1.- Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada (Edmund Burke)

2.- Hay un límite a partir del cual la tolerancia deja de ser virtud (Edmund Burke)

lunes, 11 de julio de 2011

NUNCA ME ABANDONES

    NEVER LET ME GO (nunca me abandones) es el título de una novela que leí hace algunos años, una historia de ciencia ficción triste y descorazonadora sobre la sociedad egoísta y despersonalizada que nos puede esperar a la vuelta de la esquina, sino es que la estamos viviendo ya camuflada bajo apariencias engañosas de normalidad y que aflora a la menor de cambio en cuestiones igual de injustas y crueles como las que se cuentan en el libro.  La narración transcurre en un tiempo paralelo al actual, inmediatamente anterior al de ahora, lo que le da un toque extraño, delirante e irreal como el de una pesadilla. 

    Hace poco vi la película del mismo título basada en el libro original, y esta vez no pude evitar hacer comparaciones entre lo que les pasa a sus protagonistas con la vida de muchos de los concursantes de GH.  Salvando las distancias me acordé también, aunque eso es otra historia, de lo que ha pasado durante muchos años en este país, y de lo que ahora nos enteramos, con el "robo" de miles de niños recién nacidos entre engaños y mentiras a sus madres biológicas diciéndoles que sus hijos habían fallecido al nacer para darlos en adopción sin su conocimiento ni consentimiento. Sucesos impensables donde se demuestra que la realidad puede superar a la ficción en la mayoría de los casos. Más adelante, hacia el final, intentaré explicar qué relación encuentro entre el argumento de la novela y Gran Hermano, y el porqué de esa sensación similar de desasosiego que no me abandona (nunca mejor dicho) desde que vi la "peli" y me da por relacionarlo todo.
 
    Hace tan sólo cuatro meses, en marzo, terminó GH12 y parecen siglos, al menos para mí. Veo todo aquello tan lejano y han pasado tantas cosas en “telecirco” que esa sensación resulta todavía más rotunda. En apenas unos meses la trituradora en que se ha convertido la cadena amiga, la que jamás descansa ni duerme encaramada en la cima inagotable de la frivolidad para ensalzar lo cutre a categoría, ya se ha ventilado un reencuentro de realitys y ahora mismo apura con fruición el supervivientes más mediático de la historia gracias, al parecer, entre otras cosas, al fichaje del “vástago” de la dolorosa de EspañaPaquirrín

    Por supuesto, el día de la salida de Supervivientes del famoso hijo por problemas de salud, creo, asistimos a la aparición triunfante y sublime de su señora madre en el plató.  Sí, la Pantoja, la tonadillera con mayúsculas de las esencias patrias. La más insigne desde que nos dejó para siempre Rocío Jurado.   Isabelita, gloria y sainete, caspa y poderío, tan popular como vilipendiada. Aquella niña que recordamos inmaculada en su carroza de caballos blancos camino del altar para casarse con Paquirri; y también esa mujer compungida y derrotada de hace apenas un año al pie de otros caballos, los mediáticos, coqueteando con el calabozo del brazo de su amante, arrimada y enfangada por "amor" a la corruptela chusca de esa España cañí repleta de sinvergüenzas y mangantes que camparon a sus anchas a la sombra del ladrillo, hasta que la puñetera crisis arrasó con todo y se acabó la fiesta.

    Sí, nuestra Isabel, la de todos, entrando por fin en el plató más odiado por ella y donde no hace mucho la machacaban sin contemplaciones. Todo por obra y gracia de su niño del alma, para recibirlo en sus brazos a la vuelta de la isla de supervivientes ante el asombro de una España entregada y morbosa.  Entrevistada después por Jorge Javier, el presentador más ladino y acomodaticio del panorama televisivo actual que se frotaba las manos mientras goteaba su colmillo al saborear una victoria final tan deseada: entrevistarla por fin a ella, a la diva. Ese momento tan sublime y rancio, todo al mismo tiempo, en que reventaron las audiencias. Nauseabundo.
    Que conste que no vi el emocionante encuentro en directo, todo hay que decirlo; fue en diferido gracias al bendito youtube, aderezado todo por las estupendas crónicas de Maltissa y los comentarios de Ácrata en su blog: GH comentado.
    En realidad no pretendía hablar de Paquirrín que bastante tiene con lo suyo, ni de su señora madre, ni de todos esos personajillos de medio pelo que pululan por la isla de supervivientes, patéticos y famélicos, en un programa que como muy bien dijo Maltissa en alguna de sus geniales entradas de GH Comentado - "de supervivientes sólo tiene el nombre" -.  Lo cierto es que me río un montón leyendo lo que escribe sobre el programa y percibiendo cada vez más el deje melancólico y desencantado que subyace debajo de la ironía que destila en sus entradas; y también como no con el entusiasmo que pone Ácrata comentando siempre lo mejor de la jugada. 


    Gracias a ellas me entero de toda la movida, y es suficiente en esta especie de travesía del desierto en la que ando hasta que empiece GH13, porque la verdad es que ver no veo nada de la dichosa isla. Si acaso de vez en cuando en algún que otro zapeo de refilón si toca, pero no aguanto cinco minutos la visión de las palmeras, el mar azul y todo lo demás. Reconozco que el problema es mío pero es lo que hay.  Luego, además, es encontrarme el careto de Jorge Javier en el plató, con su risa cínica y depredadora, y apago la caja boba de inmediato y me las piro vampiro. Que sí, ya sé, que se lo monta de puta madre el Rasputín de la telebasura, el rey del cotarro, pero a mí me satura y no puedo con él.  Sólo con verlo es la gota que colma el vaso.
    Bueno, decía que lo que realmente me llama la atención, y de ahí viene esta entrada, es la presencia de exconcursantes de GH en el anterior reencuentro y ahora mismo dentro de supervivientes. El asunto no es de ahora ya que en diversos realitys a lo largo de estos años venimos observando como bastantes de los hijos de GH se han convertido en profesionales de la vulgaridad.  Hasta el punto que por mantenerse en el “candelabro” del famoseo cutre y rancio, entregan hasta el último resquicio de su credibilidad participando en sucedáneos del original, llegando a convertirse en simples caricaturas de sí mismos, o lo que es peor, en patéticos personajes que se conforman con las migajas. Algunos se presentan ya por tercera o cuarta vez a un concurso, una situación que me ha hecho reflexionar durante este tiempo al contemplar como una y otra vez siguen vendiéndonos sus miserias con una evidente falta de perspectivas hasta un límite que roza la autodestrucción, dilapidando a trozos lo poco que les queda de su maltrecha dignidad.

    Últimamente, en los huecos que me permiten las obligaciones e intentando recuperar el tiempo perdido, me ha dado por leer y ver cine poniéndome al día en lecturas y pelis tanto tiempo aplazadas. Y tal como cuento al comienzo de la entrada dio la casualidad de que hace unas semanas vi la película - Nunca me abandones - basada en un libro del escritor Kazuo Ishiguro del mismo título que ya había leído. La novela fue un éxito hace algunos años y recuerdo que me había gustado a pesar de la desazón que me produjo en su momento, por la melancólica tristeza que destila y un cruel final que sólo invita a la desesperanza. Con la película, correcta sin más, me pasó lo mismo, e inmediatamente después de verla, como ya dije, no pude evitar la comparación entre la historia que cuenta y sus protagonistas con los concursantes de nuestro Gran Hermano.

Empezaré desde el principio para no perderme y así explicarme mejor.  Durante estos cuatro meses de sequía televisiva, con la perspectiva de la distancia, y más después de haberme embarcado en la aventura fascinante y compleja que supuso comentar GH 12 desde este blog, fui tomando conciencia de una realidad que no por menos sabida y comentada no deja de ser terrible: los concursantes de GH en particular y de los realitys en general, sobre todo los primeros, venden su alma y su intimidad para nuestro entretenimiento y disfrute. Eso sí, lo hacen presuntamente por beneficio propio (aunque a la larga creo que la mayoría sólo sufre perjuicios) pero lo cierto es que su paso por el programa se convierte en una suerte de servicio a esta sociedad “enferma” en la que vivimos - panem et circenses (pan y circo), que decían los romanos - y de la que todos formamos parte en mayor o menor medida. 

    Algo parecido, para entendernos, a lo que antes se decía, y aún se dice, de forma cínica e hipócrita sobre la prostitución. Un mal necesario desde que el mundo es mundo según las mentes bien pensantes. Porque si en el oficio más viejo del mundo se vende el cuerpo (no siempre es lo único, desde luego) en los realitys se acaba muchas veces prostituyendo el alma. Una lamentable realidad por mucho que los concursantes nos quieran vender la burra de supuestas buenas intenciones y nobles objetivos para entrar en estos programas. Tal vez al principio fuese así, al menos en GH, pero eso es historia aunque algunos intenten engañarnos o auto engañarse, que es peor.

    La triste verdad es que los seguidores del concurso nos beneficiamos de alguna forma con la energía de sus vidas expuestas con desvergüenza y sin decoro, con la savia equívoca de esos personajes forzados que a menudo pretenden interpretar para nosotros sin saber que pierden paulatinamente su integridad cada vez que nos regalan sin cortapisas sus anodinas existencias. Seres entregados, aunque lo disfracen de entusiasmo y voluntariedad, a nuestro servicio; y que por mucho que ganen (fama efímera y dinero fácil durante algún tiempo) no es suficiente como pago de tan alto precio en la mayoría de los casos.

    A pesar de que siempre fui consciente de semejante panorama del que formo parte como espectador, sigo hipnotizado por las peripecias y las andanzas de todos ellos sin fallar a mi cita anual salvo contadas ocasiones; de manera que en cuanto suena la endiablada musiquilla que anuncia GH me sumo una vez más a la feria que se monta, cada año más infame, y que edición a edición crece y evoluciona como un monstruo dañino que lo invade y lo contamina todo por metástasis agresiva de rancia zafiedad.
    Ya sé que no vale recurrir, como hacemos a veces los que por aquí andamos, a las virtudes de aquel GH primigenio que hace ahora 11 años nos enganchó sin remedio como una droga altamente adictiva que se prueba por primera vez (¡que voy a contaros que no sepáis!). Todo se ha desvirtuado mucho y los concursantes, salvo honrosas excepciones, han convertido esto en un negocio puro y duro. El negocio de explotar la nada absoluta, heroicidades risibles e inexistentes y el famoseo frívolo. Por desgracia, unos cuantos continúan saltando de reality en reality hasta convertirse en juguetes rotos después de vendernos, como dije, hasta el último recoveco de su dignidad.

    La degeneración y el hastío se convierten en la única bandera por izar y algunos deambulan mendigando platós como esos pobres desgraciados que han quemado y dilapidado sus vidas en las garras de la droga; arrastrando sus míseras existencias sin esperanza ni futuro en los sumideros y las cloacas de nuestras calles y ciudades, rebuscando entre las sobras de la opulencia algunas migajas que les permita sobrevivir un día más.

    Los personajes de la película “nunca me abandones” son clones, copias de otras personas que fueron creados exclusivamente con el objetivo extraer sus órganos al llegar a la madurez para que otros sobrevivan. Son criados desde niños en una especie de internados, a modo de granjas, para ese infausto destino. Algunos de ellos durante algún tiempo se convertirán en cuidadores de los demás, que van entregando sus órganos cuando se necesitan y recuperándose hasta la siguiente donación. No pocos mueren en la primera “entrega” (donación) y otros sobreviven a varias donaciones, hasta que al final todos "cumplen" (mueren).

    La trama, en la peli y en el libro, nos cuenta la historia de tres de ellos; dos chicas y un chico, sus líos sentimentales, su evolución desde niños y cómo lidian con lo que son y con su amargo destino. Los protagonistas, al contrario que muchos concursantes de GH, que buscan entrar en más concursos reenganchándose una y otra vez hasta empobrecer su espíritu y finiquitar su escasa credibilidad, intentan conseguir un aplazamiento a sus donaciones (no pueden huir de lo que son ni de su cometido en la vida).  A partir de un determinado momento llegan a la conclusión de que el amor y el arte es el único camino para lograr un poco más de tiempo de aquéllos que dirigen los hilos de sus vidas como si fuesen simples marionetas. Un poco más de tiempo para amarse e intentar parecerse a los verdaderamente humanos que se beneficiarán de sus órganos. No cuento más sobre el argumento ni como acaba la historia por si alguien quiere ver la peli o leer el libro, pero los “clones” al final, como aquellos robots replicantes de Blade Runner, demuestran que sí tienen alma y que sus emociones, auténticas, los hacen más humanos que sus originales.
    Los protagonistas hacen sus donaciones cuando les llega el momento. Como dije, algunos cumplen (mueren) en la primera donación, otros aguantan dos, tres o incluso más donaciones hasta que “cumplen” definitivamente. Algunos de ellos durante un tiempo hacen de cuidadores de los demás, hasta que les toca también a ellos donar. Los concursantes de GH, de alguna manera, voluntariamente, nos hacen también su “donación” al entrar en el concurso, y curiosamente algunos ejercen también de "cuidadores" de los que están donando (concursando), apoyándolos y defendiéndolos en los platós. Muchos, como los clones donantes de la película, "cumplen" a la primera con enormes perjuicios en su vida privada y pierden incluso el equilibrio emocional y personal, desapareciendo para siempre olvidados y estigmatizados tras su paso por el programa. Otros repiten dos, tres e incluso más veces en varios realitys hasta perder definitivamente todo, con la destrucción total de su crédito y dignidad.

    A veces pienso que nosotros, simples espectadores y seguidores, lo mismo que las personas que se aprovechan de las donaciones de los clones de la película sin importarles su vida ni su triste destino, no somos mejores que los concursantes de GH.  Aunque así lo creamos. Como compromiso, en el futuro, si continúo comentado este inmenso y tramposo espectáculo que es Gran Hermano, procuraré ser menos intransigente con ellos. Por intentarlo que no quede.

    A continuación os dejo la canción de la peli, que tiene su importancia en la historia:

Never let me go - Rachel Portman

Marulo (Forastero) 

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