis.
Bueno,
resumiendo, que visto el rumbo que toma el asunto, al final ya pueden ponerle a
todos los machotes una tele bien grande, de esas planas con muchas pulgadas, y
una buena reserva de cervecitas para que disfruten todos juntos de cada partido
de la selección en el mundial de fútbol de Sudáfrica durante el resto del
programa. ¡Viva la testosterona! Pero yo me borro o me “desapunto” como dice, cuando
algo no le agrada ni le conviene, el muy cabronazo, un mocoso que conozco de
cerca.
El
comentario es evidentemente irónico y le echo humor por no llorar y apagar la
telecirco con sus concursos y debates para siempre. Pero lo cierto es que me quejaba
y con razón, porque una de las cosas que más me sorprenden y que siempre me
indignan (uso esta palabra por hacerme un poco el “fisno” y no decir de verdad
lo que siento) de los concursos y realitys televisivos, y en concreto de GH, es
la certeza de que normalmente las tías, edición tras edición, se suelen ir
antes para casita. Me desespera confirmar, una y otra vez, que la mayoría de
las veces es una mujer la primera en pillar la maleta y largarse por piernas
directa al plató para dar allí las pertinentes explicaciones.
De inicio
y salvo contadas excepciones, ellas suelen concitar los odios más enconados y
las antipatías más extremas. No hay piedad luego cuando los comentaristas de
turno y el público enfervorizado las despelleja. Pasa igual que con las mujeres
socialmente relevantes, por ejemplo las políticas, a las que no se les pasa ni
una. Se les mira con lupa hasta el último pliegue de la falda o la perfección
de la raya del rimel. No vaya a ser.
No se
trata tan sólo de criticar su personalidad y sus acciones, que eso se
entendería, sino que a mayores hay que aguantar comentarios malintencionados,
cuando no simplemente malévolos, sobre asuntos superfluos como la estética o su
aspecto físico. Y eso en el mejor de los casos.
Qué queréis
que os diga. Pues que me j… (Me molesta lo indecible, dicho otra vez en
“fisno”). Lo más desesperante es que después de escuchar múltiples y variadas
teorías intentando ofrecer explicaciones y mil argumentos para encontrar una
justificación medianamente sensata sobre el asunto, continúo absolutamente
incapaz de entenderlo aunque intente racionalizarlo. Bueno, a veces sí, pero me
niego a hacerlo. Puro cabreo, coño.
No es que
no esté de acuerdo en que, a veces, algunas se lo tengan bien merecido desde el
primer día que entran al concurso, por lanzarse a la piscina sin encomendarse a
nada ni a nadie o por pisar todos los charcos posibles salpicando barro a
diestro y siniestro. Así, a lo bestia. También por intentar vendernos la burra
o la moto tomándonos por tontos. Vale, parece que algunas se lo buscan a
conciencia y se ganan a pulso la nominación, la animadversión y en
consecuencia, la despedida precipitada del programa.
Lo
anterior es cierto, no lo discuto. Pero es que siempre hay uno o dos compañeros
de programa, cuando menos, que son tan impresentables o más que ellas. Y estos
elementos masculinos suelen irse de rositas, aunque digan o hagan, una tras
otra, mil y una barrabasadas; aunque le pongan la zancadilla a todo bicho
careto que estorbe un mínimo a sus intereses. Todo mientras silban mirando a la
platea haciéndose los despistados y convencidos de su encanto. Unos angelotes
de Murillo, vamos, de esos para enmarcar en el salón de la casa de la abuela.
No quiero
sacarla aquí a colación, pero Mercedes Milá comentó unas cuantas veces esta
“injusticia” en algunos programas, sobre todo cuando saca su vena visceral y
feminista. Desgraciadamente en ocasiones, según mi opinión, con sus comentarios
y entrevistas a algunas concursantes expulsadas, no ayudó demasiado y su
contribución a la causa fue incluso negativa. Este año estuvo de moda criticar
a la presentadora, sobre todo por aquellos que curiosamente antes la adoraban,
y no seré yo, Marulo, con lo que rajé de ella en GH10 (siempre con respeto eso
sí) quién haga de abogado defensor de la Milá, pero justo es reconocer que
cuando se pasó con algunas concursantes les pidió posteriormente disculpas.
Podríais
decirme que exagero o que estoy haciendo un ejercicio de demagogia barata, pero
los datos objetivos sobre el tema son tercos e incuestionables. Cuando algo que
todos sabemos o intuimos lo vemos reflejado en números y porcentajes, el hecho
se hace mucho más evidente y no cabe discusión. Sólo nos queda reflexionar
sobre el asunto.
Si hacemos
un repaso de las once ediciones de Gran Hermano, el reality por excelencia, por
ejemplo, podemos constatar sin lugar a dudas que esto es así.
La
relación de las primeras expulsiones de cada programa en la historia de GH es
tan elocuente que habla por si sola. A continuación os pondré los datos:
Relación
de primeros expulsados en la historia de Gran Hermano:
GH1: Mª José
GH2: Marta
GH3: Noemí
GH4: Sonia
GH5: Aída
GH6: Salva
Las dos siguientes
fueron Eloísa y Cristal
GH7: Estrella
GH8: Laura S.
GH9: Amor
Por si alguien pone
alguna pega, ya sabéis a lo que me refiero, la siguiente fue Paula.
GH10: Germán
Aunque el catalán fue el
primer expulsado en la edición pirata, conviene recordar que las cinco
siguientes en largarse fueron todas chicas: la 2ª Eva, la 3ª
Raquel, la 4ª Ana, la 5ª Li, la 6ª Gema y
así hasta el séptimo expulsado que volvió a ser hombre, Carlos H,
aquel concursante “adorado” por todos los Ivanistas, como bien recordaréis.
GH11: Pilarita
Y para
rematar la faena acabamos con “GH el Reencuentro”, aún reciente y fresco
en nuestro recuerdo. Raquel y Noemí fueron las primeras
expulsadas, e Inma y Bea, la marquesa, las segundas. Es decir, las
primeras en irse fueron las dos parejas de chicas.
Si
hablamos de la otra cara de la moneda, la del triunfo, tampoco es que esté la
cosa para tirar cohetes. De las once ediciones que llevamos tan sólo en cuatro
ganó una chica: Sabrina en GH2, Nuria (fresita) en GH5, Naiala en GH8 y
Judith en GH9.
Al final y
para terminar, sólo me quedan dos explicaciones. Una es que el casting del
programa es nefasto en lo que se refiere a la elección de las chicas (a lo
mejor es que se hace a propósito, que todo es posible) o que nuestra sociedad no
avanza todo lo bien que debería.
Lo dicho.
Un panorama desalentador.
Saludos Marulos
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