1.- Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada (Edmund Burke)

2.- Hay un límite a partir del cual la tolerancia deja de ser virtud (Edmund Burke)

miércoles, 24 de abril de 2013

MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA

    Mas de uno pensará, después de leer esto, que me ocurre lo mismo que a la zorra de la fábula, que al verse incapaz de alcanzar las uvas tentadoras en lo alto de una parra, al final las despreciaba justificándose en que estaban verdes. Aunque no es el caso entiendo que se pueda ver así, porque la decisión de no comentar este año GH, como sabéis, la tomé antes de empezar la edición sin conocer que tropa nos esperaba. De todos modos, visto el percal ahora y como se la están gastando este año en Guadalix, no me atrevo a asegurar al cien por cien que si estuviese ahora mismo en el tajo siguiendo la edición desde el blog no mandase todo a tomar por saco cerrando a las primeras de cambio el chiringuito.

    Por fortuna, y esa sigue siendo mi intención, no estoy comentando este año Gran Hermano, y lo digo porque me estoy ahorrando un montón de disgustos y cabreos tras comprobar la deriva nefasta y horrorosa que ha tomado GH 14 por decisión, no me cabe ninguna duda, de las mentes pensantes que dirigen el programa. No voy a extenderme en explicar las razones de tanto despropósito porque es algo que ya se está haciendo y muy bien, de forma crítica y amena, en los blogs vecinos que siguen abiertos y al pie del cañón. Hablo por supuesto de Gran Hermano Comentado y del blog de Balzac.  Desde luego comparto, en primer lugar, con algunos de los amigos y blogueros que allí comentan y debaten a diario esta edición que estamos ante un casting imposible y nada atractivo. No se salva de la quema prácticamente ninguno de los concursantes.

    En segundo lugar, estoy de acuerdo también con la opinión de algunos de que estamos asistiendo, probablemente, a un cambio generacional entre los espectadores y seguidores del concurso. Una cuestión que estará, con seguridad, detrás del casting tan decepcionante que hemos comentado y de los pobres contenidos que nos ofrece este año el concurso, alejados en demasía del "espíritu" primigenio el programa.  Unas variaciones de la productora que no tienen en cuenta a veteranos seguidores más o menos ortodoxos que entendemos el juego de manera distinta.  Asumimos, al menos yo, los cambios que sean necesarios para evitar el anquilosamiento de un concurso que debe evolucionar para adaptarse a los tiempos y sobre todo entretener y divertir, algo que nadie discute, pero respetando unos presupuestos básicos necesarios para que no se desvirtúe de forma exagerada el formato original.
    Tal vez se trate de eso,  un GH fabricado a la medida de las nuevas hornadas de seguidores en función de sus gustos y pulsiones. Una decisión calculada de adaptar el formato a los nuevos "fans" del programa, a los usos y modos propios en que estos suelen conducirse en sus vidas. El peaje necesario para sostener su interés y atención, buscando mil vueltas a las tramas o cambiando constantemente las reglas del asunto sin profundizar demasiado en las cosas.  Lo cierto es que para espectadores más veteranos, como es mi caso, ha llegado el momento en que el programa, con tanta transformación, está perdiendo de forma acelerada los mínimos imprescindibles de su esencia y se está convirtiendo en algo diferente. No sé si mejor o peor pero sus resultados no me gustan en absoluto. Incluso me repelen.

    Menos mal que he logrado marcar distancia, los que me habéis leído anteriormente lo sabéis, porque me cuesta un mundo transigir con las componendas y contradicciones constantes del programa. Y este año se llevan la palma.   Afortunadamente el asunto no me quita el sueño gracias a que me aparté a un lado en el momento oportuno sin saber entonces, como dije, la que se avecinaba. En las dos ediciones anteriores, después de manifestar a menudo en el blog mi enfado y crítica con los tejemanejes e intereses bastardos del programa, acababa siempre con la sensación de que todo esto no merecía la pena. Recuerdo perfectamente  que me sentía fatal por la incapacidad de asumir que la dirección del programa (Alvarito y demás gerifaltes) hacen y deshacen a su antojo sin encomendarse a nada ni a nadie, como muy bien la Milá, siempre en su papel, nos recuerda una y mil veces en las galas con bastante dosis de cinismo y un alto grado de prepotencia. Al final esto de seguir la casa de Guadalix como espectador más o menos activo se trata simplemente de decidir si lo tomas o lo dejas. Una cuestión de fe y pasión ciega, vamos.

    Por eso mi gran decepción con lo que llevamos hasta ahora de GH14, y con unas perspectivas muy poco halagüeñas, al comprobar en lo que se ha convertido el programa especialmente este año. He leído por ahí alguna opinión quizás con mucho fundamento argumentando que el problema no es el programa en si, que el problema somos nosotros, los espectadores veteranos y recalcitrantes que no hemos cambiado y seguimos anclados a fórmulas y rituales que de mantenerse en el tiempo acabarían matando el concurso. De ahí tanta renovación caótica y sin sentido. Una huida hacia delante que mantiene la evolución de GH esclava de una audiencia copada tal vez por nuevas generaciones que, como ya dije, ven y viven el programa de una manera muy diferente a como la vivimos o vivíamos nosotros.

    Para demasiada gente, al menos de boca para afuera, Gran Hermano es el referente patrio televisivo de la caspa y el cutrerío.  Fundamentalmente porque fue el primer reality con tales características y es el único que aguanta en la parrilla de salida año tras año sin perder apenas fuelle, con una audiencia importante y fiel detrás que se renueva constantemente; mientras que todos aquellos programas imitadores que nacieron a su rebufo, muchas veces para hacerle la competencia, desaparecieron o no tienen ni de lejos el mismo lustre, ni por supuesto su notoriedad y transcendencia.  Como nos recordó Mercedes en la última gala, creo, este mismo mes hace 13 años que empezó todo aquí en España y vamos ya por la edición número catorce.  Sus números, desde cualquier punto de vista que se analicen, amén de otras cuestiones que hemos comentado y debatido a menudo, son incontestables y lo dicen todo.
    Sigo dándole vueltas y preguntándome, quizás para justificarme una vez más, por las razones de semejante éxito, como si necesitase recuperar de forma recurrente los mismos argumentos  para entender porque sigo aquí pendiente del concurso y con este blog abierto hasta hace muy poco robando gran parte de mi tiempo y energía. Lo importante, pues, es repetirme una vez más, como quien escupe la letanía de una oración o un mantra obsesivo, las razones de porqué continúo encandilado al pie del cañón asumiendo los sinsabores que todo esto me produce aunque me haya tomado un respiro en forma de año sabático. Y la única respuesta que se me ocurre, por resumirlo todo, resulta tan pedante que me produce sonrojo confesarla.   Una respuesta que encuentro, como tantas veces para otras cosas, en el cine o la literatura. En este caso en las dos: en una frase de Bogart en la película de cine negro El halcón maltés y que aparece también en La tempestad de Shakespeare.   Si Gran Hermano se mantiene en el tiempo con la misma magia y seducción que siempre es porque el programa está hecho también con la materia de los sueños. Un concurso que nos hace soñar y vibrar tocando las teclas sutiles y ocultas que conectan con nuestras emociones.

    Y esto es algo que ocurre año tras año, enganchando y sumando a nuevas generaciones con nuevas formas de ver las cosas y con diferentes claves para leer y disfrutar el programa. GH se renueva y renace en cada edición como Ave Fénix aunque algunos no tengamos la cintura de entender y adaptarnos a los nuevos tiempos corriendo el peligro de quedarnos en la cuneta como trastos anticuados.

    Aún así, aceptando lo anterior, hay cosas que deberían permanecer inmutables. Una de ellas es que los "personajes" en Gran Hermano son fundamentales para que la historia funcione, y si ellos no están a la altura de las circunstancias se puede venir abajo de forma estrepitosa como un castillo de naipes.   Este año los personajes no me gustan, ni tampoco las historias que se tejen a su alrededor en Guadalix de la Sierra, pero como siempre la caja registradora y la cuenta de resultados mandan por encima de todo. Y Telecinco, como cualquier otra empresa que busca beneficios rentabilizando su inversión, y más en estos tiempos, no da puntada sin hilo.

    Como reza el encabezamiento de la entrada transcribiendo el título de aquella canción de los años ochenta de Golpes Bajos (el mítico grupo de Vigo, mi ciudad) son malos tiempos para la lírica.


Forastero Marulo
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martes, 23 de abril de 2013

23 DE ABRIL


    Dicen que todos tenemos un libro esperándonos. Un libro escrito especialmente para cada uno de nosotros. Un libro lleno de páginas y palabras donde encontrar luz y esperanza para el camino tortuoso de nuestras vidas. Un mundo lleno de historias que nos llegarán al corazón. Un universo secreto y fascinante preparado para aterrizar y mezclarse con nuestra realidad tocándonos el alma con la varita mágica de la emoción y el sentimiento.  

    Dicen que todos tenemos un libro, al menos, para acompañarnos siempre como amigo fiel. Un libro de cabecera para presidir todas las noches la antesala de nuestros sueños. Un libro para vivir, aprender, soñar, incluso para enamorarnos. Un libro para ser mejores cada día.  

    Sólo tenemos que buscarlo y seguro que lo encontraremos.



Forastero Marulo
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